El 23 de enero de 2022, El Periódico sacó en portada 25 mujeres que lanzábamos el MeToo Universidad, que ya ha alcanzado dimensiones mundiales. Un excelente reportaje realizado por tres extraordinarias periodistas dedicaba 8 páginas a sacar a la luz la violencia de género y la violencia de género aisladora (que son los ataques a quiénes defendemos a las víctimas directas) que hemos sufrido en universidades españolas. Uno de los prejuicios más erróneos que hay en este tema es que son las mujeres de izquierdas, no creyentes (agnósticas y ateas), y que se autoconsideran feministas las que se oponen al acoso sexual y las que apoyan a las víctimas, mientras que las demás no lo hacemos.

Varias de las mencionadas 25 mujeres somos católicas, algunas son de otras religiones, otras son agnósticas y ateas y, por supuesto, tenemos diferentes opciones políticas. Pero eso no ocurre solo entre nosotras 25, también se da esa misma diversidad en el conjunto de la sociedad y en todos los movimientos del MeToo en otros países del mundo. Las investigaciones científicas internacionales muestran muy claramente, entre otros, dos resultados. El primero es que, en todo caso de abuso sexual, tanto entre las personas que están del lado de la víctima como entre las que están del lado del acosador, existe total diversidad ideológica y de creencias. El segundo es que los intentos de negar esa realidad perjudican seriamente a las víctimas y son totalmente contrarios a las evidencias científicas sobre este tema.

Llevo años trabajando en investigación científica internacional en el campo de la superación de los abusos y acosos sexuales. Hay mujeres autoconsideradas feministas que atacan a las víctimas y a quienes les apoyan, que hacen violencia de género aisladora. Y hay mujeres católicas que, inspiradas en los valores del Evangelio, desde realidades muy diversas están dedicando su vida a escuchar y atender a las víctimas, a hacer justicia, a reparar los daños causados y a salvaguardar a niñas y mujeres, y no responden en absoluto al prejuicio que antes comentaba. La profunda coherencia de estas mujeres entre lo que dicen defender y lo que hacen nos acerca a ese mundo libre de violencia que la mayoría de la sociedad, en toda nuestra diversidad, soñamos. Me siento muy agradecida a estas mujeres.

La evidencia nos dice que somos personas muy diversas en todo quienes protegemos a las víctimas directas, ha sido así a lo largo de la historia, y que el problema de los abusos sexuales no es solo de la Iglesia. El MeToo Universidad es un ejemplo de ambas cosas.

[Imagen de Mihai Surdu en Pixabay]

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Profesora agregada en la UB. Doble PhD por la University of Wisconsin-Madison. Realiza investigación científica en el ámbito de la socioneurociencia aplicada a la superación de la violencia en las relaciones humanas. Es miembro del proyecto Jordán (UNIJES) sobre abusos en la Iglesia y coordina un proyecto sobre prevención de la violencia contra las mujeres en 6 escuelas de Fe y Alegría en Nicaragua.
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