Aunque los grandes centros comerciales, modernas catedrales del consumo, digan que ya ha llegado Navidad y canten villancicos, Jesús no nace en los grandes centros comerciales. Tampoco nace en los bancos que desahucian a los pobres. Ni en las residencias de quienes llevan su dinero a paraísos fiscales. Ni en las fábricas de armas que, aunque sus dueños hablen de paz, matan. Ni en las reuniones de políticos que no se toman en serio el cambio climático. Ni en las manadas machistas que violan y agreden a mujeres. Ni en los que rechazan a los emigrantes y construyen muros.

Jesús nace en los hospitales donde médicos, enfermeras y sanitarios cuidan a las víctimas de la Covid-19. Nace en Lesbos y Lampedusa, en los campamentos de Calais y entre las personas, manipuladas políticamente, que pasan hambre y frío en la frontera entre Bielorrusia y Polonia. Nace en las pateras de los migrantes que buscan una vida mejor y nace en los barcos que intentan salvarlos de morir en el Mediterráneo.

Jesús nace hoy en Haití y entre los centroamericanos que atraviesan México para llegar a Estados Unidos. Nace en la Amazonía explotada y destrozada por las multinacionales. Nace en los pueblos del Sur que no tienen vacunas porque las empresas farmacéuticas no ceden sus patentes. Jesús nace hoy en la ciudad palestina de Belén, víctima del acoso de Israel. Nace en la isla canaria de La Palma cuyos habitantes han perdido sus casas y cultivos de plátanos por la erupción y la lava incandescente del volcán.

Jesús nace entre la juventud que pide un cambio ecológico, y entre las mujeres que piden dignidad, justicia, libertad y cese de la violencia. Jesús nace en los pesebres que los abuelos ponen en su casa, aunque sus hijos y sobre todo sus nietos, no lo comprenden, pero callan por respeto. Jesús nace en las parroquias, comunidades y centros que preparan la Navidad con retiros, actividades solidarias y ensayos de villancicos. Nace entre los voluntarios que reparten comida a los sin techo y colaboran a una Iglesia que quiere ser hospital de campaña.

Esta reflexión no brota de una ideología filo-marxista, ni de una ingenua utopía, sino de una actualización del relato evangélico de Lucas que nos narra que Jesús nace en un pesebre porque no había lugar para María y José en la posada. El nacimiento de Jesús no se anuncia a los sacerdotes de Jerusalén, ni al emperador Octavio César de Roma, sino a unos pobres pastores que cuidaban su rebaño, muchas veces tenidos como antisociales por sus contemporáneos. Los ángeles anuncian a los pastores que ha nacido un Salvador que es el Mesías, el Señor. Y los ángeles cantan un himno de gloria a Dios y paz a las personas que él ama.

Jesús viene a poner el mundo patas arriba, no tergiversemos ni manipulemos su venida.

¡Feliz Navidad, a todas las personas de buen corazón!

[Imagen de Pablo Elices en Pixabay]

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Jesuita. Estudió filosofía y teología en Sant Cugat, en Innsbruck y en Roma. Doctor en Teología, fue profesor de teología en Sant Cugat viviendo en L'Hospitalet y Terrassa. Desde 1982 hasta 2018 residió en Bolivia donde ha ejercido de profesor de teología en la Universidad Católica Bolivia de Cochabamba alternando con el trabajo pastoral en barrios populares Ha publicado con Cristianisme i Justícia L. Espinal, un catalán mártir de la justicia (Cuaderno nº 2, enero 1984), Acoger o rechazar el clamor del explotado (Cuaderno nº 23, abril 1988), Luis Espinal, gastar la vida por los otros (Cuaderno nº 64, marzo 1995).
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