Ha sido en Barcelona, el día de San Andrés, hermano de San Pedro, primeros discípulos de Jesús, de quien celebramos su nacimiento en Navidad. Según la información que aportan los medios, una familia al completo ha fallecido en el incendio de su «vivienda», una oficina bancaria abandonada que era usada por hasta ocho personas como vivienda habitual. El incendio se producía muy temprano, por la mañana, cuando aún dormían, probablemente por algún aparato utilizado para calentar la precaria vivienda y así evitar que el frío intenso de la noche helara el corazón de un bebé de cuatro meses, su hermano de tres años y sus padres, una pareja inmigrante con estancia «irregular» en nuestro país. Por este motivo, por ser irregulares, no tenían derecho a una vivienda digna que protegiera a sus hijos de las inclemencias de una sociedad deslumbrada por las infinitas luces navideñas que conducen a sus habitantes por el sinuoso camino del consumo irracional navideño.
La falta de papeles que les impedía el acceso al derecho a protegerse del frío y de la indiferencia es el medio del que se ha dotado el sistema social para evitar ese eufemismo que llaman «efecto llamada», porque si les diéramos papeles y, por tanto, derechos como humanos que son, entonces, malician los serviles próceres de nuestra patria, todo ser humano con necesidad imperiosa vendría aquí, a vivir entre nosotros. Y eso, como todos sabemos, no es posible. Así es que, ante una pareja de emigrantes con un niño por venir o en brazos, cerramos la posada de nuestros corazones y solo les permitimos vivir en un mísero portal de un banco abandonado, con otros como ellos, para obtener algo del calor humano que la sociedad les niega.
Esta familia emigrante, abandonada por la ley y perseguida por el derecho legítimo al lucro del capital inmobiliario, sí tuvo la solidaridad de algunos pastorcillos sociales
En aquel portal de una sucursal bancaria abandonada en Barcelona, los pastorcillos sociales han visto el vivo Portal de Belén, y fueron a adorarlo con su vida y su compromiso. Pero la fulgurante luz que una mañana de finales de noviembre vieron, no fue la estrella que guió a los Magos de Oriente, sino el incendio traicionero que se los llevó a ese otro mundo al que, según Jesús de Nazaret, solo acceden los pobres, humildes y perseguidos. Aún quedan, por desgracia, muchos portales con familias sagradas que están esperando nuestra adoración, nuestro compromiso, nuestra conversión. La Navidad no está en los cantos de sirena de las luces navideñas; la Navidad está en la belleza del amor y la solidaridad con cada familia que sufre la expulsión de nuestras posadas y la condena de nuestra ley.
[Holy Family of the Streets de Kelly Latimore]