A las afueras de Nápoles hay un barrio llamado San Giovanni a Teduccio, en el que bastantes niños no tienen a su padre en casa. Lo tienen en la cárcel, o metido en problemas de drogas, o arrejuntado con otra mujer que no es su madre (como esa que aparece al final de la tarde con sus tres hijos y que lleva el sufrimiento en el rostro: su marido la dejó por otra al terminar las vacaciones). 

No es que tener a tu padre en casa garantice que vayas a hacer los deberes, pero ayuda. De modo que la existencia de una asociación como Figli in famiglia viene a paliar, en la medida en que eso es posible, la ausencia del padre. Los chavales llegan tras el colegio y dedican un rato, ayudados por los muchos voluntarios, a hacer los deberes. Ser voluntario hoy en este mundo es exponerse a estar confuso y distraído, porque hay que serlo en medio de fuerzas poderosas que invitan a centrarse en uno mismo y a olvidarse de los demás, pero esto es otro tema. El caso es que los voluntarios ayudan a los niños a hacer los deberes

Me siento al lado de uno de ellos y al poco estamos hablando de las cosas verdaderamente importantes: el Nápoles y el Valencia, y a quién animaría en caso de que jugaran un partido los dos. Digo, naturalmente, al Valencia, y el chaval me dice que me va a disparar. Otro voluntario, autorizado por el tiempo que lleva aquí, le riñe. 

Con las tablas de multiplicar me siento seguro en medio del pantano oscuro que son para mí las matemáticas, de modo que me puedo relajar en la silla mientras el chaval hace divisiones. Pero para él no es lo mismo. Con nueve años ya, le cuesta mucho entender la lógica de la operación, los pasos, hacer la tabla del dos… Entre eso, y que al otro lado de los deberes espera un balón de fútbol, me pide cada dos por tres que le diga yo la respuesta. Sentir esa fragilidad dentro, querer acabar rápido, irse a jugar. Pienso que “dime tú la respuesta” es una frase que se tiene que estar repitiendo bastante entre niños de muchas periferias después de este frenazo educativo del covid, más frenazo y más parón cuanto más escasean los medios. “Dime tú la respuesta” es uno de esos clásicos de la literatura infantil referida a los deberes de clase, pero no es lo mismo pronunciarla en un lugar que en otro, o después de una pandemia mundial. Aquí, ahora, es la posibilidad de otra brecha de desigualdad abierta. Ante esa frase se abre la sonrisa malévola de todos los falsos mesianismos que esperan su oportunidad en las crisis ─y fuera de ellas─. 

El voluntario, en medio de su propia inseguridad, de su propia distracción, tiene hoy que pedir las fuerzas para decirle al niño: no, piénsalo tú. 

[Imagen de chenspec en Pixabay]

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Jesuita en formación. Estudia la Licencia en Teología Fundamental en la Pontificia Facoltà Teologica dell´Italia Meridionale de Nápoles. Colabora con la asociación Figli in famiglia en el barrio de San Giovanni a Teduccio.
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