El feminismo obliga a la sociedad a cuestionar sus relaciones de poder y dominación, y sus formas de vida más allá de las cuestiones de género.

En Argentina el año 2020, año de la pandemia, terminó con el feminismo en las calles, con una capacidad para sostener reivindicaciones, para dar una y otra vez las mismas batallas. Revela su potencia política y enfrenta a la sociedad a la pregunta por el mundo en que vivimos, por el mundo en el que deseamos vivir y por lo que se desea construir para las generaciones futuras.

Rompe todo aquello considerado como ámbito privado, como las fronteras entre lo privado y lo público; lo político y lo personal; la naturaleza y la cultura; la sexualidad y el poder e involucra una indagación sobre la propia vida. A veces se convierte en una vivencia intensa para comenzar a ver poder y desigualdad en el ámbito de la historia personal: casa, vínculos cercanos, laborales…

Las preguntas son las mismas pero las formas de ser feministas cambian; se superponen feminismos de la igualdad, de la diferencia, pos-feminismos. Se trata de un mosaico de consensos pero también de tensiones y luchas internas. Desde hace unos años en Argentina logró atravesar la militancia y la clase política, los medios y las redes, la calle.

¿Qué cambió? Un hito fue el 3 de junio de 2015, la causa “Ni Una Menos”, sensibilizó sobre la violencia de género y se consolidó como problema público. Se pasó luego a nuevas consignas “Vivas Nos Queremos” y “Vivas, Libres y Desendeudadas”. Se llegaron a los dos consensos básicos: lucha contra la violencia y lucha por la autonomía. En paralelo se consolidó la capacidad de movilización para acompañar estas demandas.Hasta surgió el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Disidencias, y la creación de un Frente Sindical que encabezó el Paro Internacional de Mujeres, logró así una articulación global.

Todo este proceso estuvo vinculado con una fuerte producción intelectual, artística, literaria y un fuerte traspaso intergeneracional: “Somos las nietas de las brujas que no pudieron matar”. Supuso un interesante reconocimiento mutuo: mientras las “ancestras” aportaban estrategias, argumentos y persistencia; las jóvenes imprimieron su sello temático y expresivo incluyendo otras demandas (acoso sexual y callejero; los “micromachismos” y el “lenguaje inclusivo”), sumaron soportes y mediaciones tecnológicas.

Ante los femicidios, los diversos feminismos con sus afiliaciones políticas o su ideología se enfrentan al dilema de si buscar las soluciones a través del Estado, o si es necesario avanzar por fuera, mediante la organización y construcción de redes comunitarias. Las políticas empleadas de prevención y erradicación; los planes integrales. Los esfuerzos están resultando ineficaces ante los asesinatos de mujeres y trans que no reflejan una baja de los casos de violencia, pero la participación de organizaciones feministas en la gestión es un logro histórico.

El feminismo es contrahegemónico. Supone un camino de emancipación personal. Es contracultural en lo respecta a lo que se espera de los varones, las mujeres y sus vínculos, así como separar a las personas entre dos identidades binarias. Es un discurso que coloca en el centro el deseo, la libertad individual y la cultura de la diferencia. Por todo ello cuestiona los cimientos de nuestras sociedades, amenaza a los poderes establecidos y desvela desigualdades históricas. Llega a la conclusión que no todo lo que sucede a las mujeres bajo el sistema patriarcal cuenta con la categoría de género para comprender la experiencia de las personas y sus posiciones sociales, ésta siempre interactúa con otros elementos: desigualdades sociales, étnicas, económicas, educativas… Todo lo que nos sucede como sociedad y como personas no puede ser explicado por la condición de género.

El feminismo lleva a cuestionarnos sobre todos los vínculos y eso no es propiedad exclusiva de un género. Se ha de afrontar con apertura las infinitas maneras de masculinidad, más allá de sus expresiones violentas o crueles.

Los logros del feminismo son conmensurables, pero aún falta crear alternativas para llegar a las mujeres en general y gozar todas de los logros obtenidos.

[Imagen de Titi Nicola en Wikimedia Commons]

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Doctora en Teología y religiosa de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora. Además de publicar diversos libros y artículos, ha trabajado en villas de emergencia realizando trabajo pastoral y de promoción humana con los más desfavorecidos. Ha sido directiva y docente de diversos niveles educativos -incluida la docencia universitaria- y ha ejercido cargos de gobierno y formadora en su congregación.
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