Víctor CodinaEstamos tan acostumbrados a recibir malas noticias (nuevos brotes de la pandemia, retrasos de las vacunas, colapso de los hospitales, amenaza de nuevos confinamientos, además de la crisis económica y laboral, desastre ecológico y escándalos de abusos eclesiales…) que nos parece increíble que haya todavía alguna buena noticia y menos aún de la Iglesia: “¿De la Iglesia puede salir algo bueno?”.

La buena noticia es que Francisco ha convocado una Asamblea Eclesial de América Latina y Caribe que quiere ser una reunión de todo el pueblo de Dios latinoamericano y caribeño, bajo el tema: “Todos somos discípulos misioneros en salida”.

Esta Asamblea, inaugurada oficialmente el 24 de enero en la basílica de la Virgen de Guadalupe de México, culminará  presencial y virtualmente, del 21 al 24 de noviembre de 2021 en la Ciudad de México.

¿De dónde nace la novedad de esta buena noticia? La novedad reside en que hasta ahora las asambleas nacionales y regionales de las Iglesias eran conferencias o asambleas episcopales y ahora esta será una asamblea eclesial, es decir, se reunirán no solo obispos, sino todos los participantes del pueblo de Dios: laicos y laicas, religiosos y religiosas, seminaristas, sacerdotes, obispos, cardenales y personas de buena voluntad.

Francisco desea que no se reúna una elite separada del santo pueblo fiel, pues todos cuantos hemos recibido el Espíritu en el bautismo, formamos parte de la comunidad cristiana, somos parte del Pueblo de Dios y el Pueblo de Dios es infalible en su fe, como afirma el Vaticano II (LG 12).

Esta asamblea es un signo profético para el futuro de la Iglesia, quiere ser la presencia de Jesús en la vida cotidiana de la gente, en medio de los gritos de los empobrecidos y de la hermana madre tierra, en estos tiempos de pandemia. Se trata de rezar, hablar, pensar, discutir y buscar entre todos, la voluntad de Dios.

Esta asamblea eclesial puede resultar para muchos algo inédito, pero en realidad asume el mensaje del Vaticano II de que la Iglesia está formada por todo el Pueblo de Dios que va caminando hacia el Reino; está en la línea de la sinodalidad eclesial, es decir, que la Iglesia es un caminar conjuntamente de todos los cristianos bautizados, todos podemos enseñar y aprender, pues todos hemos recibido el mismo Espíritu.

Ya hubo recientemente un precedente de esta asamblea eclesial. Francisco, después del Sínodo de la Amazonía (2019), el día 29 de junio de 2020 constituyó oficialmente no un Organismo Episcopal Amazónico, ni una Conferencia Episcopal Amazónica, sino la Asamblea Eclesial de la Amazonía, de la que forman parte no solo obispos amazónicos, sino laicos y laicas, religiosos y religiosas, miembros originarios de los pueblos amazónicos.

En conformidad con La alegría del Evangelio, Laudato si’, Fratelli tutti y Soñemos juntos, Francisco desea que las cosas no se decidan desde arriba, desde la cúspide de la pirámide eclesial, ni menos aún desde una Iglesia clerical, sino desde abajo de la pirámide, entre todos y todas, en una Iglesia en camino, una iglesia poliédrica, bajo la guía, siempre sorprendente, del Espíritu del Señor que desborda todos nuestros esquemas.

No se trata solo de hacer memoria de la Conferencia Episcopal de Aparecida (2007), sino de trazar nuevos caminos de fraternidad universal y amistad social para América Latina y el Caribe. Su logotipo es el mar del mundo en el que navega la barca de la Iglesia.

¿No es esta una buena noticia, aunque haya pasado muy desapercibida?

Imagen extraída de: Conferencia del Episcopado Mexicano

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Jesuita. Estudió filosofía y teología en Sant Cugat, en Innsbruck y en Roma. Doctor en Teología, fue profesor de teología en Sant Cugat viviendo en L'Hospitalet y Terrassa. Desde 1982 hasta 2018 residió en Bolivia donde ha ejercido de profesor de teología en la Universidad Católica Bolivia de Cochabamba alternando con el trabajo pastoral en barrios populares Ha publicado con Cristianisme i Justícia L. Espinal, un catalán mártir de la justicia (Cuaderno nº 2, enero 1984), Acoger o rechazar el clamor del explotado (Cuaderno nº 23, abril 1988), Luis Espinal, gastar la vida por los otros (Cuaderno nº 64, marzo 1995).
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