En su libro Escuela de aprendices, Marina Garcés nos recuerda que “cuando hay crisis educativas lo que hay son crisis de mundo, crisis civilizatorias en las que se nos muestras los conflictos, los deseos, los límites y las posibilidades de cada sociedad y de cada tiempo histórico”.

Se trata de un libro sumamente interesante. Un libro que recomiendo leer y que espero que lo que sigue ayude a aumentar las ganas en adquirirlo. De las muchas aportaciones que tiene el texto quiero quedarme ahora con dos: preguntas y definiciones.

  1. Preguntas: las preguntas ayudan a pensar, a recorrer senderos y establecerse pistas en el camino que nos ayuden a avanzar. Son indispensables en educación. Comparto aquí algunas de las preguntas que nos plantea Marina Garcés
    • ¿Por qué educar?, ¿qué aprender? ¿Son los aprendizajes un mecanismo más o menos sofisticado de supervivencia y de competencia? O, ¿son una práctica fundamental de creación y de transformación de nosotros mismos?
    • ¿Para qué aprendemos? ¿Con quien y bajo qué horizonte de sentido?
    • ¿Quién es el Estado para educar a nuestros hijos cuando vivimos vidas a la carta? ¿Qué hegemonías culturales son válidas para todos en sociedades no solo diversas, sino cada vez más segregadas y guetizadas? ¿Qué autoridad tiene el maestro o la maestra sobre decisiones que las familias entienden, cada vez más, que son decisiones privadas?
    • ¿Qué queremos saber? ¿De quién y con quién podemos aprender lo esencial para vivir mejor? ¿Qué hábitos, valores y maneras de vivir queremos transmitir? ¿A quién y por qué? ¿Por qué podemos llegar a saber tantas cosas y en cambio no aprendemos lo que más necesitamos aprender?
    • ¿Cómo queremos vivir? ¿Cómo queremos ser educados?
    • ¿Para qué sirve saber cuando ya no sabemos como vivir?
    • ¿De qué alianzas podemos ser capaces los aprendices?
    • ¿Cómo generar una gramática común? ¿Qué papel puede tener la educación?
    • ¿Por qué tantos jóvenes que hoy no quieren aprender nada en los centros educativos se dedican en cambio a hacer todo tipo de proezas, poniendo incluso en riesgo sus vidas, para mostrarlas en las redes? ¿Ante quién hacen méritos?
    • ¿Qué puede llegar y quien puede acoger en un régimen de expulsión permanente? ¿Cómo educar en el arte de la hospitalidad cuando los contextos compartidos se difuminan? Cuando el tiempo y el espacio de la circulación se imponen sobre los contextos para la convivencia, ¿cómo acoger la existencia? ¿Qué papel puede tener la escuela? ¿Cómo darnos un lugar sin tener lugares propios?
    • ¿Hasta dónde se ha de conducir y corregir la palabra para que el estudiante llegue a pensar por él mismo? ¿Hasta dónde hay que forzar al otro para que llegue a ser libre?
    • ¿Qué puede aportar la educación a la percepción de algo que se parezca a la bondad?
    • ¿Hasta qué punto los conocimientos que aprendemos nos permiten elaborar una consciencia y comenzar a pensar por nosotros mismos y con los otros?
    • Si la ignorancia es socialmente producida, ¿cómo colabora el sistema educativo en esta producción? ¿Sobre qué olvidos, opacidades y perspectivas desviadas funciona lo que se presenta, inocentemente, como la iniciación al aprendizaje y el conocimiento?
    • ¿Cómo aprender libremente cuando nuestras vidas no son absolutamente libres?
    • En una sociedad donde los imaginarios de futuro han quedado atrapados en el pasado incompleto y superado por los escenarios inminentemente apocalípticos, ¿qué sentido y qué necesidad puede tener aprender? ¿Cómo queremos ser educados cuando del presente no se deriva ningún futuro imaginable que no sea la catástrofe?
    • ¿Cómo podemos imaginar una amplia socialización entre iguales que realmente pueda ser la promesa en camino de una sociedad más justa, donde la educación sea buena para todos? ¿Se ha de hacer cargo solo la escuela, cuando la geografía de nuestros barrios y pueblos, dibujadas por la especulación inmobiliaria, va en contra? ¿Se ha de hacer cargo solo la escuela cuando la invasión íntima de las plataformas audiovisuales y redes sociales conforman, segundo a segundo, los cerebros de los más jóvenes y no tan jóvenes? ¿Se ha de hacer cargo solo la escuela cuando las reformas laborales, las regulaciones de los alquileres y las medidas sociales coinciden en proponer un escenario cada vez más precario y violento para los mismos niños y jóvenes que queremos hacer libres y felices a través de la educación?
    • ¿Cómo se puede llevar a cabo una acción educativo con sentido en tiempos póstumos?
    • ¿Cuáles han de ser los saberes del futuro?
  1. Definiciones: las definiciones ubican, ayudan a comprender, a explicitar lo que pensamos, a situar los saberes y acciones. He aquí algunas de las definiciones que pueden ayudarnos a entender un poco más por dónde puede ir eso de la educación en estos tiempos de crisis.
    • La educación no es una acción sobre un objeto sino una relación que sobre todo es receptiva.
    • La educación es un conjunto de artes y modos de hacer que colaboran en un mismo propósito: dar forma y sentido a la existencia a través de los aprendizajes que compartimos. Como oficio se transmite, se comparte y se transforma.
    • La educación emancipadora es aquella que tiene como horizonte hacer posible que cada uno pueda ser capaz de pensar por el mismo, junto con los otros, los problemas del propio tiempo.
    • La educación es un arte o oficio de la existencia.
    • La educación es un arte o manera de hacer, es la expresión de una poética y e una política que determina lo que somos y lo que podemos llegar a ser de manera imborrable.
    • Educar es guiar el destino de la comunidad y de cada uno de sus miembros.
    • La educación es la práctica de acogida y de construcción de entornos habitables. Educar es elaborar los entornos físicos y culturales donde acoger y compartir esta vida inquieta, sus límites y sus posibilidades.
    • Educar es hacer todo lo posible para colaborar en que el otro aprenda. Y el objetivo del aprendizaje es lograr un saber que tenga unos efectos positivos.
    • La educación no es cualquier aprendizaje espontáneo o intuitivo, sino que implica una acción consciente, unos criterios, unas prácticas, una técnica y, relacionándolo todo, la creación de un entorno.
    • Educar es querer la libertad del otro, la libertad como expresión de unos criterios y unas capacidades. Educar es querer bien al alumno desde la implicación del profesor, para liberarlo de sus defensas y del miedo de vivir.
    • La educación es el arte que reúne existencias de diferentes edades, trayectorias y condiciones un una acción que las iguala sin equipararlas ni estandarizarlas: tomar juntos el riesgo de aprender.
    • Educar es dar herramientas para leer el propio tiempo y ponerlo en relación con los que ya han estado y los que están por venir.
    • La educación es un arte de la memoria y de la imaginación. La educación es el obrador del tiempo compartido, es el taller donde los aprendices despiertan y ensayan la imaginación.
    • La educación no es una agencia de seguros donde cada estudiante-cliente puede calcular su cartera de riesgos y oportunidades. Es una invitación a comprender el presente para poder imaginar el futuro. Invita a hacer propio lo extraño y extraño lo propio. El furor no es mas que un presente bien imaginado. Y la educación, el oficio y el compromiso de aprende a hacerlo sin avergonzarse.

Obviamente solo son pinceladas. Pequeñas perlas que bien pueden dar para un encuentro de educadores, para pensar y compartir, para seguir aprendiendo juntos, para -como decía Paulo Freire- educarnos juntos.

[Imagen de Mojca J en Pixabay]

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Licenciado en teología y en psicopedagogía. Educador por vocación y convicción. Trabaja dando clases en un centro de secundaria. Colabora con diversas entidades del mundo social. Responsable del Área Teológica de Cristianisme i Justícia.
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