Lluís S. Salinas Roca. Muchas veces, cuando hablamos de ecología, nos cuesta mucho saber de qué estamos hablando. Para unos, se trata de la ciencia que estudia los ecosistemas. Para otros, se trata de proteger a los animales, las plantas o la «naturaleza» en general. Otras personas dirían que es cuestión de no usar el coche y reducir el consumo de combustibles fósiles; algunos opinarán que esto va de adherirse a la campaña «Nucleares no, gracias» y colgarse de las torres de refrigeración de las centrales; y otros, que se trata de denunciar que un pueblo entero es víctima de un trato injusto cuando la administración distribuye los vertederos por el territorio.

En este sentido, es necesario empezar por distinguir entre ecología y ecologismo. La ecología es una rama de la ciencia que estudia las relaciones que se dan entre los seres vivos (incluyendo a los seres humanos) y la relación que hay entre los seres vivos y su hábitat. Un concepto necesario para entender qué es la ecología es el de ecosistema: el conjunto de seres vivos que tienen relación entre sí (que son interdependientes) y su hábitat. Los ecosistemas, a su vez, están relacionados entre sí y forman la biosfera, todos esos lugares de la Tierra donde la vida se abre paso.

El ecologismo, en cambio, es distinto. El ecologismo o ambientalismo es la suma de movimientos sociales, políticos, económicos, científicos, culturales, etc., centrados en proteger el medio ambiente. Los movimientos ecologistas son de una índole tan variada que muchas veces resulta más fácil identificar a los movimientos antiecologistas, los grupos que se oponen a todo tipo de ecologismo. Pero hay algo más. El ecologismo tiene tantas caras que no siempre se puede identificar con la ecología. Ocurre muchas veces que las motivaciones de algunos movimientos ecologistas no tienen en cuenta la ecología como ciencia o, solamente, acuden a ella después de definir su postura, para encontrar alguna justificación.

En todo caso, para navegar en el mar de los movimientos ecologistas puede servir clasificarlos en tres grandes grupos: los movimientos conservacionistas, los movimientos por un desarrollo sostenible y los movimientos a favor de la justicia ambiental, también llamados ecologismo de los pobres. Cada uno de estos movimientos pone el acento de su reivindicación en un aspecto distinto de la protección del medio ambiente. Evidentemente, cada uno de los cientos de grupos ecologistas que existen toman lo que más les interesa de cada una de las facetas del ecologismo.

En primer lugar, los movimientos conservacionistas son aquellos que, ante la majestuosidad de un paisaje, priorizan su conservación. Esta fue la primera manifestación del ecologismo tal como lo conocemos hoy en día. Surgió en Estados Unidos con la creación de los parques nacionales de Yellowstone o Yosemite y figuras como John Muir o el Sierra Club lo introdujeron en la agenda política. Ahora bien, del mismo modo que es loable defender la supervivencia de especies en peligro de extinción e, incluso, necesario entender que la naturaleza tiene valor por sí sola, esta rama del ecologismo puede llevar a grandes equívocos. ¿Solamente merece protección una parte de la naturaleza? ¿Qué pasa con las ciudades, con los suburbios, con los lugares «feos» (y pobres), no son también parte de la naturaleza? Por no hablar de los criterios: ¿qué pasa si en medio de una zona que se quiere proteger vive desde hace siglos una tribu indígena que no está de acuerdo con que vengan otros a decirles cómo deben vivir?

El segundo grupo es el centrado en la búsqueda del desarrollo sostenible. Estos movimientos se fijan, principalmente, en los recursos naturales. Para estos ecologistas es posible seguir viviendo como estamos viviendo siempre y cuando la ciencia y la técnica mejoren la eficiencia de los procesos industriales. El objetivo a largo plazo es poder vivir en una economía «desmaterializada» que sea sostenible en el tiempo. Pero esto parece difícil. Por supuesto que es bueno reciclar, usar motores más eficientes que consuman cada vez menos combustible y buscar la eficiencia de los procesos industriales. Pero el desarrollo sostenible es una falacia. El crecimiento no puede ser infinito. Como decía H. Daly, por mucho que se mejore la tecnología del tenedor y la sartén, para hacer una tortilla siempre se necesitará un huevo. ¡La tecnología no nos salva de las leyes de la termodinámica!

Finalmente, el último grupo de movimientos ecologistas es el de la justicia ambiental o ecologismo de los pobres. En este grupo encontramos todas las luchas de organizaciones, pueblos y minorías étnicas que exigen justicia en el acceso a recursos naturales y en el impacto ambiental que reciben. Estos movimientos se preguntan por qué una persona, por ser pobre, tiene que vivir en una zona más contaminada que otra persona más rica. También luchan para conseguir que los grandes consorcios transnacionales dejen de expoliar los recursos naturales de países pobres dejando tras de sí solamente miseria, degradación ambiental y muerte. Son los grupos que unen la preocupación por la justicia social al respeto por toda la naturaleza. La ecología integral que propone, entre otras obras, la Laudato si’ es un concepto transversal, pero sitúa por encima de todo la dignidad del ser humano y el valor intrínseco de toda la creación. En este sentido, tiene mucho en común con el ecologismo de los pobres y todo el movimiento de la justicia ambiental.

No tiene mucho sentido preguntarse qué ecologismo es el mejor. Quizá tiene más sentido preguntarse por lo que cada uno puede tomar de cada grupo de movimientos. Ahora bien, ante criterios y énfasis tan distintos, el análisis de la problemática ambiental basado en lo mejor que nos pueden aportar las ciencias naturales y las ciencias sociales cobra una importancia capital. ¡Solamente así podremos actuar en beneficio del medio ambiente y no olvidarnos a nadie por el camino!

Imagen de NiklasPntk en Pixabay 

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Jesuita. Está terminando los estudios de teología en la Jesuit School of Theology de Berkeley. Antes, estudió Ciencias Ambientales en la Universidad Autónoma de Barcelona. Le interesa mucho la reflexión sobre la ecología integral y la justicia ambiental. Actualmente, forma parte del Comité de Concienciación sobre el Cambio Climático de su facultad.
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1 COMENTARIO

  1. «Finalmente, el último grupo de movimientos ecologistas es el de la justicia ambiental o ecologismo de los pobres. En este grupo encontramos todas las luchas de organizaciones, pueblos y minorías étnicas que exigen justicia en el acceso a recursos naturales y en el impacto ambiental que reciben. Estos movimientos se preguntan por qué una persona, por ser pobre, tiene que vivir en una zona más contaminada que otra persona más rica.» Es un interesante texto, hablando al detalle de los movimientos ecologicos, pero destaco lo esta frase, que esta llegando al final del texto. Algo que resumen bien la mirada nuestra como movimiento.

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