Voces. Maria Nadeu. [Social.cat] Estos días proliferan muchos debates sobre los aprendizajes del confinamiento en la gestión de la escuela y lo que hay que tener en cuenta en caso de tener que volver a confinar. Aprovecho el espacio que me da este artículo para poner sobre la mesa algunas cuestiones que nos pueden ayudar a tener perspectiva, no sólo en el ámbito educativo sino social, en la toma de decisiones, y lo hago desde la visión (completamente sesgada , lo reconozco) que me da mi día a día trabajando con personas en situación de extrema vulnerabilidad en un contexto urbano, en Badalona.

La escuela como espacio de socialización, de crecimiento humano y de inclusión. Considero que las decisiones tomadas y los debates que han tenido lugar en el espacio mediático desde marzo han sido totalmente aprendizajecéntricos. Veíamos como cerraba la escuela y todo el mundo se ponía las manos en la cabeza por si los alumnos perdían un curso, la famosa «generación perdida». Hemos criticado la lentitud de los maestros a la hora de hacer llegar materiales para mantener el currículo escolar, sin darnos cuenta que lo más importante que hacen, que es generar aprendizaje desde la relación grupal y las figuras de referencia, no lo han podido trasladar al formato online de ninguna manera. Como madres y padres se nos ha pedido hacer un papel de transmisores de conocimiento y organizadores de rutinas de aprendizaje sin preparación previa ni condiciones mínimas en casa. Hay centros que significan el único espacio socializador de un niño o adolescente en lengua catalana, o bien el único espacio donde alguien le pregunta cómo está, cómo se encuentra o qué siente. Donde hace amigos y amigas y a través de la relación con estos y el acompañamiento del profesorado crece como persona. Donde obtiene referentes a los que agarrarse cuando piensa en el futuro.

Un «imprescindible»: tener un dispositivo electrónico en casa. Sí, cierto. Sin aparato (portátil, tablet o móvil) no había opción de contacto con el exterior y, por tanto, ni videollamadas, ni deberes, ni plataformas de aprendizaje. Pero cuidado en limitar todo ello. Como entidad nos hemos encontrado mucho con los financiadores: «Se han repartido 50 tablets …» y trabajo hecho. Puede parecer obvio, pero al principio pocos pensamos que tener un dispositivo y no tener internet, ni datos, no sirve para nada; que tener un portátil no significa que se sepa utilizar; que hay personas que no saben leer o entender ni catalán ni castellano, incluso habiendo cursado parte de la educación obligatoria; que un dispositivo medianamente bueno en una habitación realquilada puede ser motivo de robos; que un solo dispositivo en una familia numerosa implica tener que gestionar conflictos entre hermanos; que la adicción a las pantallas es algo para lo que como padres y madres debemos estar formados y preparados, y podría seguir…

Educación 360: escuela y barrio. Los territorios con población más vulnerable creemos firmemente en esta línea de trabajo, que incorpora la comunidad y el barrio como agentes educativos y no distingue entre el trabajo dentro y fuera de la escuela. Ante las limitaciones impuestas para paliar el contagio de la Covid-19 están cerrando (o no abriendo) muchas actividades extraescolares compensatorias, recursos educativos y sociales y propuestas formativas. Esto tiene más incidencia en algunos territorios que en otros, donde el acceso a estas actividades es menos generalizado y donde las familias no pueden asumir gastos extras: significa que hay niños que se quedarán sin ningún tipo de actividad más allá de la del centro educativo. Y suelen ser actividades que potencian capacidades en los niños que les ayudan a encontrar caminos alternativos al de los estudios formales, donde muchos de ellos tienen dificultades.

El centro educativo como agente protector. Finalmente, hay que saber que el centro educativo es un espacio imprescindible y privilegiado para detectar situaciones sociales de desamparo, de abuso o de maltrato; para regular y educar emocionalmente niños que viven situaciones de mucha tensión y precariedad en el hogar; incluso son espacios físicamente seguros cuando la familia vive en pisos insalubres, habitaciones realquiladas u ocupando la vivienda. Puede ser el único espacio de un niño o adolescente donde no lo tratan a gritos, donde hay un lavabo en condiciones, donde no recibe desprecio y se cree en ella o él y sus capacidades. Y estos centros no caminan solos, sino que trabajan en conjunto con servicios sociales, de salud comunitaria y entidades del territorio; todos ellos, servicios que en los últimos meses han sufrido recortes y falta de priorización por parte de la Administración y de la sociedad en general.

Todo esto me hace pensar que cerrar la escuela, o incluso, mermar la capacidad que tiene la escuela de adaptarse a la realidad de los alumnos con medidas imposibles, hace que aumente de manera alarmante la desigualdad social en los barrios y , por tanto, que caminemos atrás como sociedad.

Imagen de cherylt23 en Pixabay 

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