Alfons Calderón. En plena canícula de verano, con más y preocupantes rebrotes de la COVID de lo esperado en España por estas fechas, nos llega una excelente noticia de Bruselas. Los jefes de gobierno de los Estados miembros de la UE han aprobado un paquete financiero para hacer frente al descalabro económico derivado de la pandemia. Podría cualificarse de histórico, tanto por su cuantía, como por la rapidez con que se ha diseñado, como por la evolución de criterio al autorizar el endeudamiento para financiarse.
Nada más y nada menos que 750.000 millones de euros divididos en 390.000 de transferencias directas (menos de lo que proponía la Comisión) y 360.000 en préstamos para los países más afectados. La negociación ha sido muy ardua. Prueba de ello es que la cumbre que ha acordado estas medidas ha durado cuatro días y cuatro noches, algo completamente inusual y que ha superado con creces la anterior reunión de estas características más larga de la que se tenía noticia, la de Niza en 2000, que introdujo cambios en la arquitectura institucional de la UE.
La dificultad de llegar a un consenso se debe al hecho de que hay países que en lo inmediato se beneficiarán más de los fondos, porque su situación se ha visto más afectada. Otros, no recibirán tantas subvenciones y préstamos por gozar de mejores circunstancias. Los segundos, tipificados como frugales, han sido capitaneados en esta ocasión por el gobierno holandés. Han logrado imponer determinadas contraprestaciones económicas para ellos y salvaguardas, como el llamado “freno de emergencia” o derecho de supervisión de la utilización de los fondos por parte de los Estados. Sea como fuere, conviene hacer varias consideraciones:
- De la UE nos beneficiamos todos, aunque de distinta manera. Los países más ricos y pequeños -en este caso varios de los han puesto más objeciones a la propuesta inicial-, porque pueden acceder a un amplio mercado para el que disponen de ventajas competitivas debido a su posición económica. Por otro lado, los países “del sur” constituyen para los primeros un hinterland necesario que les aporta seguridad y estabilidad.
- A alguien puede sorprenderle que pese a la sintonía inicial entre Alemania, Francia, Italia, España y otros (solo estos representan juntos más de la mitad de la población de la UE), la negociación haya costado tanto y se debieran hacer concesiones a algunos que representaban un porcentaje significativamente menor. Las grandes decisiones de la UE, especialmente cuando se refieren a una esfera nueva o que no forma parte del núcleo de competencias exclusivas, requieren la unanimidad. Un determinado país puede vetarlas. Esa es la práctica en bastantes organismos internacionales y por eso, la mayor parte de ellos son excesivamente lentos y a menudo inoperantes, cuando los intereses en juego son contrapuestos. La UE representa una notable excepción y parte de su éxito radica en la supranacionalidad, aunque solo la ostenta y la pueda ejercer en un espectro limitado de ámbitos. En los demás, como el actual, para remediar una crisis insólita provocada por un virus, no rige este criterio y las decisiones requieren del visto bueno de todos.
- La UE deberá endeudarse, con garantías de algún modo mancomunadas, para materializar este ingente paquete de medidas, por primera vez en su historia. No existe un Tesoro único, como si de una gran nación federal se tratara, pero este endeudamiento avalado por una institución que representa el conjunto de la UE ya constituye de por sí una extraordinaria novedad. Se acerca a una mutualización de la deuda que proponíamos, junto a muchas otras voces, en el cuaderno “Europa en la encrucijada”, publicado en 2014.
- Los líderes de los Estados miembros están aprendiendo de los errores de gestión de la anterior gran crisis de 2008. También se sienten impelidos a dar una respuesta contundente y eficaz, cada vez más exigida por las opiniones públicas respectivas. En el pasado reciente han dado imágenes bochornosas de desunión: ante el drama de los refugiados que llegaban a las puertas de Europa; ante el “sálvese quien pueda” de los primeros meses de eclosión del COVID; etc… Por no hablar del Brexit, un golpe emocional duro, en primer lugar y especialmente para el Reino Unido, pero también para la UE.
- Esta decisión del Consejo Europeo, pendiente todavía de la aprobación del Parlamento Europeo y de las preceptivas ratificaciones nacionales, no soluciona ipso facto el retroceso que ha supuesto la pandemia y que se ha llevado por delante a muchas empresas y a millones de personas al paro. Pero sienta las bases y aportará la liquidez necesaria para gestar la salida de la crisis. Cada Estado miembro deberá presentar un paquete de medidas a las que aplicar los fondos que va a recibir. Ojalá que se inviertan con acierto. A España le corresponderán alrededor de 140.000 millones de €, una cifra enorme, alrededor del 11 % del PIB del país. Gestionarla adecuadamente es una gran responsabilidad, lejos de ser pan comido. La tentación sería gastarlos en rublos de visibilidad política pero escasa eficiencia real. Este país, que históricamente se ha beneficiado como pocos de los fondos europeos, dispone de infraestructuras físicas en algunos casos mejores y más modernas que la de otros socios comunitarios más desarrollados económicamente. En sentido figurado, hemos invertido mucho en hardware y poco en software. Por eso, ahora se recomienda que en el caso español, la utilización del nuevo maná europeo tenga en cuenta las inversiones sociales, la sostenibilidad de las pensiones, la reforma de la educación o la transición digital y ecológica, entre otros. Este último aspecto es uno de los grandes caballos de batalla de la Comisión europea para luchar contra el cambio climático.
En mi anterior artículo en este blog subrayaba el breve pero elocuente discurso de la presidenta de la Comisión al inicio de la pandemia dirigido a España: “no estáis solos” y abogaba por hechos que corroboraran sus palabras. No han faltado gestos posteriores: ella y los presidentes de las otras dos grandes instituciones europeas, el Parlamento y el Consejo, asistieron al emotivo y restringido acto de homenaje a los fallecidos por COVID en Madrid hace pocos días: bello detalle de cercanía. Después de la macro-cumbre del pasado fin de semana por un lado, y de las medidas implementadas por el Banco Central Europeo por el otro, aquí están las pruebas. Europa ha movido ficha. A partir de ahora le corresponde a España y a sus 26 socios europeos seguir a la altura de esta oportunidad única. El rastro de dolor humano tras la recesión ocasionada por la pandemia así lo precisa.
Imagen extraída de la agencia EFE
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