Xavier Casanovas. [Ara] Una mirada a la reacción social derivada de la crisis económica del 2008 nos hace patente que la ciudadanía tardó tres años en entender qué pasaba y poder empezar a responder. Y mientras, se gestó una salida política por la vía de la austeridad y el rescate bancario que dio lugar a un grave incremento de las desigualdades. No sabemos qué hubiera pasado si las medidas hubieran sido otras, pero como dice repetidamente el economista Branko Milanovic, entre 2007 y 2013 el 80% más pobre en España vio caer sus ingresos hasta un 30%, mientras que el 20% más rico los vio aumentar en los percentiles más altos hasta el 10%. España ha visto como el número de millonarios se ha multiplicado por 4,7 en los últimos diez años, llegando a las 979.000 personas.
No supimos reaccionar como sociedad para que la salida de la crisis -si es que llegamos a salir nunca- fuera por la vía de la redistribución y no por la del aumento de la desigualdad. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero esta vez no nos podemos permitir que nos pase lo mismo.
Si algo hemos aprendido las entidades sociales y ciudadanas en la última década, es la importancia capital de entender bien y hacer pedagogía sobre la bondad de los impuestos. Deben ser defendidos con uñas y dientes como la última posibilidad de una vida social compartida, donde nadie quede al margen. Son la tabla de salvación de un estado del bienestar aún por acabar de construir. España tiene una presión fiscal más de 6 puntos por debajo de la media de la zona Euro. Y muchos deberes pendientes en su sistema impositivo: unos beneficios fiscales desorbitados de los que se aprovechan especialmente las rentas más altas, un impuesto de sociedades en caída libre por el dumping fiscal de países vecinos, una competencia desleal entre autonomías en cuanto al impuesto de patrimonio y sucesiones, y una economía sumergida desmesurada. Además de los deberes no hechos hasta ahora, el momento de crisis económica excepcional que estamos viviendo nos obliga también a valorar medidas extraordinarias que nos permitan financiar el necesario apoyo a familias, pequeñas empresas y autónomos, no por la vía de más endeudamiento en condiciones draconianas sino por la de la solidaridad y la justicia fiscal.
En esta línea, la Plataforma por una Fiscalidad Justa acaba de proponer 15 paquetes de medidas que deberían permitir levantar hasta 34.301 millones de euros abordando las reformas fiscales pertinentes y apostando de forma valiente por pedir un mayor esfuerzo a quien más tiene. Ahora no se trata de poner parches, sino de aprovechar el momento en que la ciudadanía puede entender mejor que nunca la necesidad de unos buenos impuestos. Lo que se propone no es revolucionario, sino que pone el énfasis en las actuales injusticias de nuestro sistema fiscal y en lo que ha sido posible hacer en otros momentos históricos de crisis global. Los miembros de la Comisión para la reconstrucción social y económica del Congreso harían bien en leerlo.
Ahora que hemos comprendido la importancia de los servicios públicos y el daño que los recortes han hecho a una atención sanitaria que ha respondido de manera ejemplar, ahora que vemos como el mundo educativo necesita recursos para que nuestros niños no queden abandonados solos ante un ordenador con mala conexión wifi, ahora que conocemos la realidad de cientos de miles de familias que se encuentran sin ningún ingreso en casa para los próximos meses, ¿alguien se atreverá a decir que no se puede mejorar la progresividad del IRPF?, ¿o se escandalizará por la implementación de una CovidTax a nivel europeo que grave los patrimonios de más de un millón de euros en tan sólo un 1%?, ¿o por un impuesto que grave las ganancias extraordinarias generadas en estado de alarma o la especulación de quien se ha enriquecido con la volatilidad financiera de los últimos dos meses? Necesitamos más valentía y coordinación que nunca. Se lo debemos a cajeras, transportistas, enfermeras, riders, veladoras de ancianos…, y tantos otros colectivos que han visto como su poder adquisitivo caía año tras año en la última década y ahora han sido el último dique de contención de un modelo social y económico que hacía aguas.
No nos engañemos, sabemos que de esta crisis saldremos todos más pobres y vendrán tiempos muy duros, pero si algo no podemos permitir es que salgamos de nuevo más desiguales.
Imagen extraída del diario Ara