Daniel JoverSe ha instalado una visión conformista que tiende a justificar el drama actual culpabilizando a las víctimas. Una brecha insalvable entre los integrados y los excluidos, neutralizada por la heterogénea capa de precarizados. Esta sería la mejor coartada para mantener y reproducir la dualización de la sociedad: responsabilizar a los perdedores de su situación. Y, como paliativo, una creciente asistencialización de las políticas sociales y de empleo que, tergiversando los conceptos de inserción, comunidad y responsabilidad social, se convierten en un falso remedio que segrega y fragmenta selectivamente.

La cultura de la inevitabilidad de la exclusión social impide trabajar a favor de la justicia y de la dedicación a los más desfavorecidos. Pero no hay peor falsedad que la de quien se engaña a sí mismo. Nada cambiará si no aprendemos a crear vínculos, a hacer un cambio mental. La transformación personal es condición de cualquier cambio social. Necesitamos elaborar un arte de vivir que sepa unir en fecunda interacción las motivaciones personales y colectivas. Sin ética solidaria ni esperanza no hay desarrollo comunitario ni trabajo social posible. Y para que esta vida valga la pena y sea convivencial, hay que compartir problemas y soluciones con los demás. Este aprendizaje cotidiano del valor del diálogo ayuda a arraigar en la cultura democrática, fundamento de la participación y la capacidad de autoorganización de las comunidades. Es una forma de expresar desacuerdos y puntos de vista diferentes para que sean fecundos. Muchas veces los conflictos en diálogo pueden ser alternativos a una violencia que nace a menudo en el silencio, la frustración o el aislamiento.

Ante el miedo, la angustia, el individualismo y el egoísmo, hay que impulsar culturas cooperativas orientadas a la emulación, a compartir la alteridad, la fraternidad y la alegría. Solo podemos hacer posible la esperanza si confiamos en las capacidades y potencialidades de la gente organizada, como una manera mejor de avanzar juntos en la fraternidad.

El mejor desarrollo comunitario local debe ser no sólo sostenible, sino solidario. Debe enfocarse para la promoción económica y el empleo, pero no dicotomiza las partes, sino que integra y complementa el enfoque económico-social y el ético-cultural: fusiona el concepto desarrollo comunitario y el de territorio socialmente responsable fomentando la participación, la convivencia y la regeneración democrática de las ciudades. ¡Construyamos juntos territorios y comunidades socialmente responsables nutridas de la ética cooperativa y solidaria!

Toda intervención social y comunitaria debe ser honrada con la realidad

Presento de manera esquemática nueve intuiciones elementales como referencia y cuaderno de bitácora para discernir y avanzar en cooperación y fraternidad:

  1. Considerar a las personas y comunidades como sujetos de su propia historia y no meros objetos de nuestra intervención, reconociendo sus capacidades y dignidad, ayudando a que sean protagonistas de sus procesos.
  2. Tener una perspectiva global-holística: centrados en lo local, pero expresando la visión del mundo en su conjunto y sus interrelaciones e interdependencias.
  3. Saber combinar la atención personal concreta, que puede ser paliativa, con la acción de promoción estructural y transformadora.
  4. Practicar el discernimiento para diagnosticar y analizar los problemas descubriendo las claves esenciales en la realidad siempre ambigua y contradictoria.
  5. Constancia y persistencia en los procesos de cambio que requieren siempre trabajar a largo plazo.
  6. Capacidad de establecer acuerdos, alianzas y redes de cooperación asumiendo la diversidad como un valor.
  7. Generar ideas creativas e innovadoras para responder de manera eficaz y sensible a los problemas.
  8. Capacidad de responder con calidad desde la realidad histórica concreta y con las personas concretas.
  9. Cultivar permanentemente el cuidado, la discreción y la interioridad, para encontrar sentido y significado en lo que se hace.

Imagen de Comfreak en Pixabay 

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Maestro, educador y emprendedor social, es cofundador del Equipo PROMOCIONES, Red de Conocimientos y Servicios Avanzados para el Desarrollo, organización de economía social y solidaria pionera en el campo del desarrollo local, la creación de empleo y empresas, la formación y la inserción profesional. Es presidente de la Asociación para la Promoción de Iniciativas Sociales y Económicas (APRISE) y asesor de educación y empleo de diversas instituciones públicas y privadas.
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