José Eizaguirre. El pasado sábado 25 de enero se celebró el primer Día Mundial de Protesta contra el 5G, con más de 200 actos en 32 países (en el Estado Español: Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria, Murcia, Granada, Madrid, Segovia, Talavera de la Reina, Pamplona, Zaragoza y Barcelona). Llama la atención esta diversidad geográfica, para ser la primera convocatoria del movimiento Stop 5G Internacional, que responde al llamamiento internacional para detener la implantación de la red 5G en la Tierra y en el espacio.
Hace ya tiempo que venimos sabiendo que se está implantando esta última tecnología inalámbrica y que las ciudades de Segovia y Talavera de la Reina habían sido elegidas por Telefónica para ser «laboratorios vivos 5G«. Posteriormente Orange ha anunciado algo similar en Barcelona y otras ciudades.
Lo que pide el movimiento Stop 5G es detener la implantación de esta tecnología hasta que se asegure que no es perjudicial para la salud de las personas y de otros seres vivos. Pues lo cierto es que hay suficientes evidencias científicas que deberían llevarnos a aplicar el principio de precaución. Hace cinco años, 240 científicos firmaron la Declaración científica internacional de Bruselas sobre Electrohipersensibilidad y Sensibilidad Química Múltiple. En este nuevo «llamamiento internacional», firmado por científicos, médicos, representantes de organizaciones medioambientales y otros, de 204 países, se recuerda que «La implantación del 5G incrementará masivamente la exposición a la radiación de radiofrecuencia (RF) de las telecomunicaciones acumulándose a la ya existente con las actuales redes 2G, 3G y 4G. La radiación de radiofrecuencias ha demostrado ser perjudicial para los seres humanos y el medio ambiente. El despliegue del 5G constituye un experimento sobre la humanidad y el medio ambiente que bajo el prisma del derecho internacional puede definirse como un crimen contra la humanidad».
El movimiento 5G no se opone a la tecnología de las telecomunicaciones, sin duda necesaria. Pero propone preferir las conexiones por cable, mucho más seguras e inocuas, como ya se ha probado. Y es que los potenciales peligros de la tecnología 5G no se limitan a la salud de las personas y de otros seres vivos, animales y vegetales; también afectarán presumiblemente a la privacidad y ciberseguridad, ya que los sistemas inalámbricos son más vulnerables que los alámbricos, por no hablar de la posibilidad de utilizar el 5G como mecanismo de control de las personas. A esto hay que añadir el mayor consumo de energía a nivel global que demandará este despliegue tecnológico, precisamente en un contexto mundial de necesaria transición energética, y la mayor producción de residuos electrónicos.
Por otra parte, numerosos académicos y científicos llevan advirtiendo desde 2010 que las frecuencias utilizadas por algunos países para la red 5G interferirán con las mediciones que toman los satélites meteorológicos, al distorsionar las mediciones de vapor de agua. Esto es especialmente grave en un momento de Cambio Climático en el que las predicciones meteorológicas fiables son más necesarias que nunca para alertar de tormentas, huracanes y otros fenómenos extremos.
Algunos astrónomos también alertan de las consecuencias que tendrá el lanzamiento de los miles de satélites necesarios para el despliegue de la tecnología 5G. Entre otras, se cambiará la visión del cielo nocturno, pues muchos de esos satélites serán visibles a simple vista. Los miles de satélites que se prevé lanzar «superarán en número a las aproximadamente 9.000 estrellas visibles para el ojo humano sin ayuda». Los seres humanos hemos cambiado mucho la superficie de nuestro planeta (y no siempre para bien); ahora nos proponemos cambiar también la imagen del cielo nocturno…
Sorprende este descomunal despliegue inalámbrico cuando tantas voces están alertando de sus posibles consecuencias negativas. La propia OMS calificó en 2011 los campos electromagnéticos de radiofrecuencia como posiblemente cancerígenos para los seres humanos. La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en su Resolución 1815 “Peligros potenciales de los campos electromagnéticos y sus efectos sobre el medio ambiente”, también sugiere adoptar el principio de precaución. En España, el Defensor del Pueblo recomienda hacer un seguimiento de los efectos de la tecnología 5G sobre la salud e insta repetidamente para que se cree la Comisión Interministerial sobre radiofrecuencias y Salud, pendiente desde 2014.
También algunos gobiernos autonómicos y municipios se han adherido al principio de precaución. Recientemente el Ayuntamiento de Barcelona publicó un artículo en el que se decía que la tecnología 5G no es inocua y pedía sumarse al movimiento Stop 5G y una moratoria al despliegue de esta tecnología «hasta que se sepa con certeza que no afecta a la salud y al medio ambiente». Un artículo que fue posteriormente borrado de la web municipal ante las críticas recibidas (conviene recordar que Barcelona es la disputada sede del importante Mobile World Congress). Como otras cuestiones que mueven enormes intereses contrapuestos, éste también genera diversidad de opiniones, en ocasiones polémicas.
Si, como parece, hay tantas dudas sobre su inocuidad, ¿por qué entonces seguimos adelante con el despliegue de la tecnología 5G, con todo bombo y platillo por parte de las compañías de telefonía móvil? La respuesta tiene mucho que ver con el enorme poder de estas corporaciones frente al escasa autoridad mostrada por los gobiernos, que deberían priorizar el bien común antes que el beneficio particular. En el «llamamiento internacional» citado, leemos: «Albert Einstein afirmó que «Dios no juega a los dados». Sin embargo, el hecho de continuar con la transmisión desde la Tierra y el espacio del 5G (…) hace sospechar que los gobiernos mundiales están jugando imprudentemente a los dados con el futuro de la vida en la Tierra.»
Esta importante responsabilidad de empresas y gobiernos nos hace recordar el criterio del papa Francisco en la encíclica Laudato si’: «Dado que el derecho a veces se muestra insuficiente debido a la corrupción, se requiere una decisión política presionada por la población. La sociedad, a través de organismos no gubernamentales y asociaciones intermedias, debe obligar a los gobiernos a desarrollar normativas, procedimientos y controles más rigurosos. Si los ciudadanos no controlan al poder político –nacional, regional y municipal–, tampoco es posible un control de los daños ambientales» (LS 179).
Como ciudadanos consumidores nos encontramos ante la dificultad -que no imposibilidad- de acceder a información veraz e imparcial. Pero precisamente eso debería llevarnos, como recomiendan muchos científicos, a ser prudentes y poner el cuidado de la vida por delante de los beneficios de la tecnología. Por eso, sin dejar de presionar y controlar al poder político, preguntémonos también hasta qué punto nosotros, como consumidores, deseamos, necesitamos y dependemos de las ventajas que nos proporciona la tecnología -en general y este nuevo despliegue 5G en particular-, qué repercusiones tiene en nuestra propia vida y en otras vidas, y cómo podemos utilizarla de forma responsable. ¿Realmente necesitamos tanta conectividad pagando el alto precio que supone en términos de salud, seguridad, dependencia, daño a otras formas de vida y riesgo para el medioambiente global?
Puede parecer que las demandas del movimiento Stop 5G son una lucha más entre otras muchas que tenemos ya en marcha. Pero en realidad es un frente más de la lucha a favor de la vida y contra los que «buscan solo beneficios a costa de los pobres y de la tierra» (LS 246) (y pensemos si no deberíamos citar la LS en primera persona del plural: «los que buscamos nuestro beneficio -expresado en comodidad, bienestar o precios baratos- a costa de los pobres y de la tierra». Continuando con palabras de la Laudato si’, «no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental» (LS 139) que requiere «una reunión de fuerzas y una unidad de realización» (LS 219). ¿Nos unimos?
Imagen de Ria Sopala extraída de Pixabay
Historicamente los avances tecnologicos siempre han ido acompañados de dos caras, una de mejor calidad de vida, otra de asumir riesgos desconocidos que solo con el trnscurso del tiempo nos dira si valia la pena o no,,,