Maria Labernia. Al escuchar la sesión de Gustavo Duch sobre reconciliarnos con la naturaleza fueron muchas cosas que resonaron en mi interior. Su manera de expresar y compartir fue cercana y sencilla.  Puso su vida sobre la mesa y la compartió con todos parte de su historia de vida. Me hizo pensar que reconciliarse con la naturaleza tiene que ver con la sencillez, lo pequeño, con escuchar y compartir.

Desde su experiencia vital y real nos relato la salida de sus antepasados del pueblo hacia la ciudad y compartió su apuesta actual de «intentar integrarse en el mundo rural, en pueblos que también están urbanizados». El recorrido de la familia de Gustavo, de lo rural a lo urbano, nos conecto a muchos de nosotros (unas 100 personas) con nuestra propios recorridos, con «nuestro propios pueblos», nuestro origen y esencia. La idea de que todos tenemos un pueblo, todos tenemos esa necesidad profunda de conectarnos con lo esencial de la vida, ese origen del que formamos parte cada una y que nos une a los demás.

Gustavo Duch nos hizo muchas preguntas, fueron una llamada a  ponernos en movimiento, a  generar en nosotros proceso, a «sembrar» la autocrítica y reflexión: «¿Somos productores o somos consumidores? ¿Quién de vosotros sabe criar una oveja? ¿Quién sabe sacar de la uva vino? ¿Quién sabe producir su propia comida? ¿Cómo es posible que nosotros comamos? Comemos porque robamos, el mundo industrial depende del mundo rural. ¿Qué quiere decir la pérdida de una cultura rural? ¿El  día de hoy he visto el horizonte?. No tenemos capacidad física de visualizar el territorio donde vivimos. Hemos perdido la dimensión para ver los límites físicos. ¿Cuántas decisiones de vida o muerte ha de tomar un hortelano?, ¿Si los árboles produjeran WIFI que haríamos?… Los árboles sólo producen el aire que respiramos».

La sesión también fue una invitación a participar activamente, a sentirnos parte de algo mayor. Porque reconciliarse con la naturaleza nos implica, nos conecta y compromete a todas y todos. Al comenzar nos repartió unos papelitos pequeños y nos pidió que escribiéramos un verso sobre algo que escucharnos de su relato, algo que nos llamará  la atención. De vez en cuando nos preguntaba: ¿habéis escrito? y casi al final, micrófono en mano, fuimos escuchando cada uno de los versos que escribimos. Gustavo recogió cada papel y al final nos dijo que habíamos construido entre todos un único-verso, un «universo»: un verso pequeño que se siembra en la tierra y se funde con otros versos.

Reconciliarse con la naturaleza, «volver al pueblo, volver a lo rural», tiene que ver con conectarse: con el deseo profundo: «porque cuando siembro algo, tengo que esperar, cuidar, remover la tierra, creer en la magia de lo invisible»; con los límites propios y físicos: «con la propia muerte porque la muerte no es lo que hay después de la vida sino es lo que hay antes de la vida» y con volver a la vida en comunidad.

Duch

Imagen de Free-Photos extraída de Pixabay

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