Jordi López Camps. Hace varios años, a raíz de unas elecciones autonómicas, escribí una reflexión sobre los pactos políticos. Ahora, las recientes elecciones municipales han vuelto a situar la cuestión de los pactos en el centro del debate político. He recuperado aquel texto y, prácticamente sin muchos retoques, lo vuelvo a publicar porque su contenido sigue plenamente vigente.
¿Qué hacer ahora? Esta es la pregunta que se hacen muchas personas a lo largo de la vida. En estas circunstancias, la espiritualidad cristiana, la vida cristiana en general, recomienda el discernimiento. Este método es el propuesto, por ejemplo, por san Ignacio en sus Ejercicios Espirituales. Es situarse delante de Dios y, a través de una oración y una práctica, intentar averiguar cuál es su voluntad. No estaría mal que algunos decisores políticos emplearan el sentido de este método para vislumbrar lo que hay que hacer ahora, en el momento de determinar los pactos políticos para los próximos cuatro años.
Sería bueno que los negociadores de pactos se dejaran guiar por la idea de buscar el camino recto hacia el bien común en lugar de sus intereses particulares. La gran tentación es dejarse llevar por esto último. No siempre estos intereses son personales, también pueden ser de partido o similares. Una variante restrictiva de ello es reducir el horizonte de la decisión a la inmediatez del corto plazo y no ver con mayor perspectiva. Un posible cálculo de rédito rápido puede oscurecer el horizonte estratégico. A veces, los movimientos tácticos pueden estar condicionados por la posición política o el estatus de quien hace el análisis. Es muy humano procurar conservar la posición adquirida, pero esto puede estimular la visión conservadora de la realidad. El discernimiento debe ayudar a diferenciar el riesgo del mantenimiento de la posición social. A veces, la política significa renunciar en unos aspectos para crecer en otros.
Otras dimensiones del discernimiento político son la responsabilidad, la comodidad y el equilibrio emocional. El rencor y el resentimiento sólo pueden estimular actitudes agresivas donde la inteligencia emocional puede inducir falsas apreciaciones. De tal manera que la responsabilidad política se puede anular por unos sentimientos de enojo. Los sentimientos que genera la adversidad de un mal resultado pueden empujar a la marginalidad política sin darse cuenta de que la razón puede aconsejar otras vías más eficaces para modificar el panorama político. Barricada o influencia, éste es uno de los otros dilemas para el discernimiento político. La responsabilidad también se tiene con las personas cercanas. Algunas veces la temeridad política puede hacer olvidar que, más allá de los beneficios personales, existen unos compromisos adquiridos con otras personas. Recuerdo el dilema moral de un alcalde que explicaba que en su decisión de pactar o no iba implícito el futuro profesional de unas personas.
El discernimiento también debe estar atento a lo que opina la sociedad. No se trata de gobernar a partir de la demoscopia, pero sí escuchando y teniendo presentes los deseos esperanzados de la sociedad. Puesto que la verdad se ilumina con el diálogo, es bueno hablar, y escuchar lo que piden las personas. En este sentido, en la sociedad se escuchan voces que piden una nueva manera de entender y hacer política bastante distinta a la que impera en las direcciones de los partidos. Las personas esperan voluntades de entendimiento y de cooperación con el fin de salir de la crisis. Desde la sociedad se pide un esfuerzo de entendimiento para encontrar caminos concretos que sumen en lugar de restar o dividir. Estos criterios, como otros, pueden ayudar a construir un sencillo método para proceder con el discernimiento político a la hora de determinar cuáles son los mejores pactos.
Imagen extraída de: UNE Uruguay
[…] llegó la edad de jubilación. Sintiéndose con fuerza y ánimo, decide presentarse a las pasadas municipales y obtiene una concejalía en el ayuntamiento del lugar donde […]
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