Lucia MontobbioExisten imágenes que se quedan grabadas en la memoria. A veces son imágenes poco románticas, memorias anostálgicas. Te las llevas porque te dan información útil.

Recuerdo una pizarra blanca con dos palabras escritas: uso y abuso. Se quedó en el rellano de las escaleras de caracol por las que bajábamos al patio y subíamos al aula. Era la época de primaria, en el colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón (alias Shalom). La pizarra había servido para explicarnos algo relacionado con la importancia de la pirámide de alimentos. Comer de todo era bueno, abusar de un alimento, a menudo, era malo. Cada dos por tres topábamos con la pizarra: uso y abuso.

En ese mismo colegio también aprendí el significado de la cuaresma y del ayuno. Por aquel entonces a mí me parecía estupendo dejar de comer carne. Así que las monjas se ocuparon de explicarnos que de lo que se trataba era de renunciar a algo que nos gustara mucho. Apunté en un trozo de papel cuadriculado: “Chocolate”. O de esforzarnos por hacer algo que tendría efectos positivos sobre nosotros y el prójimo. Volví a apuntar: “Jugar con mis hermanas sin pelearme”.

Doy un salto de 25 años. Y desde el Centro Arrupe de Valencia, vía Cristianisme i Justícia, llega esta petición: “Del móvil, la tablet, los gadgets que nos conectan con los de lejos y nos desconectan de los de cerca. ¿Eres consciente de las horas que pasas al día pendiente del teléfono? Dicho de otro modo ¿cuanto tiempo serías capaz de «aguantar sin mirar el móvil»? Te proponemos ayunar de conexión. Desconecta de la nube para conectar con la tierra. Pierde tiempo con alguien: un paseo, un café esa visita que tienes pendiente, un abrazo…»

La cosa se complica, no se trata solo de desconectar de la nube, también de conectar con la tierra. Algo así como un ayuno que alimenta.

Por divertimento ya lo he probado antes, esto de desconectar. A veces me dejo el móvil a propósito en casa, le saco la lengua y no vuelvo a por él. De tanto en tanto también desaparece la televisión del salón. Es una pantalla pequeña, fácil de trasladar al trastero, no hemos querido darle el papel de miembro VIP en la familia.

A finales del año pasado se hizo viral un vídeo, el anuncio de Ruavieja, que decía así: en los últimos 6 años, el uso del móvil se ha triplicado, y el contacto con la gente que nos importa se está trasladando a las redes sociales, como consecuencia pasamos menos tiempo con nuestros seres queridos, y más tiempo delante de las pantallas. Aparecen diferentes parejas de amigos, familiares, que explican cuál es su vínculo emocional y a la par cuánto se ven. A partir de lo que explican, se hace un cálculo del tiempo que les queda por pasar juntos a las parejas que resulta sorprendente.

Rafael Santandreu afirma en este mismo audiovisual: “Es una contradicción, no cabe duda, la gente afirma que sus seres queridos son lo más importante, pero la distribución del tiempo no lo demuestra así. Esto tiene que ver con el modo que tiene nuestro cerebro de funcionar, estamos programados para evitar pensar en el tiempo que nos queda por vivir. Así, tenemos la sensación de que siempre tendremos la oportunidad de hacer las cosas que nos hacen felices.”

Poco después, María Unanue, se animó a responder al anuncio de Ruavieja con un artículo titulado “Por qué no veo a mis amigas”. Escribe: “No veo a mis amigas por lo que no leo y por lo que hace meses que no bailo: porque vivimos en una colmena capitalista individualista donde el eje es “ir a trabajar”.  Y defiende: “O se reducen las jornadas, se democratiza el cuidado de hijxs y abuelxs, alguien consigue que se bajen los precios de necesidades básicas, se desestructura la vida en pareja y familia, etc, o a mí que nadie me mande vídeos de que no veo a mis amigas porque miro el móvil. ¡Porque el móvil a menudo es la única manera de hablar con mis amigas!”.

Vale la pena tanto ver el vídeo, como leer el artículo. El uso de las pantallas puede tener puntos positivos, e incluso ayudar a contactar con seres queridos. El abuso de la tecnología puede provocar el desconecte de los seres queridos, la substitución del encuentro físico por el virtual.

Las virtudes consisten en el término medio, ya lo decía Aristóteles. O como nos decían las monjas, entre no comer nada y comer demasiado, está la medida justa. Así que en esta cuaresma, estemos atentos al abuso de las pantallas, y cuando nos asalte, apartemos el móvil de nuestros ojos, saquémosle la lengua, y salgamos a pasear.

Imagen extraída de: Pixabay

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Estudió Periodismo (UAB), Cultura de Paz y Gestión de Conflictos (UAB) y Mediación profesional (UPF). Ha trabajado en diferentes departamentos de comunicación dentro del tercer sector: Fundació Arrels, Cristianismo y Justicia, Co-operation Ireland, Migra Studium, la Fundación Social de Hijas de la Caridad. Desde 2006 colabora con la redacción de El Ciervo donde se elaboran las revistas de Foc Nou y El Ciervo, primero como redactora, luego como jefa de redacción y ahora en el consejo de dirección. Actualmente, es responsable de comunicación en el Instituto de Ciencias Religiosas de Barcelona y es mediadora de conflictos familiares en Weidemann BCN. Colabora con varios medios, entre ellos, Catalunya Religió.
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2 Comentarios

  1. Muy medido y claro Lucía. Muy interesante retomar el olvidado sentido de la.mesura y reivindicarlo sin categoricas posturas. Gracias.

  2. Lucía muy actual se trata de restablecer un poco de equilibrio en todo: tu reflexión empieza con la pirámide de los alimentos y termina con el uso de los tablets
    El termino medio, la medida, el equilibrio son tan poco populares ya…

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