Víctor CodinaTodos los pronósticos para el 2019 son sumamente oscuros desde todos los puntos de vista: políticos (irrupción de la extrema derecha, crisis de la democracia, líderes políticos dignos de psiquiatras, corrupción, armamentismo…), sociales (exclusión, muros contra los inmigrantes…), económicos (desaceleración, pobreza…), ecológicos (no se quiere realmente luchar contra el cambio climático), de género (machismo, feminicidios, homofobia…), religiosos (fundamentalismo, abusos sexuales de dirigentes religiosos…) y un largo etcétera.

Ante este oscuro panorama que los medios difunden cada día, surge un pesimismo colectivo paralizante y anestesiante: no hay nada que hacer, es el final de la historia, Apocalypse now…

Pero estos diagnósticos son parciales e interesados. Hay sectores vivos que luchan por la libertad, la democracia y los derechos humanos, por la paz, la justicia y la preservación de la creación, por la defensa de las mujeres y de las personas LGTBI, por una política sana al servicio del bien común y de los marginados. La historia de la humanidad no es la de los monarcas de turno, sino la de los ciudadanos más nobles, pensadores, políticos, artistas, profetas, místicos y santos.

Sí hay algo que hacer ante la situación actual, comenzando por un serio examen colectivo: reconocer la corrupción no solo de las derechas, sino también de unas izquierdas alejadas del pueblo real; el egoísmo de dirigentes que se sienten salvadores mesiánicos, pero se olvidan de los pobres; los nacionalismos a ultranza; la falta de un liderazgo genuino; el paradigma tecnocrático que destruye la naturaleza en búsqueda de riquezas y bienestar para unos pocos. Habría que reconocer estos fallos, pedir perdón al pueblo y buscar enmienda y reforma.

Hay que buscar alternativas personales, familiares, sociales y políticas basadas en el cuidado, el servicio al bien común, la noviolencia, el diálogo, la reconciliación, levantar puentes y no muros, prioridad de los pobres y descartados. Si se afirma desde la ecología que cuando una mariposa vuela en Nueva York, llueve  en Birmania, mucho más eficaz es cualquier gesto humano por pequeño que sea para sanear y cambiar el ambiente social, humano y a la larga político: madres que se desviven por sus hijos, voluntarios jóvenes, ecologistas, maestros, médicos y enfermeras que atienden con cariño a sus pacientes, dirigentes honestos, ONGs como Open arms, pobres e indígenas que son sujetos de una nueva historia, el amor es más fuerte que la muerte, etc.

Los creyentes no podemos caer en estas actitudes sociales y religiosas fatalistas y apocalípticas. Quienes nos confesamos cristianos hemos de reconocer que Dios Padre-Madre sigue amando al mundo, que Jesús de Nazaret por su misterio pascual nos libera del pecado y de la muerte, que el Espíritu del Señor llena el universo, da vida y fecunda la creación, dirige la Iglesia y la historia hacia el Reino por caminos desconocidos y se hace misteriosamente presente en momentos de caos, de fracasos colectivos, de esterilidad e impotencia. Se trata de captarlo, discernirlo y colaborar con esperanza en la transfiguración de este mundo hacia el Reino. No podemos ser profetas de calamidades. Lo más contrario a la fe cristiana es el miedo.

Imagen extraída de: Pixabay

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Jesuita. Estudió filosofía y teología en Sant Cugat, en Innsbruck y en Roma. Doctor en Teología, fue profesor de teología en Sant Cugat viviendo en L'Hospitalet y Terrassa. Desde 1982 hasta 2018 residió en Bolivia donde ha ejercido de profesor de teología en la Universidad Católica Bolivia de Cochabamba alternando con el trabajo pastoral en barrios populares Ha publicado con Cristianisme i Justícia L. Espinal, un catalán mártir de la justicia (Cuaderno nº 2, enero 1984), Acoger o rechazar el clamor del explotado (Cuaderno nº 23, abril 1988), Luis Espinal, gastar la vida por los otros (Cuaderno nº 64, marzo 1995).
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