Pau Vidal. [Catalunya Cristiana] El 15 de noviembre pasado, de madrugada, el jesuita keniano Victor-Luke Odhiambo murió asesinado en Ceibet, Sudán del Sur.
Tenía 62 años de edad, 40 de jesuita y 31 de sacerdote. Era el director del centro de formación de profesores de primaria que la diócesis ha confiado a los jesuitas. Un grupo armado entró en la comunidad de los jesuitas bien entrada la noche y con dos disparos puso fin a la vida de Victor-Luke. Una vida inocente más, perdida absurdamente en el actual conflicto armado sur-sudanés.
Recuerdo haber compartido con Victor-Luke unas semanas durante el 2014, yo recién llegado al país, cuando el nuevo proyecto de centro de formación empezaba a tomar forma, y él, profesor de vocación, ya iba haciendo preparativos. Un hombre de una pieza, convencido de que los jesuitas teníamos que comprometernos con las realidades de más pobreza y necesidad, allí donde hiciera más falta. Era un enamorado de Sudán del Sur, donde llevaba ya más de 10 años, a pesar de la guerra y la violencia. En esa misma comunidad también vivía entonces otro jesuita que en sus largos años de servicio en el país le había pasado de todo, incluso un largo secuestro.
Cuando en 1975 la Congregación General 32 explicitó que la misión de los jesuitas de defensa de la fe implicaba necesariamente la lucha por la justicia, el P. Pedro Arrupe ya avisó que sin duda esta opción nos acercaría más a los pobres, pero que a la vez implicaría persecuciones y hasta la muerte. Desde entonces, más de 50 compañeros jesuitas han muerto violentamente en América Latina, Oriente Próximo, Asia, Europa y África. En un mundo terriblemente injusto como el nuestro, el anuncio del mensaje de justicia, de amor y reconciliación de Jesús es más necesario que nunca.
El presidente de la Conferencia de Jesuitas de África, en un comunicado oficial muy conmovedor después de la muerte de Victor-Luke, apuesta por un compromiso firme con las necesidades de Sudán del Sur, y entre otras cosas:
- Pide que el gobierno actúe para proteger las vidas de todos sus ciudadanos y todos los que viven y trabajan en Sudán del Sur, sin hacer diferencias de nacionalidad, etnia, religión o afiliación política.
- Condena la proliferación de las armas ligeras en Sudán del Sur, básicamente suministradas por países occidentales y de Asia, y pide que se pare inmediatamente su suministro.
- Pide que se fortalezca el liderazgo de la Iglesia local, con los nombramientos necesarios de los líderes eclesiales (obispos) para que puedan abordar las cuestiones de fe y justicia que afectan a las comunidades.
- Insta a la Unión Africana, los gobiernos de la región y la comunidad internacional a apoyar la implementación de los acuerdos de paz del 12 de septiembre de este año.
- Pide a todos los padres y madres, líderes de familias, clanes, estados y a toda la nación de Sudán del Sur que se unan para decir no inequívocamente a la cultura de la violencia y la muerte. Debemos poder superar las fuerzas del odio con el espíritu y la fuerza del amor, la justicia, la paz y la reconciliación.
Que el testimonio de entrega total del jesuita Victor-Luke nos aliente a todos a no acobardarnos ante las dificultades y retos que nuestro mundo contemporáneo nos plantea. Que el buen Dios nos ayude.
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Imagen extraída de: Catalunya Cristiana