J. I. González Faus. Querida señora Presidenta:
He pensado siempre que Usted era la cara más presentable del PP y he deseado que pudiera sustituir a D. Mariano. Por eso me encuentro ahora perplejo ante su situación y su modo de proceder. Pregunta usted: ¿por qué tengo que dimitir? Creo que esa pregunta tiene una respuesta de ética política y otra de ética personal.
“La mujer del César no sólo debe ser honraba sino también parecerlo”. Esa máxima se acuñó ya en la Roma imperial, al margen del cristianismo y mucho antes de nuestra civilización supuestamente democrática. Usted hoy no es la mujer del César, sino la César en persona. Por si fuera poco, y sea cual sea la historia de su Máster, parece innegable que usted. ha mentido.
En segundo lugar, no sé si es usted cristiana o no pero, si lo fuera, podrá saber que a los ojos de Dios tiene más grandeza humana el pecador que reconoce su culpa y está sinceramente arrepentido de ella, que el presunto inocente que cree no tener nada de que arrepentirse.
Comprendo que usted no querría poner en juego su carrera política que parecía prometedora. Comprendo que se lamente diciendo que otros, con alguna historia tan turbia como la suya, siguen en pie impunemente. Comprendo esa sensación de falso honor que nos hace víctimas del juicio de los demás… Pero créame: nada de eso es comparable con la paz y la dignidad que se siente cuando uno es capaz de asumir y reconocer la propia culpa, demostrando así que en su interior queda una bondad más fuerte y más hondamente suya que los fallos que pueda haber cometido.
Además de eso, creo que su dimisión sería un ejemplo inaudito de integridad en este país afectado por lo que en otra ocasión llamé Esclerosis Total Amnioética. Ahora los días podrían ser duros para usted, pero mañana serían un modelo a seguir por haber sabido superar nuestra incapacidad para dimitir y la hipocresía con que apelamos al ejemplo de Alemania si nos entrega al señor Puigdemont, pero no invocamos ese ejemplo cuando en Alemania han dimitido ya tres altos cargos públicos por razones académicas semejantes a las que le afectan a usted.
Finalmente, su gesto podría contribuir no solo a dar un ejemplo en este país sino también a regenerar a su partido. Por razones sociales, yo me considero un radical de izquierdas (si quiere usted un izquierdista desengañando): porque creo que las víctimas de nuestro “sistema que mata” son los preferidos de Dios y el punto de partida primario de cualquier consideración política o económica. Pero, pese a ello, como escribí en otra ocasión, creo necesario que exista un partido de derechas, porque me parece que la derecha ha conservado mejor la necesidad del esfuerzo y la laboriosidad, frente a esas izquierdas ingenuas que parecen desconocer lo que es la pasta humana, y siguen compartiendo el error de aquel barbudo innombrable (tan genial por otro lado), pero que pensaba que con solo llegar los suyos al poder y hacer algún cambio estructural (muy necesario por otra parte), con solo eso ya todos nos volveríamos buenos automáticamente. Y así nos ha ido. Ya hace más de 40 años, en una carta a los cristianos por el socialismo, en los que siempre milité, recordaba un consejo de san Pablo que me ha parecido fundamental: llevad a cabo vuestra liberación “con temor y temblor”.
En fin, mi querida señora, aunque no guste alguna de las cosas que le he dicho, quisiera poder asegurarle que nunca tendrá usted en mí a un enemigo (pues no me considero mejor que Usted) sino a un amigo dispuesto a darle la mano y sentarme a tomar un café juntos, hablando tranquila y reposadamente de todo lo que haga falta.
Imagen extraída de: Wikimedia Commons
En su largo epistolario, no recuerdo que haya escrito carta alguna el profesor Faus a miembros de la jerarquía. Cierto es que no soy seguidor de su trayectoria y a lo mejor le ha dado a la péñola en correspondencia eclesiástica. Por ejemplo, la licenciatura en matemáticas del cardenal Osoro. ¿Es, como la de Franco, el socialista de Madrid ariete contra Cifuentes, un «farol», «pegote», etcétera? O por referirnos a lindes más próximos, no comentó Faus ningún falso título del Principado y mire que los hubo, desde la democristiana Ortega, de CiU, hasta la socialista Chacón. Aquella ni era licenciada en psicología, ni ésta doctora en derecho, que por fin lo obtuvo creo. Tienen las diócesis catalanas un arzobispo en cuyo curriculum figura «estudios de doctorado». No miente descaradamente, pues no dice que sea doctor, pero sí lo insinúa, sí se presta a confusión. Vamos, que sin tesis, ni nada que se le pareazca, monseñor parece dibujado con birreta de doctor. Cardenal, arzobispo.. ¿deberían dimiutir? ¿O acaso vicepresidir la Conferencia Episcopal y presidir el secretariado episcopal de Universidades?
En fin, padre Faus, usted es muy dueño de escribir a quien le parezca, incluso aunque sus cartas sean dardos. Lástima que demasiado sectarios, ¿arteros?
He leído con sorpresa el comentario de J.M. Valderas. Digo con sorpresa, pues es muy sorprendente que alguien se extrañe que alguien – sea político avezado, o lego en tales menesteres, que le dirija una carta con reflexiones de tipo ético a una política que ha estado en el candelero por cuestiones de fraude, aireado y demostrado, aunque no confeso. Parece que a algunos les moleste que se destapen tales vilezas, como si el deber de la ciudadanía fuese el de aguantar carros y carretas, para solaz y abuso de quienes mandan. No entiendo este rasgar de vestiduras ante hechos sobradamente probados, que ponen en evidencia que algo muy grave está fallando nuestro sistema político.
No sé si he adivinado las intenciones de quien acusa a J.I González de sectario. No soy yo quién para defender a este ilustre teólogo, antiguo maestro mio, pues así le considero. Pero si he leído bien su artículo, el hacer referencia a la señora Cifuentes obedece a haber sido éste un tema de actualidad, que bien merece un comentario, especialmente si de él podemos sacar consecuencias éticas. De otros másteres, doctorados, licenciaturas y demás florido muestrario académico, se podrían hacer estudios y másteres de investigación, pero la notoriedad del caso Cifuentes merecía tratamiento aparte. El día en que cualquier otro político en el ejercicio del poder vuelva a transgredir, y esto llegue al conocimiento de los ciudadanos, pues nos volveremos a indignar con la misma razón. Que para denuncias no valen colores. Y harto necesitados estamos en este país tan tolerante con la corrupción, de gente que piense, y no embista, por ser la primera más noble actividad para la cabeza que la segunda. Si se me permite la expresión. Para concluir, que se enfría el arroz, digamos que nadie debería escandalizarse de las reacciones ciudadanas ante la corrupción, sean contra quien sean, y sin pretender que toda crítica suponga una investigación exhaustiva sobre todo hipotético acto de corrupción cometido en los últimas dećadas. Eso, por desgracia, no cabe en un máster, aunque sea legítimo, ni en dos. Mientras tanto, partiendo de lo que sabemos, clamemos, cual es nuestro deber de ciudadanos, contra cualquier forma de injusticia. Aunque no las sepamos todas. Faltaría más.