Lucia MontobbioLa cárcel Modelo ya hace 113 años que está con nosotros. La primera vez que la vi fue paseando con mis padres por la ciudad. Y me impactó. Sobre todo porque de niña pensaba que las cárceles estaban lejos, no en el centro de la ciudad.

De hecho, cuando se inauguró, en 1904, la cárcel sí estaba situada en las afueras, pero luego, con el crecimiento de Barcelona, terminó dentro del núcleo del barrio de la Nova Esquerra del Eixample. La Modelo se llamaba así porque pretendía ser un modelo para la reforma del sistema penitenciario.

La cárcel Modelo tiene forma de panóptico. Jeremy Bentham fue un filósofo y pensador inglés, y el inventor de esta estructura. En la periferia se levanta un edificio circular y en el centro una torre. El edificio periférico está dividido en celdas. Estas celdas tienen dos ventanas: una abierta hacia el interior que se corresponde con las ventanas de la torre, y otra hacia el exterior que deja pasar la luz de un lado a otro de la celda. Sólo hay que situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a una persona. Mediante el efecto de contraluz se pueden controlar las siluetas prisioneras. Se trata de una visibilidad totalmente organizada alrededor de una posición de dominio. Todo el interior se puede ver desde un solo punto.

Este edificio no volvió a aparecer en mi vida hasta que empecé a trabajar para las Hijas de la Caridad. Las oficinas que concentran la gestión de la acción social están justo al lado de la Modelo. Así que llevo casi tres años viéndola de ida y de vuelta todos los días laborables. Desde que lo hago, he ido oyendo que la cerraban, que la derruirían, que desplazarían a los internos. Pero se alargaba. Tras presenciar el capítulo del prisionero encaramado en la azotea de la Modelo en forma de protesta en el mes de marzo de 2017, en junio de 2017 nos sorprendió el anuncio del cierre definitivo de la instalación.

La Modelo ahora se puede visitar vacía. Comienzo a atravesar puertas de barras de hierro hasta llegar a las tres galerías que puedo recorrer. La primera galería que visito es la 5ª. Aquí tenían su celda las personas que entraban por primera vez en la Modelo. Es donde también se puede ver la exposición titulada «13 historias de la Modelo» donde se presentan 13 momentos y 13 personas o colectivos emblemáticos de la historia de la cárcel y de su vinculación a la historia de la ciudad y del país. Cada uno de ellos se asocia a una fecha y un contexto o una temática, por ejemplo, el president Companys, Ferrer i Guardia, Puig Antich o el Vaquilla.

Después visito la 4ª galería, donde estaban encarcelados los internos reincidentes. También es donde se pueden visitar otras dependencias más curiosas como una peluquería, el comedor, la biblioteca (que es una sala con unas decenas de libros) y se puede salir al patio donde pasaban ratos libres, muchos ratos libres que seguro que se hacían eternos (franjas de tres horas). Recuerdo que TV3 emitió una serie de capítulos donde se podía ver la vida en prisión, son 7 capítulos que hablan de la vida de los internos. «A la presó» así se llamaba la compilación. Algunos de los testimonios hablaban de la dificultad de llenar ese tiempo libre.

La prisión es un sistema que no me convence. La sociedad parece que se quede tranquila: has delinquido, pues no mereces ser de los nuestros, te apartamos de la sociedad, te castigamos. Para mí es todo más complejo. En el cuaderno de Cristianisme i Justícia «Cárceles y sociedad democrática» (1992) se puede leer con más profundidad lo que intento decir. Por ejemplo, en este fragmento:

«El hecho de vivir en la propia piel la tensión de verse castigado y rechazado por su sociedad y por los suyos hace que muchos pierdan un gran valor humano: la confianza en las personas y en las instituciones sociales. Muchos internos sufren crisis en su sistema de valores sociales, morales, políticos, religiosos, familiares, etc. Y también hay muchos que sufren un enfrentamiento traumático entre el sistema de valores humanos y el de la sociedad que los castiga.»

Las personas que delinquen, a menudo llevan una historia a sus espaldas donde hay situaciones de pobreza y vulnerabilidad extrema. No siempre, pero a menudo. La marginalidad y el hecho de tener que sobrevivir pueden hacer que caigan en cometer delitos. Lo mismo ocurre con aquellos que sufren adicciones o alguna enfermedad mental. Únicamente encerrarlos, someterlos a una disciplina y unos horarios, no contribuirá a una reinserción en el mundo que les espera tras cumplir condena. «La vida en prisión conlleva penalidades añadidas a la privación de libertad pretendida por la ley. La prisión produce consecuencias negativas, a veces traumáticas, sobre la vida personal, familiar y social de la persona que la padece. Y estas consecuencias negativas, en vez de regenerar al delincuente, contribuyen a reafirmarlo y hacerlo progresar en el delito», describe el mismo cuaderno.

Mientras reflexiono sobre esto, entro en la última galería, la llamada 1ª. El punto más deprimente y escalofriante para mí es la baldosa señalada con un foco de luz. En ese punto es donde se ejecutó a Salvador Puig Antich con el garrote vil. Tiemblo pensando en el momento que pasó Puig Antich y la familia que le acompañaba.

La prisión está degradada y se hace difícil pensar que hace un trimestre todavía hubiera internos. Hay detalles que podrían parecer graciosos y me sacan dramatismo de encima, como las normas: «prohibido venir a desayunar con toalla», «si encontramos las sábanas con nudos, o en la cama en vez de estar dobladas tras la puerta, no se recogerán para ser lavadas», «del comedor no se puede sacar comida, sólo panecillos». Imagino internos con el torso desnudo y toallas en la cintura intentando sentarse en el comedor, o haciendo nudos en las sábanas para intentar fugarse, o con los bolsillos llenos de panecillos. Pero por más que lo intente, no me sale una sonrisa.

Así pues, decido salir al patio y estar en silencio. Ante mí se alza, de forma paradójica, una palmera. Las palmeras están en las playas paradisíacas; pienso, ¿qué hace ésta aquí? Y recupero otro trozo del cuaderno de Cristianisme i Justícia que me lleva a acercarme a las vidas que transitaron los espacios por los que yo he paseado en libertad: «Si la libertad es un don sagrado del Creador y una conquista importante de la sociedad (don y conquista que deben ser educados y liberados, pero no suprimidos), la convivencia con personas traumáticamente privadas de este don debe resultar traumática en sí misma».

Os invito a que leáis el cuaderno, veáis los capítulos de TV3, visitéis la Modelo.

Modelo

Imagen cedida por la autora.

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Estudió Periodismo (UAB), Cultura de Paz y Gestión de Conflictos (UAB) y Mediación profesional (UPF). Ha trabajado en diferentes departamentos de comunicación dentro del tercer sector: Fundació Arrels, Cristianismo y Justicia, Co-operation Ireland, Migra Studium, la Fundación Social de Hijas de la Caridad. Desde 2006 colabora con la redacción de El Ciervo donde se elaboran las revistas de Foc Nou y El Ciervo, primero como redactora, luego como jefa de redacción y ahora en el consejo de dirección. Actualmente, es responsable de comunicación en el Instituto de Ciencias Religiosas de Barcelona y es mediadora de conflictos familiares en Weidemann BCN. Colabora con varios medios, entre ellos, Catalunya Religió.
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