Unos cuantos malentendidos y conflictos que vivimos individual y comunitariamente se pueden explicar (al menos parcialmente) por el hecho de que ante una misma realidad hay visiones diversas, y los datos que aportan unos y otros son aproximaciones a esa realidad que refuerzan sus propias posiciones. A veces se llega a difundir noticias claramente falsas. Ante esas conductas, algunos hablan de «la posverdad». Por ejemplo, en el acto de toma de posesión de Donald Trump, los portavoces de la Casa Blanca dieron cifras falsas sobre los asistentes, que lo fueron aún más comparando las fotografías de las asistencias en las tomas de posesión de Trump y Barack Obama.

El jesuita francés Paul Valadier afirma que eso de mentir no es nuevo en el panorama político, ni en el panorama humano en general. En un artículo sobre los peligros de la posverdad para la democracia, afirma que los gobernantes, los políticos y los ciudadanos siempre hemos dicho mentiras para obtener lo que queremos. Lo que ha cambiado últimamente es el hecho de que cuesta mucho más que antes descubrir las mentiras. Cuando pasa algo en un lugar al que no puedo acceder físicamente, o cuando se produce un acontecimiento de masas, tengo que fiarme de los medios de comunicación que me informan, y esos medios defienden posiciones concretas. En concreto, las mentiras sobre cifras son especialmente tentadoras en las democracias, donde contar es esencial para acceder al poder.

Entonces, ¿qué podemos hacer para acceder a la verdad? Ante todo hay que distinguir dos niveles de verdad. El primer nivel es el que se refiere a la verdad de los hechos. Preguntas a formular en este nivel son, por ejemplo: ¿cuánta gente asistió al acto de toma de posesión de Trump? ¿Cuántos trabajadores secundaron la huelga de tal día?

El segundo nivel tiene que ver con la verdad de las actitudes. Preguntas a formular en ese otro nivel son: ¿qué razones tienen aquellos que deciden mentir? Como seres humanos que somos -limitados e interesados- ¿podemos acceder a la verdad? En este segundo nivel, Valadier propone pistas interesantes:

«Hay que reconocer que la verdad no se alcanza nunca, ni en política, ni en las relaciones afectivas, ni siquiera en las cuestiones religiosas. Ello implica que hay que desear la verdad más que pretender poseerla, dado que este deseo es lo que motiva al investigador científico, lo que despierta al enamorado en su delicadeza hacia la persona amada, lo que moviliza un pueblo a encontrar soluciones a sus problemas: lo que impulsa, por tanto, la búsqueda de la justicia y de la paz.»

Así pues, en este segundo nivel, más profundo, Valadier nos invita a desear la verdad. Si la deseamos, entonces aceptaremos que no la poseemos, y que quienes piensan diferente de nosotros existen y tienen una dignidad que les ha de ser respetada, como debe serlo la nuestra. También estaremos atentos a diversos medios de comunicación para saber qué posiciones defienden, y si son más o menos capaces de mentir en relación con datos referidos a la verdad de los hechos. Finalmente, nos esforzaremos en afinar datos, en calibrar argumentos y evitar la tentación de la mentira -en ambos niveles.

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«Los políticos, cuando dicen que sí quieren decir que «ya veremos»; cuando dicen «ya veremos» quieren decir que no, y cuando dicen que no, es que no son buenos políticos.» (Voltaire)

«El Maestro dijo: El hombre noble abarca el conjunto y no se junta [en grupitos parciales]. El hombre insignificante se junta y no abarca el conjunto.» Analectas de Confucio II; 14.

«No jures en falso por el nombre del Señor, tu Dios, porque yo, el Señor, no tengo por inocente el que jura en falso por mi nombre. (…) No acuses a nadie falsamente.» Deuteronomio 5, 11.20.

«Decid sí, cuando es sí; no, cuando es no. Lo que se dice de más, viene del Maligno.» Evangelio de Mateo 5, 37

«Que aquellos que me calumnian, los que me hacen daño y los que me vejan, que ellos y todos los seres alcancen la iluminación.» Shantideva, La marcha hacia la luz III, 16.

[Imagen extraída de: Pixabay]

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Josep F. Mària
Jesuita. Doctor en Economía (UB). Licenciado en Teología (FTC). Profesor de Análisis Social, Ética y Religiones del Mundo en ESADE. Miembro de Cristianisme i Justícia. Patrono de la Fundación IQS y miembro del Consejo Superior de la Universidad de Comillas. Estudia sobre valores y educación superior, en particular desde la tradición jesuita.
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