
El evangelio domesticado
Victor Codina. Muchas veces descartamos textos evangélicos que nos resultan difíciles de comprender. Por ejemplo: que lo que hacemos a los pobres, se lo hacemos a Jesús, que a los pequeños les han sido revelados los misterios del Reino ocultados a los sabios y prudentes, que en el Magnificat se diga que Dios ha derribado del solio a los poderosos y exaltado a los humildes, que en las bienaventuranzas se proclame que los pobres son felices y se lance un ¡ay a los ricos!, que Dios prefiera la misericordia a los sacrificios… Incluso nos parece correcto que el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo no quisiese participar del banquete festivo.
Tampoco nos convence escuchar que hemos de cargar con la cruz cada día y más bien sintonizamos con Pedro cuando se niega a aceptar la pasión de Jesús. No nos gusta escuchar que hemos de nacer de nuevo, ni acabamos de entender eso de que Dios mora en nosotros, ni aquello de que donde haya dos o tres reunidos en su nombre, él está presente. (más…)