Mirna Ruelas Vizcarra. Cuando era niña, me encontraba barriendo el patio de mi casa, una amiga y yo hablábamos sobre temas de amor o desamor, llega mi madre queriendo participar en la charla y dice, en tono resignado y entusiasta, algunas frases como: “la mujer nació para sufrir”, “tenemos que aguantar todo lo que venga del hombre porque somos de él”. Fue el primer momento consciente de mi vida en el que no estuve de acuerdo con alguien… Años más tarde aquellas frases tuvieron sentido, pues entendí que mi madre estuvo educada en un ambiente totalmente machista, sin quizá saberlo. Luego, resistir a esas creencias me hizo encontrar esperanza de un mundo mejor, en el que la mujer no tuviera que nacer para sufrir, como tampoco ser propiedad, ser algo, sino ser alguien.
En este ambiente de recordar y hacer memoria del pasado, nos damos cuenta que somos desmemoriados. Lo que nos duele tendemos a suprimirlo y no enfrentarlo en lugar de expresarlo y sanarlo. Tratándose de asuntos sociales, más que hacer memoria, es importantísimo conmemorar, ya que, las generaciones futuras podrán sentir esa causa y luchar por ella. Y en estas me encuentro yo, desde mi trinchera, desde mi alcance y limitación, conmemorando el 25 de noviembre, no como un día único, sino como algo perpetuo y solemne. Se trata de conmemorar y compartir un asunto incesante y punzante.
La memoria colectiva nos permite recorrer esta historia de opresión e impunidad, historia que no data desde 1960 con el asesinato de las hermanas Mirabal, sino que es un recorrido por la historia de la humanidad. Como referencia podemos citar a Eva y su acto de comer el fruto prohibido, que en realidad no fue Eva, ni fue el acto, fue la construcción cultural y ética que el patriarcado le dio. Así mismo, Simone de Beauvoir[1] en su libro El Segundo Sexo, rastrea a la mujer primitiva. Para esto se basa en El origen de la familia, donde Engels habla de una división del trabajo entre hombre y mujer, la cual era igualitaria pues mientras el hombre caza y pesca, la mujer permanece en el hogar fabricando vasijas de barro y tejiendo. La desigualdad llega junto con el descubrimiento del cobre, el estaño, el hierro, la aparición de la agricultura y el arado, etc. Para hacer estas tareas el hombre necesita de otros hombres a los que reduce a la esclavitud. Nace entonces la propiedad privada: dueño de la tierra y de los hombres; dueño de la mujer y las mujeres.
Han pasado más de quinientos años de modernidad hasta nuestros días y apenas unos cien años de levantamientos, protestas, conmemoraciones y luchas a favor de la mujer. Hoy en día seguimos viendo todo tipo de violencia: física, sexual, psicológica, económica, entre otras. Además, la violencia ya no solo es asunto del hogar o el matrimonio, es un fenómeno de la vida laboral, comunitaria, religiosa, institucional. Deja de ser algo privado y secreto, pero no basta con denunciarlo. Necesitamos tomar conciencia desde una educación integradora en la que ya no se vea como un “asunto de mujeres”, y pase a verse como un asunto de todos.
Según la recopilación de datos que ha hecho ONU Mujeres[2] para este año indica que:
- El 70% de mujeres han experimentado violencia física/sexual por parte de un compañero sentimental.
- El 43% de las mujeres europeas han sufrido algún tipo de violencia psicológica por parte de su compañero sentimental a lo largo de su vida,
- Más de 1 de cada 4 mujeres de Washington D.C., han experimentado algún tipo de acoso sexual en el transporte público.
- Más de 1 de cada 10 niñas en todo el mundo han sufrido el coito forzado y otro tipo de relaciones sexuales forzadas.
- Una de cada 10 mujeres ha declarado recibir ciberacoso desde la edad de los 15 años.
- El 23% de estudiantes de universidades en Estados Unidos, declararon haber sufrido algún tipo de agresión sexual o conducta sexual indebida.
Actualmente en México sigue en pie el interminable caso de las Mujeres de Atenco, mismas que fueron agredidas física, moral y sexualmente. Un caso que desde el 2006 no ha tenido resolución, y sólo se ha buscado el amparo y protección a los funcionarios públicos y gobernantes. Una vez más la injusticia devora a los más vulnerables.
Pero ante estas cifras que parecen latentes y que punzan el corazón y la memoria, retornamos a la esperanza: “pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz” (Lc 8,17). Dentro de nuestras posibilidades somos responsables de denunciar todo acto de injusticia.
Hace falta educar al macho… darse cuenta, sin justificar, que también los hombres agresores tienen heridas emocionales y prácticas que fueron aprendidas de sus modelos más próximos, lo cual, los conduce a producir y reproducir violencia, donde las víctimas no sólo son las mujeres, sino las generaciones que vienen después de él, pues éstas tenderán a producir y reproducir la violencia que observaron y aprendieron, creando así un círculo vicioso que no permite salir de nuestras fronteras de pensamiento, y eso limita nuestra capacidad de asombrarnos, de descubrir y descubrirnos en las personas, de vivir en clave de encuentro y comunión.
En los mismos espacios que la violencia es manifestada puede ser contrarrestada. Pues el ámbito familiar es el principal lugar para educar en valores. Las instituciones educativas nos deberán acompañar en este proceso de memoria colectiva y lucha por la justicia. Los movimientos artísticos y culturales deberán heredarnos manifiestos de creatividad pacífica. La religión deberá seguir despierta, abierta y dispuesta a acoger con amor las miserias humanas. La política y el estado tendrán que ajustarse a las condiciones de un pueblo que piensa por sí mismo.
Las experiencias personales y las situaciones sociales no fueran nada sin la memoria. Memoria que debe ser año tras año exaltada, porque detrás de nosotras vienen generaciones que necesitan conocer y aprender de sus antepasados. Conmemorar el 25N comporta aproximarnos a un mundo mejor donde mujeres y hombres tengan las mismas oportunidades para vivir en libertad. Todos los días son 25N.
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[1] Beauvoir, S. (1965) El segundo sexo. Buenos Aires. Siglo Veinte.
[2] Información disponible en ONU Mujeres: http://www.unwomen.org/es/what-we-do/ending-violence-against-women/facts-and-figures
Imagen extraída de: CDD Colombia
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