Carlos García de Andoin. Escribo este artículo no para hacer análisis político sobre un objeto de reflexión, sino para entablar una comunicación con un tú, con un vosotros, amigos independentistas catalanes. Escribo para, desde la modestia de una columna pública, aportar mi grano de arena, en tanto queda tiempo, ya muy poco tiempo, para evitar lo que ya parece inevitable: una intervención del Estado para restablecer el orden constitucional y la consiguiente suspensión de la autonomía catalana por tiempo indeterminado, independientemente de la vía utilizada, el art. 155 o el 116 CE.
Me temo que la suspensión no se limitará a unos meses para celebrar unas nuevas elecciones autonómicas, propuesta de Ciudadanos, sino que se prolongará por años. Años que resultarán muy revueltos, porque la maquinaria de la justicia inhabilitará, multará y meterá a prisión a troche y moche, mientras la movilización ciudadana y el activismo político del independentismo no sólo no se apaciguará, sino que crecerá y se multiplicará en el victimismo. Hará falta mucha fuerza, también militar, para controlar la situación, la cual sí será, no lo es aún, abiertamente insurreccional. Se supone que, con los años -muchos harán falta- la aspiración será no ya la independencia sino el restablecimiento de la autonomía. No sigo,… porque todo me parece dramático. De otros tiempos que parecían pasados. Sí, el fracaso en toda regla del Estado autonómico nacido de la Constitución del 78.
Escribo porque la comparecencia de Puigdemont fue decepcionante. Una apelación al diálogo y la mediación, pero sin voluntad real. Un regate para contentar a quienes en su partido le exigen diálogo, bajo la excusa de que son los del otro lado los que no lo quieren. Otro movimiento táctico para cargarse de razón. Nosotros queremos el diálogo, España no. Nosotros somos pacifistas, el Estado es represor. El President mira por todos los catalanes, el Rey no. En efecto, Felipe VI cometió errores, el principal, que, en lugar de dar opción al diálogo, pareció clausurarlo, en contenido y formas. Pero su justificada apelación a la responsabilidad del President como autoridad del Estado en Catalunya, merecía otra actitud, otra respuesta, si es que realmente se busca el diálogo.
Por Dios, si hay alguien en el Govern que quiera escuchar. Templad las cosas. Dad un tiempo a que del otro lado pueda haber una propuesta. Suspended la Declaración Unilateral de Independencia y el proceso constituyente. Al menos, una moratoria de la DUI.
Los errores acumulados han sido muchos y de muchos. Fue fatal el recurso de inconstitucionalidad del PP al Estatut y letal la sentencia de inconstitucionalidad a un Estatut aprobado por ambos parlamentos y por el pueblo catalán. Ha sido un desastre la inacción de Rajoy ante el vacío constitucional que aquella sentencia creó en Catalunya y también la equivocada actuación policial ante el 1-O.
Pero no miréis sólo las responsabilidades de los demás. Persistir en la unilateralidad, después de las elecciones autonómicas plebiscitarias últimas, fue vuestro particular pecado original. Os dieron una enorme fuerza, al igual que el 1-0, pero no es suficiente para marchar a fuer de movilización ciudadana hacia la independencia e imponer una hegemonía soberanista. Y no lo es por muchas razones, pero la principal, porque estamos en un Estado de derecho.
Sin embargo, no es momento para mirar las responsabilidades pasadas. Listar una y otra vez las afrentas sufridas por unos y por otros sólo paraliza. Es tiempo de decidir si dar al diálogo una oportunidad verdadera o nos precipitamos al abismo.
Tenéis la oportunidad de convertir el capital acumulado en una fuerza de negociación incomparable a la tenida por el nacionalismo catalán en estos 40 años. Pero, si no sois capaces de girar ahora ese Titanic, en la dirección de la negociación y el pacto, el futuro es un maldito regreso al primer tercio de siglo XX. Dos millones de votos -ni 2,7- por muy movilizados que estén, sobre un censo de 5,3, no permiten ni legitiman una secesión. Ni aquí ni en Europa. De proseguir por esta vía, sólo traeréis fractura, convivencia irrespirable, odios y empobrecimiento al pueblo que representáis. Parad, por favor. Lo que os parece cielo, ahí, a un paso del umbral, es, en realidad, infierno.
Parad y dad una oportunidad real al diálogo. Exigid del Gobierno de Rajoy, del PSOE y del conjunto de fuerzas parlamentarias una propuesta fehaciente y concreta de reforma constitucional. Después, con dos propuestas en positivo sobre la mesa, la pactista y la soberanista, será el momento de acordar un referéndum. No. No me gusta la fórmula de jugarlo todo a la ruleta rusa cuando hablamos de los fundamentos de un país. Pero puede convenirse que al punto que hemos llegado, la ciudadanía catalana, toda y en un procedimiento con garantías, es la que puede y debe marcar el camino para la reconducción de las cosas. Sobre esto debe reconocer el Estado que sí hay una aplastante mayoría de catalanes de acuerdo. Habrían de pactarse, al menos, tres condiciones: que el referéndum tenga efectos sólo si hay una participación mayoritaria (al menos un 70% de los electores) y una mayoría clara (al menos una diferencia de un 15% en número de votos); segunda, darse tiempo para serenar los ánimos y permitir una reflexión realmente deliberativa; y, tercera, el compromiso firmado de no repetir referéndum al menos por 25 años.
Por favor. No os dejéis llevar del cuanto peor, mejor. Cuanto peor es peor, mucho peor. Emplazad al gobierno y a las fuerzas políticas españolas, sí, pero suspended el itinerario y el calendario previstos en las leyes de desconexión. Dad oportunidad a que la otra parte, que es plural, al igual que la propia Catalunya, también se exprese, actúe y entre unos y otros pueda evitarse la regresión histórica que viene.
Imagen extraída de: eldiario.es
Veamos,
Frente a las duras condiciones que el autor propone para la validez de un referéndum, que van contra los intereses de una de las partes en litigio, favoreciendo descaradamente a los intereses de la otra, yo propongo lo siguiente:
Constatando que:
– Catalunya es un sujeto político colectivo, que no ha renunciado nunca voluntariamente a su soberanía política
– Que la pérdida de su soberanía política ha sido por el hecho de serle arrebatada por la fuerza y nunca resultado de una decisión libre y voluntaria
– Que la actual autonomía no es el reconocimiento, ni siquiera parcial de esta soberanía (puesto que se trata de una concesión del Estado: el presidente de la Generalitat es el representante del Estado en Catalunya).
Proponemos:
La celebración de un referéndum en que la pregunta sea:
¿Desea usted que Catalunya siga formando parte de España, renunciando al ejercicio de su soberanía?
Con las condiciones siguientes:
Primera: que el referéndum tenga efectos sólo si hay una participación mayoritaria
– al menos un 70% de los electores
– y una mayoría clara (al menos una diferencia de un 15% en número de votos);
Segunda, darse tiempo para serenar los ánimos y permitir una reflexión realmente deliberativa, en el seno de la sociedad catalana y sin ninguna interferencia de los poderes y la sociedad espanola.
Y, tercera, el compromiso firmado de no repetir referéndum al menos por 25 años.
Si
– gana el no según estas condiciones,
o
– no se supera el 70% de la participación censal
automáticamente Catalunya se convierte en Estado soberano independiente, lo que significa que ninguna ley española tendrá efecto en Catalunya.
PS: Es realmente cansino leer estos artículos en los que bajo una apariencia de dialogo, uno osa establecer unas duras condiciones para tan solo uno de los campos. Cansino y creo que deshonesto, Por ello mi «boutade» (o no…) de propuesta…
Carlos, erre que erre. Eres PSOE y así andas. Vais de bandazo en bandazo. Parece que ahora os apura. ¿No os acordais del cepillado que nos hicisteis al estatuto? que ahora volveis a las andadas.
Asombra leer determinados mantras en medios que se suponen ilustrados. Desde hace más de cinco siglos formamos un todo. Hubo, en su origen, partes soberanas. Nunca lo fue Cataluña, que se integró cuando pertenecía a la Corona de Aragón. Repetir la historia es cansino. La historia económica la ha explicado muy bien el catedrático Tortella. Los fundamentos constitucionales o de derecho político los ha explicado muy bien el catedrático Jorge de Esteban y el catedrático Francesc de Carreras. Por cierto, dos catalanes en el trío.
No existe el pueblo de Cataluña como una entidad cerrada y única. Se demostró ayer. Otra cosa es que vivamos en una sociedad donde no se cumplen las leyes o se las pasan por salva sea la parte, sin que chiste ninguna persona que se diría culta entre los medios secesionistas.
Uno está cansado de leer mantras y tópicos manoseados sin fundamento. Me gusta leer a Orosio sobre Hispania nostra (hablando de la Tarraconense). Me gusta leer a Ferran Soldevila sobre la insubordinación de la guerra de Sucesión. Y las hojas volanderas de los austracistas maños. O la correspondencia del director del recién creado Observatorio de Greenwich a la corona por la detracción de dinero para la guerra española (sic).
Y más recientemente, los documentos pontificios de Juan Pablo II sobre la secesión.
Y, para no defraudar, me sorprende lo del cepillado (14 artículos de casi trescientos). Voces autorizadas proponían una reforma más radical por contravenir muchos puntos de la Constitución.
Pero me falta un detalle: no entiendo por qué somos más guapos, más inteligentes, más ricos (bueno eso menos si las empresas se van yendo… a un estado de derecho). Uno no ha encontrado en la genética que aprendió de Prevosti, ni en la ética que aprendió de Alcorta y Aranguren, un motivo para esa petulancia. Puedo andar errado.
Ay! Valderas qué necesario eres en estos momentos de postverdades indocumentadas.
Dónde queda pues el discernimiento, sin recabar los mínimos datos sobre la realidad.
A qué viene mentar una soberanía inexistente, cuando lo que está en juego es el pan de
nuestros hijos!
La realidad que la mayoría estamos viendo es que una Cataluña independiente es un desastre social y económico se mire por donde se mire. Que los desafíos de este calado no pueden salir bien. Cómo se puede si quiera alimentar una cosa así!
desde qué tipo de moral se puede defender el jugarse el pan y la sal de al menos una generación!
Por favor, utilicemos la soberanía personal para desligarnos como individuos de los pensamientos supremacistas ( racistas) colectivos, porque de otro modo lo que se impondrá es una soberana tontería.
Ni el fin de una posible independencia es bueno, ni los medios tampoco.
Por favor, dejad de dar oxígeno a un incendio, y aportad agua para apagarlo y poder volver a trabajar por lo que importa: la justicia ( que ahora deberá mirar hacia el mediterráneo y otros continentes de forma global y no local) y la verdad ( en la educación de los jóvenes, en la prensa, en la política..etc) .