Agustín OrtegaLas ciencias sociales como la sociología y la psicología o la psicología social pueden aportar concreción histórica, realismo y una orientación sociopolítica que es constitutiva en el pensamiento, en la ciencia y en el ser humano, en el sentido de la persona. Sin la mediación e interdisciplinariedad de las ciencias sociales, la filosofía pierde materialidad y contenido real. Se puede entender, en esta línea, lo que decía Kant acerca de que los “pensamientos sin contenidos están vacíos” (A 51). Los principios filosóficos y valores éticos como la libertad, la justicia o el bien común, los mismos derechos humanos, se deben historizar, analizarlos, valorarlos o confrontarlos y articularlos con la práctica (praxis) en la realidad social e histórica.

En la senda del personalismo o el pensamiento latinoamericano con autores como Mounier, Zubiri y Ellacuría, el pensamiento, la razón e inteligencia que constituye a la filosofía, se fecunda con lo sentiente y lo real como es el cuerpo, el acontecimiento y la realidad humana, personal, social e histórica; se hace cargo (ver o conocer), carga (juzgar-valorar en la pasión de sentir-con) y se encarga (actuar, praxis) de la realidad con las posibilidades y capacidades que lo real, de suyo, puede dar de sí. Un pensamiento y filosofía encarnada e historizada en la cultura (inculturada), en las relaciones humanas y las estructuras sociales, en los sistemas políticos y económicos, en el tiempo e historia, en la biografía vital e histórica. Con las circunstancias y tradiciones históricas, los textos o tramas narrativas y contextos (socioculturales), con una razón vital e histórica tal como nos muestran la perspectiva hermenéutica y autores como Ortega.

Esta perspectiva social e histórica de la filosofía es la que, en realidad, se ha solido desarrollar en la historia de la filosofía. Como nos enseña la teoría y sociología del conocimiento o de la ciencia, el pensamiento o la cultura no surgen del vacío o en el aire, no es sólo una cuestión de simple razonamiento u operación conceptual o nocional e intelectual, sino que se fecunda e  inter-acciona con la realidad, tiene un contexto y condiciones sociales e históricas en las que surge y a las que pretende dar respuesta. Es necesaria una ciencia social y sociología de la filosofía que vaya explicando las causas y estructuras sociales en las que se desarrolla el pensamiento, comprendiendo el sentido de las acciones, con el carismas e ideales o valores, que se correlacionan sinérgicamente con la filosofía. En esta línea, como veremos, la sociología actúa con la filosofía de la filosofía ya que, es claro, todo pensamiento filosófico tiene una antropología subyacente, unos presupuestos antropológicos y metafísicos (de sentidos de lo real) que se expresan en las corrientes de la filosofía interactuando con la realidad.

De tal forma, tenemos que la filosofía griega se va desarrollando en la época histórica de la Edad Antigua. Con los gérmenes de los ordenamientos políticos, democráticos, jurídicos y económicos en una antropología en donde el ser humano se comprende con la razón y una naturaleza sociable. Es un ser de pensamientos e ideas que se inscribe en el movimiento u orden de las cosas o naturaleza, un ser social y político por naturaleza que dialoga en la polis, en el ágora y espacio público para la búsqueda del bien común y la justicia. Más, esta filosofía helénica que lleva los gérmenes del idealismo y con su paradigma cosista, en donde las cosas o el cosmos es la clave de comprensión, cae en el abstraccionismo e intelectualismo, justifica el poder, la desigualdad e injusticia. Con una democracia u organización social sesgada, excluyente y elitista que, como se incorporará en el derecho romano, acaba en un propietarismo posesivo en el que se apuntala esta acumulación de propiedad y bienes desigual e injusta, legitima la esclavitud y a la economía esclavista que domina en la edad antigua.

En esta época antigua con su desarrollo en la Edad Media, va surgiendo la filosofía inspirada en el cristianismo con los maestros como San Agustín o Santo Tomás de Aquino que dialoga con toda esta cultura greco-romana. Subrayando la armonía fecunda entre la razón y la fe, la naturaleza sociable y política del ser humano que, a la vez, es un ser personal, libre con conciencia moral, alma y cuerpo inseparablemente unidos. Este conocido como humanismo cristiano, con su base en la antropología humanista semita, supone una auténtica revolución en la filosofía. Su clave de compresión de la realidad ya no son las cosas y el movimiento u orden del cosmos-universal, como en la filosofía helénica, sino la persona con su naturaleza racional y corporal, libre y moral, comunitaria y espiritual que se realiza en el mundo e historia abierta a la felicidad, trascendencia y amor liberador e integral como el propio Don de Dios.

Tal como se ha estudiado hasta la saciedad, la categoría de persona es posibilitada por este humanismo bíblico, judeo-cristiano que tiene como base una antropología integral. En donde se superan los dualismos griegos de alma-cuerpo, naturaleza-libertad, esencia-alteridad (relación), razón (teoría)-praxis etc. Con una epistemología realista y una antropología positiva u optimista con la valoración del cuerpo, del trabajo y de la acción creadora-transformadora del mundo; con la sagrada e inviolable vida y dignidad de la persona que ama, trabaja y transforma la realidad buscando el orden del amor, del bien común y la justicia con los pobres de la tierra. Como se expresa en el pensamiento social y moral de los conocidos como Padres de la Iglesia con el mismo San Agustín u otros como San Juan Crisóstomo, el humanismo integral con la moral del amor y la justicia con los pobres, con la sociabilidad, solidaria y dignidad de la persona como imagen de Dios, hizo posible darle una orientación ética a las realidades sociales, políticas y económicas. En donde la ley y autoridades deben ser justa para el bien común, de lo contrario dejan de ser ley y frente a ellas hay que practicar la desobediencia, cambiarlas. La propiedad tiene un sentido social al servicio de la justicia con los pobres y del destino universal (común) de los bienes. La paz y no violencia deben primar en las relaciones humanas en contra de los ídolos del poder, violencia y de la riqueza que domina el antiguo régimen esclavista y feudal.

El humanismo cristiano dará lugar a una compresión adecuada de la naturaleza humana, en la que lo humano es lo sustantivo con su ser personal y comunitario, tal como manifiesta la conocida como ley natural. Y pondrá las bases de los fundamentos éticos-políticos con los que resistir al poder, a la dominación e injusticia. La persona, por su propia naturaleza humana, es libre y social, tiene una vida y dignidad inalienable. Lo que se realizará en el humanismo renacentista, por ejemplo, con la escuela de Salamanca, Bartolomé de las Casas y su defensa de la vida-dignidad de los nativos en las Américas, que son pioneros de los derechos humanos, frente a la opresión e injusticia de la conquista. Y que irá luego siendo desarrollado con lo más valioso del humanismo liberal e ilustrado, por ejemplo, con Kant y su moral de inspiración cristiana con la persona como fin y no medio, con dignidad sin precio. Lo que terminará de hacer caer definitivamente a este antiguo régimen en el surgimiento de los derechos humanos asociados al valor de la libertad. Posteriormente con el movimiento obrero y el humanismo socialista con sus raíces judías, cristianas e ilustradas, como el utópico, el libertario y pensadores como Marx que que van logrando los derechos sociales con los valores de justicia e igualdad, frente a las desigualdades e injusticia del capitalismo naciente (industrial) que va completando la revolución moderna. Con base en todo este humanismo y su fraternidad, apuntado con el movimiento mendicante y Tomás de Aquino como ya indicamos.

Ya en la Edad Contemporánea todo este humanismo judeo-cristiano, liberal y socialista con la cultura obrera se va renovando como las teorías críticas y de la justicia, el personalismo y, posteriormente, el pensamiento latinoamericano. Con un diálogo y sinergia fecunda con corrientes y pensadores tan significativos como los de raíz judía como la escuela de Frankfurt, Bloch o Levinas o los católicos como Rahner, Mounier, Metz, Mounier, Rovirosa, Freire, G. Gutiérrez y Ellacuría. Se fue culminando así una filosofía y humanismo crítico, personalista y liberador que hace frente críticamente a los totalitarismos e injusticias como los fascismos, el liberalismo economicista con el capitalismo y el comunismo colectivista o colectivista de tipo leninista-stalinista.

Con las claves, valores y principios de la persona con su vida digna como centro y sujeto de toda realidad o sistema. La razón crítica en la memoria compasiva y justicia con las víctimas u oprimidos de la historia, la trascendencia y esperanza liberadora, la opción por los pobres como sujetos de su promoción y liberación integral. El trabajo-dignidad del trabajador sobre el capital, la justicia y equidad en la distribución de los bienes por encima de la propiedad. La libertad moral y autogestión, antes que el estado o los medios de producción-empresa que debe ser comunidad humana. La pobreza solidaria en la comunión de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra. Todo ello frente a la civilización de la riqueza-ser rico, la dependencia e injusticias entre el Norte y el Sur. La mundialización de la solidaridad, la paz y el desarrollo ecológico e integral en contra de la globalización del capital como es el financiero-especulativo, las guerra y competitividad con la destrucción ecológica. Ya que otro mundo es posible. Es la ecología integral con la mental (moral y espiritual con la paz), la social en la justicia con los pobres y ambiental con el cuidado del planeta, de la vida en todas sus estadios y dimensiones en una bioética global, con lo femenino.

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Imagen extraída de: Pixabay

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