Juanjo PerisEl día en que Ahmed le reveló  a su madre que era homosexual, se despidió de ella para siempre. Sabía que iniciaba un viaje de no retorno. No había vuelta atrás. Su única opción era autoexiliarse y solicitar asilo en algún país que respetara a los derechos humanos. Previamente otros refugiados que desde el exilio habían colaborado en favorecer el cambio político en su país y habían decidido regresar, fueron ejecutados a su llegada. Se les acusaba de sodomía.

Fue el primer refugiado que conocí por razones LGTB. Ocurrió en Barcelona en el marco de una mesa redonda donde representantes de distintas religiones expusieron cómo compatibilizaban su fe con su orientación sexual. Ahmed colaboraba en un colectivo que ayudaba a musulmanes LGTB en Holanda. Le perdí la pista hace ya bastantea años. Desde entonces he tenido la oportunidad de conocer a otros muchos  que tuvieron que huir de su país para comenzar a vivir. Son mis héroes particulares, como Tyniue Liu, de Malasia que fue enviado por su familia, seguidores de una iglesia cristiana, a terapia de conversión para gays, sin más resultado que la provocación de sufrimiento, o como Bisi Alimi, de Nigeri, a que creció en un contexto de “ausencia de lenguaje” para referirse a lo que sentía, donde “ser normal era ser heterosexual”. Sufrió  acoso y persecución y decidió huir. Por fin ha empezado una nueva vida junto a la persona que ama.

Según el último informe de la ILGA (International Lesbian and Gay Association) se sigue criminalizando las relaciones entre personas del mismo sexo en 72 países. Ha habido avances, muchas veces a pesar de la oposición de la jerarquía católica. Contabilizar en cuantos países se castiga este delito con la pena de muerte es difícil. Hay países que aunque lo recoge la ley ésta no se aplica desde hace años. En otros, sin embargo, aunque la ley no lo contempla, se tolera la “caza al homosexual” que nunca se investiga y por lo tanto no se condena. El informe admite que sería valido admitir que la pena de muerte esta “permitida” o existe evidencia de su existencia en 8 Estados.

La información recogida por Amnistía Internacional  sobre campos de detención, tortura  y asesinato de cientos personas LGTB en Chechenia destapa fantasmas que creíamos olvidados a las puertas de Europa.

Muchos de los refugiados por razones LGTB también buscan iglesias o mezquitas donde puedan integrar su fe y su orientación sexual como Godfrey Kawalya que colabora con el grupo LGBT de la diócesis de Westminster. Se enfrenta a 7 años de prisión en Uganda si finalmente su solicitud de asilo se deniega y fuera deportado. Acaba de presentar una nueva solicitud con 1.300 firmas de apoyo. Su primera solicitud fue denegada porque Home Office no cree que sea gay. No es fácil recopilar pruebas de lo que has estado intentando ocultar toda tu vida para protegerte, ni lidiar con el tribunal que tienen que tomar una decisión cuyo concepto de identidad sexual está basado muchas veces en estereotipos occidentales.

El orgullo se celebra el 28 de junio para conmemorar los disturbios de Stonewall, en Nueva York que marcaron el inicio del movimiento de liberación homosexual. Mientras existan personas que son asesinadas por ser, de alguna manera, diferentes y existan delitos de odio, la visibilidad en los países en los que no se criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo es casi una responsabilidad. A pesar del llamado “gay capitalismo”, y del negocio generado, “Orgullo” es protesta, rabia y valentía. Es dignidad. Es no avergonzarte por ser quien eres. “’Discretos’ homosexuales jamás se enfrentaron al sistema para decir basta” (Shangay Lily). Fueron las travestis las que se enfrentaron a la policía en el Stonewall de 1969. También me preocupa la creciente intromisión del lobby de la industria farmacéutica incorporando sus intereses y agenda en algunas organizaciones. La comunidad LGTB debería construir puentes de solidaridad con otras comunidades marginadas. Un ejemplo es “Lesbians and Gays Support the Migrants”, el movimiento de Londres que ayuda a migrantes y refugiados y que está claramente inspirado en el movimiento de apoyo a los mineros, liderado por Mark Ashton, que pudimos ver en la película “Pride”.

Hay motivos para celebrar lo que somos, vivimos y amamos. A pesar de la discriminación, la demonización del VIH y las terapias de conversión, seguimos vivos. Nadie debería ser perseguido por ser considerado diferente. Las terapias de conversión deberían ser definitivamente prohibidas. Las personas creyentes -en Londres nos reunimos distintas confesiones religiosas después de la marcha en una iglesia para celebrar de manera creyente lo que somos-, también soñamos con una iglesia abierta a todos sintiéndonos familia con los que huyen del acoso, la persecución y la muerte.

orgullo

Imagen extraída de: Pixabay

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Nací en Alicante, soy Trabajador Social. Trabajo con personas sin hogar, migrantes, refugiados, víctimas de tráfico humano y de trabajo esclavo (modern slavery). Actualmente trabajo para la administración local en Londres. Previamente trabajé para Cáritas entre Andalucía y Marruecos. También canto en el LGMC, el coro gay de Londres y participo en el grupo LGBTQ+ de la diócesis de Westminster.
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2 Comentarios

  1. Muy de acuerdo en cobijar al homosexual perseguido; pero que eso no nos haga cómplices del pecado «aceptando» también la «normalidad» del pecado (la homosexualidad).

    Atentamente

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