Xavier CasanovasRecientemente he leído las propuestas de Peter Sloterdijk para hacer frente a la actual crisis de recaudación de los sistemas impositivos. En su libro, “Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana”, propone un sistema fiscal basado en la voluntariedad del pago de impuestos. Según él, el actual modelo en que el contribuyente es exigido y visto siempre por el estado como sospechoso, no incentiva un comportamiento realmente responsable. Si se permitiera escoger cuando y cuanto contribuir, apelaríamos al thymos, el alma del hombre que se entrega y se arroja por el orgullo que produce el ser reconocido, y el resultado final sería mucho más satisfactorio activando un círculo virtuoso de ejemplaridad.

La propuesta, incardinada en la lógica de la economía del don, a mi juicio utópica y de inverosímil aplicación actualmente, parte de un diagnóstico funesto: da por perdida la batalla para conseguir sistemas fiscales realmente progresivos, justos y que graven más al que más tiene. Para él la globalización ha sentenciado el agotamiento y fin de nuestros sistemas fiscales.

Des de mi perspectiva, creo que damos por terminada una batalla que aún no hemos librado con suficiente fuerza, y que debe empezar por el fin de los llamados paraísos fiscales. Esta semana se cumple un año de la publicación de los Papeles de Panamá, un hecho que marca un antes y un después en la lucha reciente contra los paraísos fiscales. La publicación de los datos del bufete de abogados Mossack Fonseca permitió conocer mejor algunas prácticas de fraude fiscal, elevó el nivel de indignación de la sociedad civil y su presión política y acabó con la dimisión de algunos cargos políticos como el primer ministro islandés o el ministro de industria español José Manuel Soria.

Uno de los pilares de esta crisis de recaudación fiscal es la existencia de estas zonas de opacidad, jurisdicciones con tributaciones bajas o nulas, estados con ventajas fiscales evidentes, que permiten, a quien se lo puede permitir, jugar en otra liga económica. Actualmente más de 7 billones de dólares se ocultan en paraísos fiscales lo que implica pérdidas millonarias en la recaudación fiscal, los países en vías de desarrollo pierden al año 90.000 millones de dólares, o como hemos sabido recientemente, según las Naciones Unidas, cada año se dejan de ingresar 462.000 millones de euros en concepto de impuestos sobre beneficios empresariales por vías de elusión legales. Los principales bancos europeos tienen uno de cada cuatro euros en paraísos fiscales, y llegan a facturar 628 millones de euros en países donde no tiene ningún empleado.

No creo que podamos aceptar que todo esté perdido, tenemos la responsabilidad como ciudadanos de crear una movimiento a la contra, que suponga un rearme ético, una exigencia continua y constante de responsabilidad por parte de gobiernos y empresas, un trato justo a quien sí contribuye y hace de nuestras sociedades con sus impuestos, sociedades mejores. Existen propuestas a implementar que sólo serán posibles si no permitimos que caigan las reivindicaciones de las agendas políticas: exigir una lista amplia y compartida de paraísos fiscales, sancionar los comportamientos de dumping fiscal (el precedente de Irlanda y la multa a Apple no debería ser un caso aislado o una anécdota), pedir a las administraciones que incorporen criterios de responsabilidad fiscal a las empresas con las que trabajan (como quiere hacer la iniciativa Zonas Libres de Paraísos Fiscales a la que se han sumado ya más de 50 ayuntamientos en España), exigir a los estados europeos que ratifiquen definitivamente el Impuesto a las Transacciones Financieras internacionales, largamente olvidado y aparcado, y muchas más propuestas que no caben en este artículo.

El 3 de abril ha sido escogido por la asamblea del Foro Social Mundial como el día para la abolición de los paraísos fiscales. Ciudades de todos los continentes se levantaran hoy para reactivarse en una lucha global. La batalla no está perdida.

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Imagen extraída de: Pixabay

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Licenciado en matemáticas y master en filosofía. Profesor adjunto en la Cátedra de Ética y Pensamiento Cristiano del IQS-Universitat Ramon Llull. Ha sido director del centro de estudios Cristianisme i Justícia y es autor del cuaderno CJ Fiscalidad justa, una lucha global.
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2 Comentarios

  1. Sería bueno que paralelamente a la exigencia de finiquitar los llamados «Paraísos Fiscales», también se luchara contra la paradisiaca fiscalidad que algunas instituciones y organizaciones cuentan dentro del Estado español (en forma de no tener que pagar el IBI, la exención de impuestos por actividades económicas, y otros privilegios).

    Atentamente

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