Oriol Prado. Estas semanas la hospitalidad está a la orden del día en los medios de comunicación y, quizás también, de nuestras vidas. La acogida de personas migradas y refugiadas nos convoca a salir a la calle, en torno a la campaña «Casa Nostra, Casa Vuestra», el próximo día 18 de febrero. En esta manifestación se hará un llamamiento a las instituciones catalanas a «actuar definitivamente para que Cataluña sea tierra de acogida» al tiempo que se garantice «la inclusión y el desarrollo social digno de las personas migradas» en nuestro país. [1]
Muchas entidades, entre ellas Cristianisme i Justícia y la Fundación Migra Studium, hemos firmado el manifiesto y trabajamos desde hace tiempo, cada una desde su ámbito, para que la acogida de las personas migradas y refugiadas sea una realidad. En todo caso, no olvidemos que nos encontramos ante una situación nueva que requiere, tanto desde la reflexión como desde la acción, respuestas nuevas. Nuevas, y a menudo improvisadas, son las reacciones de los estados y la Unión Europea a la llegada de refugiados, nueva es la política de fronteras, nueva es la aparición de partidos de carácter marcadamente xenófobo en varios países europeos… Y demasiado antiguas son algunas guerras, como la de Siria, en las que las organizaciones internacionales son incapaces de dar respuesta, o períodos de hambre cíclicos en algunos países africanos, ahora agravados por el cambio climático. Ante esta realidad la respuesta a las migraciones es necesario que ponga por delante la persona y su dignidad.
La respuesta colectiva que llega con esta manifestación, como tantas otras veces, está convirtiéndose en un clamor para la esperanza de tantas personas que la van perdiendo, día tras día, embarcándose en costas inhóspitas de nuestro Mediterráneo, atravesando fronteras hostiles o refugiados en campos donde la tela que hace de refugio es tan delgada y frágil que la última ola de frío ha hecho estragos.
Haciendo un zoom a la realidad de lo que está pasando dentro y fuera de fronteras europeas encontramos que el foco se ha trasladado desde las costas del Egeo entre Grecia y Turquía -después del pacto entre la Unión Europea y Turquía el movimiento de personas se ha reducido- hasta las costas de Libia, donde la travesía del Mediterráneo hasta las costas italianas es mucho más larga y, por tanto, peligrosa, debiendo lamentar un número de muertos mucho mayor[2]. El foco está presente también en las fronteras de Ceuta y de Melilla donde hay construidas vallas que pretenden ser infranqueables (las barreras físicas nunca son infalibles si lo que hay detrás es el sueño deseado) mucho antes de que el presidente de Estados Unidos haya dicho que quiere construir también una en la frontera sur del país. El foco está presente en las calles de nuestros pueblos y ciudades donde la vulnerabilidad en que viven las personas migradas provoca situaciones laborales precarias y, en muchos casos, de clandestinidad, o la arbitrariedad con que son internadas en CIE. Con todo, se hace muy necesaria la acción de entidades, tales como Migra Studium, que trabajan por la dignidad, los derechos y el desarrollo de estas personas para que puedan alcanzar la plena autonomía.
El clamor que nos propone la próxima manifestación es necesario en un triple sentido. Un primer sentido, quizás el más urgente y el más evidente, el clamor a los gobiernos e instituciones que tienen la capacidad legislativa y económica y, a la vez, la obligación -consecuencia de los compromisos adquiridos- de una acción concreta, rápida, que facilite la llegada a nuestro país de las personas que están huyendo de la guerra o del hambre. Al mismo tiempo, detener más muertes en el Mediterráneo (5.082 registradas en 2016, la realidad incluyendo las no registradas, por desgracia, incrementa esta cifra)[3].
En segundo término, un clamor que remueva y conmueva nuestros entornos y más allá de estos, a veces insensibles a esta realidad. Es necesario que esta realidad que hoy llama a la puerta pueda encontrar una puerta abierta, que la llegada de personas que buscan sencillamente vivir, no nos deje indiferentes y no nos pase desapercibida. Se trata de un clamor de dignidad, de descubrir en el migrante la dignidad íntegra como ser humano y, desde la dimensión comunitaria que les podamos ofrecer nuestra red para que puedan alcanzar su plena autonomía, lejos de las causas que le hicieron marchar de su país de origen. Se trata de despertarnos y descubrir que la realidad de las personas migradas podría ser nuestra realidad y preguntarnos cómo esperaríamos ser recibidos nosotros si tuviéramos que vivir su viaje.
Finalmente, hay un tercer clamor, quizás el más exigente y transformador. Un clamor que se dirige directamente a la persona, un clamor que emana directamente del Evangelio: «Era extranjero y me acogisteis» (Mt 25, 35), cuestionando qué es la hospitalidad para cada uno de nosotros. Un clamor que nos pide una respuesta que se aleja de los discursos y de los libros y se acerca a la persona; a un cambio de mirada, a hacernos encontradizos, a ofrecer escucha. Cada uno desde nuestra realidad, con plena disponibilidad, para reconocer la esencial dignidad de la persona migrante, como de cualquier otra persona y, en consecuencia, activar una nueva mirada y descubrir cómo esta dignidad puede haber sido dañada. Dejarnos conmover por esta realidad, y pasar a la acción: acoger aquel extranjero del Evangelio, bien vivo hoy, para que recobre la dignidad: «todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40).
Que la próxima manifestación sea un éxito dependerá, no tanto del número de personas que vayan -esperemos que muchas-, sino de la capacidad de acogida que se derive, tanto por parte de las instituciones que se sientan interpeladas a cambiar sus políticas en pro de las personas migradas y refugiadas como de las comunidades o colectivos que puedan ofrecer medios de acogida y finalmente de las personas que, cada una en su medida, salgamos transformadas y seamos verdaderos agentes de hospitalidad.
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[1] Manifiesto de la campaña “Casa Nostra, Casa Vostra”. https://www.casanostracasavostra.cat/manifest
[2] Según los datos de la IOM el número de llegadas en 2016 por mar a Grecia (173.614 personas) fue muy similar al número de personas llegadas por mar a Italia (181.436). Por el contrario, el número de muertes registradas en Italia (4579) fue más de 10 veces superior al de muertes registradas en Grecia (434). Esta es una de las consecuencias más duras del acuerdo entre la UE y Turquía.
[3] Datos obtenidos de la IOM: http://migration.iom.int/docs/2016_Flows_to_Europe_Overview.pdf
Imagen extraída de: Pixabay
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