Sonia Herrera“Algunos días la vida te hace regalos. Hoy a mí me brindó la oportunidad de poder conocer a Alejandro Solalinde y estoy muy agradecida”. Esta fue la frase que tuiteé tras conocer al padre Solalinde en un desayuno organizado por Casa Amèrica Catalunya el pasado 15 de noviembre. No lo podía expresar mejor, simplemente estaba enormemente agradecida por el rato que acabábamos de compartir, por su testimonio, por su discurso sin concesiones en cuanto a la crudeza del relato, pero esperanzador al mismo tiempo…

Todo el mundo tiene referentes, personas a las que admira, ejemplos a seguir  y, para mí, el padre Solalinde es uno de esos modelos de personas íntegras, uno de esos “personajes proféticos” de nuestro tiempo que encarnan la “lucha por una verdadera síntesis entre fe y vida, entre culto y vida social, entre religión y compromiso por la justicia”, como escribiera Rafael Sivatte en La justicia que brota de la fe (Sal Terrae, 1982). Y precisamente confirmando esta idea comenzó su intervención Solalinde en Casa Amèrica Catalunya: “No soy un hombre piadoso, pero sí un hombre de fe y en el campo de la fe nada se puede demostrar y nada se puede negar con pruebas. Sólo se puede creer…  Lo más valioso es el ser humano.  Dios está encarnado en el ser humano”.

Alejandro Solalinde es un sacerdote mexicano y un tenaz defendor de los derechos humanos. Es el director y fundador del albergue de migrantes Hermanos en el Camino creado el año 2007 en Ixtepec, Oaxaca, cuya misión es “ser un organismo de asistencia humanitaria integral capaz de brindar toda la orientación necesaria a las personas migrantes en su tránsito por México” hacia los Estados Unidos.

Su labor humanitaria al frente de Hermanos del Camino y su denuncia pública de los abusos y violencias que sufren los/as migrantes en situación irregular en su tránsito migratorio -9 de cada 10 migrantes en México son víctimas de algún delito- le han valido numerosos premios y reconocimientos, pero también amenazas e intimidaciones constantes por señalar a los responsables de tales abusos entre los que se encuentran grupos criminales y cárteles del narcotráfico, pero también autoridades gubernamentales y miembros de las fuerzas del Estado.

Por todo ello, su testimonio es tan precioso, tan penetrante, tan perturbador… Porque Solalinde nunca se ha aletargado en “falsas prudencias” y ha optado por “quemar las naves en bien del prójimo” tal como pedía Luis Espinal en ese precioso poema que es Gastar la vida.

Explicaba el padre Solalinde durante dicho desayuno que los migrantes le “enseñaron que cada una, cada uno de nosotros, somos mundos complejos y sagrados” y que para analizar los fenómenos migratorios “no podemos mirar de forma fragmentaria”, sino que “es necesario que miremos con retrospectiva la historia de la humanidad desde una visión integral”.

Desde esa “mirada integral” Solalinde nos insta a “trabajar en la conciencia para que los cambios vengan desde abajo” porque “todos y todas somos migrantes, somos indigentes existenciales. Somos caminantes. Somos humanidad en camino. Somos procesos… Los migrantes son un signo de que algo está cambiando en el mundo. Ellos y ellas nos transmiten una nueva humanidad, una espiritualidad desposeída de lo material con el sueño compartido de un mañana que no han visto”.

Pero ante esta nueva humanidad desposeída que nos demanda generar redes de solidaridad y globalizar el amor, “hay una parte de la humanidad grotesca que cree que se puede ejercer el poder sobre otros y dominarlos y que sólo piensan en concentración de la riqueza. Es una humanidad ciega. Son personas que han apostado la única existencia que tenemos al poder y el dinero. Vivir para tener y acumular es un suicidio. Cuando nos vamos, todos nos vamos encuerados”.

Y con estas enseñanzas entre lo espiritual y lo social, poniendo en diálogo constantemente la fe y la lucha por la justicia, fue transcurriendo la mañana con Alejandro Solalinde que tuvo tiempo también para valorar los vientos de cambio en la Iglesia y desear que soplen aún más fuerte (“El Estado del Vaticano es una aberración y nos habla de una desviación en la Iglesia”) y para insuflar cierto ánimo en las/os presentes ante la reciente victoria de Donald Trump en Estados Unidos: “Trump no es más que un tropezón en la historia. Estamos en tiempos de transformación y vendrán personas mejores”. Que así sea, padre, que así sea.

Alejandro Solalinde

Imagen extraída de: Quadratin

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Investigadora, docente y crítica audiovisual. Doctora en Comunicación Audiovisual y Publicidad. Responsable del Área Social y editora del blog de Cristianisme i Justícia. Está especializada en educomunicación, periodismo de paz y estudios feministas y es miembro de varias organizaciones y asociaciones defensoras de Derechos Humanos vinculadas al feminismo, los medios de comunicación y la cultura de paz. En (de)construcción permanente. Madre.
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2 Comentarios

  1. LA CONTRADICCIÓN DE LA HUMANIDAD.
    Dios creo al hombre y lo dotó de su tierra; cuyas riquezas son mas que suficientes para alimentar a la humanidad, actual y la de porvenir. Sin embargo, como dice Dios: «el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo», y eso lo ha dicho solo por buscar satisfacer su insaciable deseo de acumulación de riqueza y poder, sin darse cuenta que «venimos de la nada, y a la nada por Dios que volveremos». Nacimos sin poseer nada y morimos igual. NO HAY MAYOR BIEN QUE AYUDAR A NUESTRO SEMEJANTE. Desgraciadamente, el egoísmo del hombre, que ha abandonado las normas de Dios, es tan grande, que mata a su semejante para apoderarse de sus pertenencia. Labores como la del padre Solalinde son grandiosas, pero por desgracia no resultan suficiente; y aún así, se deben seguir haciendo. Dios promete una segunda venida de su hijo Jesucristo con la finalidad de LIMPIAR LA TIERRA DE TODA MALDA, QUITAR A LOS INICUOS Y DEJAR SOLAMENTE A LOS HUMANOS QUE DESEEN OBEDECER LAS NORMAS DE SU PADRE. Parecería que por el egoísmo de la humanidad, YA ES LA UNICA SOLUCIÓN.

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