Xavi Casanovas / Santi Torres. Nos levantamos con la noticia de un nuevo atentado, esta vez en Berlín. A la espera de confirmar la autoría, quedamos una vez más atónitos y golpeados por las imágenes y las cifras de la barbarie. Nuestra solidaridad con las víctimas berlinesas, y con todas las víctimas de lo que se va dibujando poco a poco como una guerra de alcance más global de lo que hubiéramos podido imaginar. A Europa se le impone una realidad nueva y desconocida, atemorizada y recelosa por la llegada forzosa de miles y miles de hermanos que huyen precisamente de aquella violencia que tanto nos horroriza y que ahora nos golpea de cerca.
Dos reflexiones nos vienen a la cabeza ante hechos trágicos y violentos como este:
1. La primera reflexión nos remite a la extrema vulnerabilidad de nuestras vidas. Quizás en algún momento hemos llegado a pensar que éramos seres indestructibles, que la seguridad era intrínseca a la vida en Europa. La fragilidad de nuestras vidas se pone en evidencia en cada nuevo atentado, en cada agresión en nuestra casa. Y no deja de descolocarnos, de recordarnos que la vida es algo realmente frágil a cuidar. Sí, somos seres vulnerables, también dentro de esta Europa fortaleza que intentamos construir. Por mucho que levantamos vallas, muros y externalicemos fronteras, difícilmente conseguiremos liberarnos de la fragilidad que forma parte de la condición humana.
2. En segundo lugar estos atentados responden a una escalada de violencia global, una violencia que se vive diariamente en los países de Oriente Medio, y de la que en Europa sólo recibimos los ecos, las segundas derivadas. Esto nos recuerda que para acabar con este horror necesitaremos una apuesta y una implicación clara para trabajar por la paz. No puede ser que mientras lamentamos esto, sigamos exportando armas, también a lugares de conflicto. No puede ser que una parte importante de la ayuda al desarrollo vaya destinada a reforzar fronteras externas, a la construcción de muros… a impedir que las personas que huyen desesperadamente no tengan vías seguras y ordenadas de salida. No puede ser que mientras lloramos los muertos, seguimos insistiendo en modelos económicos y sociales que fomentan la segregación, el sálvese quien pueda, la indiferencia, el individualismo…, el nihilismo.
Atacar los síntomas sin plantearse ir a la raíz de la enfermedad y del problema, es seguir abandonando nuestra suerte a políticas basadas únicamente en la seguridad y la militarización. Desde la solidaridad con las víctimas de este atentado, es necesario que hechos trágicos como estos nos ayuden a reflexionar que Europa no puede seguir dando la espalda al mundo. ¿Podrá reaccionar Europa? Nos lo jugamos todo.
Imagen extraída de: Pixabay
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