Tere Iribarren. El escritor Jorge Galán (San Salvador, 1973), -exalumno de la Universidad Centroamericana Siméon Cañas-, es uno de los poetas más reconocidos de El Salvador, ha recibido distintos reconocimientos a nivel nacional e internacional (Guatemala y España) por su obra de creación literaria en poesía y narrativa. A finales del 2015 publicó en la editorial Planeta la novela Noviembre, novela enérgica y valiente que investiga los trágicos acontecimientos que conmocionaron a El Salvador. Es una historia, que conmueve, en la que reconstruye el asesinato de los jesuitas en 1989. Actualmente, y ante las amenazas de muerte recibidas por la publicación de dicha obra, se encuentra exiliado y ha solicitado asilo político en España.
Así es la historia. La noche del 16 de noviembre de 1989, irrumpió en la casa de los jesuitas un grupo del batallón Atlacatl, al mando del coronel Benavides, con la orden de asesinar a los jesuitas, y no dejar testigos además de fingir un enfrentamiento con la guerrilla. El ataque debía parecer un ataque del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y así lo difundió durante varios meses el gobierno.
La novela, como pinceladas que forman un cuadro, va dando color a la narración, con un realismo y belleza literaria admirable: «¿Vienen a catear otra vez? Ellacuría pidió calma, uno de sus compañeros le dijo que tuviera cuidado y Ellacuría contestó no te preocupes… y a los que aporreaban la puerta les dijo no armen este escándalo que ya les voy abrir… Ustedes vienen a por mí y aquí estoy, no vayan a tocar a nadie más… La puerta estaba abierta y el lugar parecía un campo de batalla, los restos de los casquillos de bala por el suelo. El silencio de todo el lugar era una evidencia demasiado terrible».
Toda la novela es una denuncia y un homenaje a Ignacio Ellacuría, Joaquín López y López, Juan Ramón Moreno, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Armando López y a la señora Elba y su hija Celina, como si tuviese un vídeo o un móvil para grabarlo, el momento del encuentro, el destrozo de la vida, el fin de toda utopía.
José María Tojeira, entonces Provincial de los Jesuitas para Centroamérica, al enterarse la mañana del 17 de noviembre de que el crimen había sido cometido por las fuerzas de élite del ejército salvadoreño, gracias al testimonio de Lucía Cerna, le informó al Arzobispo de El Salvador, Arturo Rivera y Damas, y a la prensa internacional. Es un personaje central en la narración, su valentía y diálogo con las fuerzas del gobierno sobrepasa el miedo y la prudencia. Es quien habla más en la novela, quien aporta más información, y busca puntualizar hasta el mínimo detalle de los hechos. Buena parte de la novela se construye a través de una serie de extensas entrevistas a personas como José María Tojeira, Jon Sobrino o el expresidente Alfredo Cristiani, “entre muchas otras personas que prefieren permanecer en el anonimato por años de temor y amenazas”.
El autor, para elaborar lo que le ha sido contado de viva voz, recorta, añade, edita y pone en lenguaje literario entrevistas y diálogos que ha llevado a cabo, sin traicionar las voces, pues utiliza estrictamente lo que sirve para la narración.
Gran parte de la novela de Jorge Galán reconstruye el contexto, los días previos, la forma en la que actuó el batallón Atlacatl y el difícil proceso emprendido para aclarar la verdad sobre los hechos e identificar a los culpables materiales e intelectuales del crimen. Aparecen en la novela otras historias como trasfondo que amplían y descubren muchas de las relaciones e intereses políticos e ideológicos implicados para legitimar la versión oficial de que la guerrilla lo había cometido haciéndose responsable del atentado, así como para dejar constancia de las décadas de desigualdad social que ha tenido que soportar el pueblo salvadoreño. Así cuenta desde la óptica de un joven el clima de caos y confusión, de temor e incertidumbre de los salvadoreños durante la Ofensiva Final en la que una tía suya desaparece sin dejar ningún rastro, lo que estimula innumerables hipótesis y ninguna certeza sobre su destino.
Es interesante el esfuerzo realizado por Tojeira y los jesuitas así como por diplomáticos de España y Francia para proteger la identidad e integridad de Lucía Cerna, única testigo del caso, y las posteriores amenazas que recibió ella por parte de funcionarios judiciales y militares salvadoreños.
En toda la novela se manifiesta el empeño por aclarar los hechos. A principios de 1990 el presidente Alfredo Cristiani reconocía ante los medios la participación de los militares salvadoreños. Meses más tarde la Comisión de la Verdad acusaba a seis militares (René Emilio Ponce, Inocente Orlando Montano, Juan Orlando Zepeda, Óscar León Linares y Francisco Elena Fuentes) por estar implicados como autores intelectuales pero sólo fueron enjuiciados el coronel Benavides y los miembros del batallón Atlacatl.
Esta novela ha estado galardonada con el premio de la Real Academia Española. Su ágil prosa y la atractiva estructura narrativa se combinan para atrapar al lector intelectual y emocionalmente e informar sobre hechos históricos recientes en los que muchos de los responsables aún viven. La novela también denota un extraordinario trabajo de investigación sobre el caso.
Algunos otros capítulos se centran en los crímenes de Rutilio Grande, cometido por la Guardia Nacional en marzo de 1977, y el de Monseñor Óscar A. Romero, ocurrido el 24 de marzo de 1980. La mención de estos dos hechos marca una línea interesante por las relaciones, las simpatías y las reacciones entre los sacerdotes Rutilio Grande, Óscar Romero e Ignacio Ellacuría.
Noviembre tiene como objetivo denunciar y mantener vivo el recuerdo de un suceso o una cadena de sucesos trágicos inscritos en la historia contemporánea de El Salvador que no han sido esclarecidos del todo. Es difícil en esta suerte de libros el que los personajes dejen su condición de estatuas; Galán logra darles dimensión humana, en particular a Ellacuría. En eso es muy importante que haya escrito antecedentes, como por ejemplo, recordar que Ellacuría, hacia el 1950, toma la decisión de venir a un país pequeñísimo y ferozmente desigual de Centroamérica.
«Esta historia debía de empezar en 1948, cuando un hombre en un aula poco iluminada preguntó si alguien quería ofrecerse para ir a América… Sólo uno de ellos levantó la mano… Poco después con alegría creciente y genuina empezó su viaje hacia el otro lado del océano. Así debería comenzar esta historia con un joven de sotana negra bajando las escalerillas de un avión una mañana, el sol terrible del trópico sobre su cabeza, la brisa tibia en su rostro aún tenso, asombrado y curioso.
Al tocar el suelo cerraría los ojos y permanecería un instante en aquella extraña quietud llena de aroma y luz con un ruido lejano de aves semejante a un murmullo».
Imagen extraída de: Círculo de Poesía