Jordi López. De nuevo el papa Francisco ha sorprendido con una iniciativa imprevista. Aprovechando la clausura del Año Santo de la Misericordia, el Papa ha publicado la carta apostólica Misericordia et misera. Con lenguaje claro y directo se dirige a los católicos para que «comprendan el misterio del amor de Dios cuando viene al encuentro del pecador». A partir de este concepto, eje vertebrador de todo el texto, el Papa desarrolla la idea de que «la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia». La Iglesia debe ser consciente de que, tal como se dice casi al final de la carta, «mientras Lázaro yazca en la puerta de nuestra casa (Lc 16,19-21) no podrá haber justicia ni paz social».
Es un documento esperanzado porque parte del convencimiento de que «la miseria del pecado ha sido revestida por la misericordia del amor». «Todo se revela en la misericordia» que transforma la vida de quien la practica. Quien perdona y es misericordioso experimenta la felicidad y la alegría de sentirse amado por Dios, se hace testigo de su amor. Esto aporta sentido a la vida porque «la misericordia es esta acción concreta del amor que, perdonando, transforma y cambia la vida». La vivencia de la misericordia «suscita alegría porque el corazón se abre a la esperanza de una vida nueva». Misericordia y alegría van unidas porque ellas hacen sentir la alegría del perdón del Padre. Se necesitan testigos de esperanza y de la verdadera alegría en contra de las quimeras de felicidades fáciles y artificiales.
El documento pontificio sitúa en el centro de la misericordia, no el cumplimiento de la ley o de la norma, sino el amor de Dios. Por este motivo, «ninguno de nosotros puede poner condiciones a la misericordia; ella será siempre un acto de gratuidad del Padre celestial». Coherente con ello, el Papa ha decidido ampliar lo que era una prerrogativa limitada sólo al Año de la Misericordia, la facultad de los sacerdotes de absolver a las personas que hayan abortado o hayan facilitado que se abortara. El Papa motiva su decisión comentando que no puede haber «ningún obstáculo que se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios». Magnífico documento que consolida dentro de la comunidad cristiana la idea central de la reflexión papal sobre la misericordia: no hay ningún pecado al que «la misericordia de Dios no pueda llegar y destruirlo, allí donde haya un corazón arrepentido». Todas las dudas que se podían tener sobre otras situaciones, como por ejemplo la situación de la comunión eclesial de los divorciados, quedan desvanecidas. Esta decisión de ampliar, hasta nueva disposición, este mandato es extensiva también a otras iniciativas promovidas al amparo de este año, como por ejemplo, la absolución sacramental de los pecados cometidos por los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X.
En la vida sacramental hay muchos momentos idóneos para celebrar la misericordia. Hay que saberlos aprovechar y vivirlos con plenitud. La escucha meditada y orante de la Palabra ayuda a cada cristiano a vivir mejor la misericordia. La carta apostólica pide a los sacerdotes católicos más cuidado y atención en su ministerio a fin de ser testigos de la misericordia. Les solicita que ante el pecado sean acogedores, testigos de ternura, solícitos para ayudar a reflexionar sobre la gravedad del pecado, claros a la hora de presentar los principios morales que orientan la conducta, disponibles para acompañar a los fieles, prudentes en el momento los discernimiento de cada situación y generosos cuando otorgan el perdón de Dios. El papa Francisco afirma que no puede haber condiciones a la misericordia de Dios y pide a los sacerdotes «un discernimiento espiritual atento, profundo y prudente para que cada uno, sin excluir a nadie, independientemente de la situación en que viva, pueda sentirse acogido concretamente por Dios, participar activamente en la vida de la comunidad y ser admitido en este Pueblo de Dios». El Papa, consciente del importante papel pastoral desarrollado por los Misioneros de la Misericordia, ha decidido alargar su trabajo pastoral para difundir la fuerza de la misericordia de Dios.
Este Año de la Misericordia ha situado a la Iglesia en actitud de escucha que le ha permitido descubrir que todavía son necesarias las obras de misericordia porque «siguen haciendo visible la bondad de Dios» dándole un «valor social». Todavía hay mucha gente que tiene hambre en el mundo, siguen habiendo migraciones económicas y por razones de guerras, hay muchas enfermedades que causan sufrimiento, en muchas cárceles se sigue vulnerando la dignidad humana, el analfabetismo está aún muy extendido y la cultura del individualismo promociona la insolidaridad. Dios es todavía un gran desconocido para muchas personas. Todas estas situaciones invitan a los cristianos a «dar un nuevo rostro a las obras de misericordia que hemos conocido de siempre». El papa Francisco pide a los cristianos estar vigilantes y ser solidarios para devolver la dignidad de las personas. El carácter social de la misericordia «obliga a no quedarse inmóviles y desterrar la indiferencia y la hipocresía». Hay que hacer renacer una «cultura de la misericordia» que brote del encuentro con los demás, «una cultura en que nadie debe mirar al otro con indiferencia ni apartar la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos». El papa Francisco invita a los cristianos a saber descubrir «el tiempo de la misericordia» en la vida cotidiana.
Al final de la carta, el papa Francisco confiesa que ha intuido que «como otro signo concreto de este Año Santo extraordinario, hay que celebrar en todas las iglesias, en el XXXIII domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada Mundial de los Pobres». Será un buen momento para evangelizar y recordar a la comunidad creyente que para ser testigos de la misericordia, además de perdonar desde el corazón, hay que luchar por la justicia social porque sin ella el amor misericordioso de Dios es incompleto.
Imagen extraída de: Faro di Roma
El papa pide misericordia para los sacerdotes pederastas y para la jerarquía farisea, pero ellos no parecen estar arrepentidos.
Por el contrario predican hipóctritamente lo que no practican para que su pecado recaiga sobre los inocentes.
A lo mejor tienes razón, pero prefiero centrarme más en mi aportación personal para inundar al mundo de misericordia y contribuir al amor y a la justicia.
[…] Misericordia et misera. Carta Apostólica del Papa Francisco – Jordi López Camps […]