Neus Forcano. Es difícil, en este tiempo de crisis, vislumbrar un cambio político que no sea otro que tener que soportar aún las imposiciones del neoliberalismo más devastador en esta vieja Europa que se agrieta. Una Europa que es incapaz de responder a la crisis humanitaria de tantos refugiados políticos por la guerra de Siria; a tantas mujeres y niños forzados por las mafias a comerciar con su cuerpo; a tantas trabajadoras y trabajadores sin trabajo, sin casa, sin derechos políticos y laborales, imposibilitados de hacer oír su voz en un sistema político que ha vaciado el sentido de democracia para llenarlo de corrupción, de puertas giratorias y de representantes de los intereses de la élite financiera y de las grandes corporaciones.
Y es difícil, también, en este contexto de agotamiento de discursos y políticas que vislumbren cambios inminentes, oír la voz y las propuestas de una persona esperanzada. Y quiero decir «esperanzada», no como se invalida a veces en el sentido de «ilusa», como si nos refiriéramos a alguien que está fuera de la realidad. Al contrario, quiero decir «esperanzada» en el sentido profundo y subversivo del que, desde la humildad de reconocerse en camino junto con otros, y de reconocer la dignidad de cada persona y de cada pueblo, «tiene confianza» en la capacidad que tenemos como personas de hacer un gesto nuevo, de crear algo nuevo, de actuar de una manera diferente ante los retos reales que nos atenazan.
El pasado miércoles, 2 de noviembre, se oían en la iglesia de Caspe las palabras de Boaventura de Sousa Santos, invitado por Cristianisme i Justícia. Este reconocido sociólogo portugués ha dedicado buena parte de su tarea docente, y de sus dotes de analista y de activista político, a dar a conocer las voces y las experiencias de los movimientos en lucha de campesinos, de obreros, de feministas, de los indígenas, de los movimientos reivindicativos de los derechos humanos, que han sido y son activos en América Latina, en África y en Asia. Y lo hace desde el convencimiento de que necesitamos escuchar la riqueza y los conocimientos de las luchas sociales resistentes al capitalismo, al colonialismo y al patriarcado.
Boaventura de Sousa Santos constata la absurdidad que nos abruma después de luchar tanto tiempo a favor de los derechos laborales y sociales, y ver como la Troika y las políticas de coyuntura los desvanecen. Como es posible -nos pregunta a la audiencia y se pregunta- que después de años de educación, de formulación de leyes de igualdad y de políticas de ciudadanía, la violencia contra las mujeres no desaparezca y el fundamentalismo más atroz siembre ciudades por doquier de miedo y de muertes. Si hay tanta necesidad de reaccionar, ¿como es que nuestras sociedades parecen dormidas? ¿Por qué no cambian las políticas y la forma de hacer política? ¿Por qué no resurge con fuerza una teología de la liberación que reoriente nuestra manera de vivir, de creer, de celebrar, de construir comunidad eclesial, de comprometernos políticamente en nuestra sociedad?
Si, como decía Gramsci, nos encontramos en un mundo que no acaba de morir pero tampoco sabemos cómo va a nacer, habrá que hacer emerger el bagaje y la visión del mundo de todos estos movimientos sociales y políticos de los que necesitamos aprender para ir más allá de nuestro etnocentrismo europeo. Estos movimientos han desarrollado una resistencia que no ha sido únicamente reivindicativa. La lucha por los derechos y por el ecosistema ha arraigado a las personas, les ha permitido apoderarse, ser ellas y ellos mismos. Podemos aprender, también, que es ser espiritual. No se trata de religiosidad, sino de cultivar una espiritualidad que cree, firmemente que la trascendencia se muestra en la inmanencia y, por ello, un árbol es sagrado; un río es sagrado; una persona, un pueblo y una cultura, arraigados en un lugar y comprometidos en cuidar el lugar para que todos vivan en dignidad, son sagrados. Sousa nos invita a practicar lo que él llama una «sociología de las emergencias», con la misión de detectar las capacidades emancipadoras de las protestas que se han alzado y de los modelos alternativos que se han ensayado contra la triple dominación de la colonización, del capitalismo y del patriarcado.
Buen conocedor de los movimientos altermundialistas y partícipe activo del Foro Social Mundial, él mismo intenta hacer de traductor de los valores, de los conceptos y de las estrategias de lucha que se puedan compartir entre culturas, entre pueblos, e incluso, entre grupos sociales de una misma sociedad, para que podamos luchar por objetivos comunes. La «línea abismal» que separa los ciudadanos de los no ciudadanos, los hombres de las mujeres, los blancos de los indígenas, los que tienen un sueldo y unos derechos de los que no los tienen… Hay que salvar con una actitud de escucha, nos dice, porque «escuchar es entender los silencios, lo que no se dice, lo que dicen los demás», y que el discurso hegemónico, terco en mantenernos ciegos, sordos y desesperanzados, se esfuerza en silenciar. Por eso su compromiso es hacer presente esas ausencias, esas voces silenciadas; porque el progreso desbocado y la idolatría del dinero oculta más que ilumina. El Dios en el que cree el cristianismo es un Dios fronterizo y militante en esta «línea abismal» junto a los desplazados, los refugiados, los abusados, las maltratadas, las violadas, las víctimas de todos los tipos de fascismos y violencias que agreden la dignidad de las personas.
Como muestran algunos de los títulos de las obras que tiene publicadas –El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política (2011), Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del sur (2010), o bien Si Dios fuese un activista de los derechos humanos (2014)-, Sousa expone la necesidad de continuar luchando por los derechos de las personas, de los pueblos y de la naturaleza, porque la realidad de sufrimiento y violencia así lo solicita. Ahora bien, cargados de experiencias y voces -para no sentirnos solos- de los que ya han ensayado y están creando modelos productivos alternativos, redes solidarias anticapitalistas y antipatriarcales, y cultivando una nueva espiritualidad que procure el bien común y la liberación de relaciones dominadoras en todos los ámbitos.
Imagen extraída de: El Pescuezo
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