Àngel MiretDebemos conceptualizar las crisis humanitarias como una situación de emergencia que amenaza la salud, la seguridad o el bienestar de una comunidad o de un grupo de personas de un país o de una región. Puede ser consecuencia de un hecho político (guerra, conflicto armado, etc.), de una catástrofe ambiental (terremotos, tsunamis…) u otros motivos, y hace necesaria la ayuda y la cooperación internacional para hacer frente a las necesidades básicas: comida, salud, educación, reconstrucción de infraestructuras, etc.

En la historia reciente, las principales situaciones de emergencia humanitaria se han producido en África (República Centroafricana, Eritrea, Somalia, Sudán, Kenia…), Asia (Afganistán, Pakistán…), Oriente Medio (Irak, Palestina, Yemen…) y América (Colombia, Guatemala…), lejos, pues, de una población occidental que en su conjunto podría pensarse que, como los caracoles, se cierra sobre sí misma empujada por un relativismo creciente y por el miedo de perder su modelo social y cultural.

Pero ahora nos encontramos en una «emergencia compleja» a las puertas de Europa, en el Mediterráneo, el espacio donde nació el neolítico en occidente y donde aparecieron las primeras civilizaciones, y con un impacto perceptible y directo en la mayoría de estados europeos, de forma especialmente significativa en la opinión pública; una opinión muy tensionada socialmente por la inmigración y por el refugio, y emocionalmente por el islamismo radical en su vertiente violenta o terrorista, circunstancias que han producido en diferentes estados europeos la emergencia de fuerzas políticas que presentan una severa hostilidad contra las personas extranjeras.

¿Por qué decimos que el conflicto en Irak y Siria es una emergencia compleja? Porque coinciden los siguientes factores:

  1. Debilitación, e incluso rotura o fragmentación del estado.
  2. Hundimiento de la economía formal y crecimiento de la economía informal articulada mediante redes clandestinas.
  3. Conflicto civil con implicaciones internacionales, acentuado por la exacerbación identitaria (étnica, nacional, religiosa) y estimulado por la economía política de la guerra.
  4. Aparición del hambre, la pobreza y las epidemias que, además, son provocadas como arma de guerra.
  5. Éxodo y migraciones forzosas por causa de persecución y destrucción.

Esta tipología de emergencias plantea a la acción humanitaria internacional retos políticos, pero también éticos y operativos: el derrumbe de los estados provoca que la comunidad internacional no disponga de interlocutores y que la fragmentación del poder obligue a negociar con grupos contrapuestos y radicales. Un segundo dilema consiste en determinar cuál es la tipología de ayuda a proporcionar: ¿provisión de bienes y servicios o, además, otras medidas, como protección a las víctimas, denuncia y presión política? En este segundo caso, sin embargo, su ejecución puede ser extremadamente difícil y puede ser motivo de persecución y de expulsión del país.

Por otra parte, la complejidad de estos conflictos internos, con la existencia de sectores que los provocan en beneficio propio y con prácticas de persecución de la población civil, plantea un serio desafío a la vigencia de algunos principios humanitarios, como el de neutralidad e imparcialidad, e incrementa el riesgo de que la ayuda sea instrumentalizada y contribuya a incrementar la confrontación: la realidad nos muestra que no es infrecuente que sean los propios estados los responsables del sufrimiento de sus ciudadanos. A menudo existen verdaderas estrategias por parte de los gobiernos de expulsar a una población de su territorio. La lógica de esta estrategia es la de la metáfora de Mao Tse Tung de «quitarle el agua al pez», según la cual se desplazaría a la población de un determinado territorio con el fin de que no facilite apoyo a determinados grupos armados.

Por tanto, parece evidente que la respuesta a estas emergencias debe situarse no sólo desde una perspectiva humanitaria, sino que debe incluir misiones de mantenimiento de la paz y actores políticos y diplomáticos.

Y ante la magnitud de estos retos y los interrogantes que hemos planteado alguien se podría preguntar -con toda legitimidad- qué puede hacer Cataluña, una comunidad autónoma del Estado español con una población de unos 7,5 millones de habitantes, que, pese a la pervivencia histórica de una voluntad democrática de convertirse en estado, no dispone de diplomacia formal, ni de influencia internacional, ni de grandes recursos económicos.

Trato de responder: Cataluña, puede ser un referente ético y un modelo de buenas prácticas. Un referente ético en tanto que la población catalana, la ciudadanía, las redes organizadas de la sociedad civil, las administraciones públicas locales y la Generalitat se han movilizado también desde sectores políticos muy diferentes (desde la izquierda clásica a los movimientos cristianos) para ofrecer respuestas a la grave crisis internacional:

Desde la perspectiva de las buenas prácticas:

  • Creación del Comité para la Acogida de las Personas Refugiadas, como órgano de coordinación entre las actuaciones de las administraciones públicas y las de las entidades que actúan en el ámbito de acogida de las personas demandantes de protección internacional o refugiadas que, estructurado en 8 grupos de trabajo operativos, reúne a más de 80 actores de todo tipo: universidades, asociaciones, ayuntamientos, expertos en educación y salud, colegios profesionales, juristas, etc.
  • Más de 310 administraciones locales ponen recursos económicos en común para actuar en las zonas limítrofes del conflicto donde se encuentran los refugiados, mediante la creación del Fondo Catalán de Cooperación.
  • Presencia muy importante de voluntariado catalán en los campos de refugiados.
  • Campañas públicas de sensibilización dirigidas al conjunto de la ciudadanía.
  • A través del Comité, generación de recursos habitacionales para personas demandantes de protección internacional puestos a disposición del Gobierno español y de ACNUR.

Todo ello en una sociedad, la catalana, donde el porcentaje de personas inmigrantes es del 13,69% y donde se hablan más de 200 lenguas; una sociedad que incorporó porcentualmente el mayor número de inmigrantes del mundo en el primer decenio del siglo XXI. Una sociedad en la que, a pesar de tener una tasa de paro del 17,4%, no han aparecido fuerzas políticas xenófobas y donde el consenso en torno a la necesidad de acogida e integración es muy elevado.

Todo esto lo decimos con prudencia pero con determinación, con la convicción de que el tratamiento de las crisis de los refugiados en todo el mundo y especialmente en la región mediterránea requiere:

  1. De un consenso y de una estrategia internacional bien definida, humanitaria y orientada al cumplimiento estricto de los tratados internacionales.
  2. De una convicción por parte de los estados de la necesidad de incorporar la acogida de las personas refugiadas en sus políticas presupuestarias y sociales.
  3. De una realidad insoslayable: que es desde el barrio, el pueblo o la ciudad y desde las estructuras regionales desde donde mejor se puede llevar a cabo el proceso de acogida en un mundo donde la globalización presenta incuestionables ventajas, pero que a la vez corre el riesgo de considerar a las personas como una mercancía más.

Cataluña hoy podría hacer suyas las palabras de Pau Casals en la ONU en octubre de 1971:

“La paz ha sido siempre mi mayor preocupación. Ya en mi infancia aprendí a amarla. Mi madre – una mujer excepcional, genial -, cuando yo era chico, ya me hablaba de la paz, porque en aquellos tiempos también había muchas guerras. Además, soy catalán. Cataluña tuvo el primer Parlamento democrático, mucho antes que Inglaterra. Y fue en mi país donde hubo las primeras naciones unidas. En aquel tiempo -siglo XI- se reunieron en Tolouges -hoy Francia- para hablar de la paz, porque los catalanes de aquel tiempo ya estaban en contra, en CONTRA de la guerra”.

emergencias

Ilustración de Javier Gay Lorente.

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2 Comentarios

  1. A parte de las falsedades históricas sobre Catalulña y Espalña (la memez esa del estado español me trae a la memoria a mi rector Estapé cuando le espetó al Guti en tertulia abierta: «Mire Guti, delante de mí no diga la necedad esa de Estado español,» esa expresión es de iletradios sectarios. No me confunda) del artículo (compárese con los trabajos recientes del catedrático Tortella) sobre una entidad utópica y ucrónicao, el entorpecimiento que la intromisiión de una comunidad autonoma causa es peor que el supuesto beneficio.

    En mi familia directa hay suscriptores de ACNUR, con mensualidades importantes para su economía. Menos mal que está centralizada, que la sede está en Madrid se comenta. Si estuviera aquñí no darñían un duo, por la sencilla razñón de que buena parte del dinero se iría por el sumidero de identidades falsas con su simbología fascistoide («Endavant klas atces»))

    Podría ser un artículo político, en el sentido estrecho del vocablo. Pero no es un artículo eclesial, desinteresado, generoso. Es mirar qué hace mi mano derecha y mi mano izquierda, mirar las ganacias, no las donaciones- No es un artículo de justicia sino de política bastarda.

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