Pepa Torres. [entreParéntesis] Llevo varias semanas encorvada por un ataque de lumbalgia que me impide caminar erguida. Aunque es doloroso y me limita enormemente la capacidad de movimiento, estoy aprendiendo muchas cosas. Entre ellas, que cuando te acostumbras a vivir “agachada” se te acorta la mirada y es fácil acabar naturalizando la cortedad de perspectiva.

Mi encorvamiento me hace aún más consciente de que estar de pie es la postura de la dignidad y que, como nos ha dicho el papa Francisco recientemente, estar erguidos y erguidas y en salida es la posición cristiana por excelencia. Por eso nunca me ha gustado rezar de rodillas, aunque algunas de mis místicas preferidas, como Etty Hillesum o Madeleine Delbrêl en este gesto hayan expresado su conversión más radical y el reconocimiento agradecido del  misterio de Dignidad y Amor que nos sostiene.

El Dios en el que creo no quiere que la humanidad esté a sus pies ni de rodillas y Jesús de Nazaret no hizo otras cosa con su vida más que ayudar a levantar dignidades y encorvamientos (Lc 13,10-17), lo cual alzó también las iras de los poderes religiosos, políticos y económicos que prefieren una humanidad agachada que sirva a sus  intereses.

Estos días he participado en dos actos que, pese a mi lumbalgia, me han puesto un poco más de pie, por dentro y por fuera. El primero ha sido una cena-tertulia con Noor Zia Alfridi, activista paquistaní de la organización SAWEDA y el segundo, una protesta en la embajada de Honduras en Madrid exigiendo justicia para Berta Cáceres y que su  muerte, a manos de sicarios pagados por una transnacional asesina y en complicidad con el gobierno, no quede impune.

Noor Zia es una mujer joven, que trabaja por el empoderamiento de mujeres y niñas en  el sur de Paquistán en una región controlada por el poder de los talibanes. A través de la educación favorecen la organización y la autonomía de las  mujeres en un contexto donde sus vidas no valen nada. Trabajan de forma clandestina.

Hace un año, su hermana y también activista, Farida, fue asesinada con dos balazos por la espalda cuando se dirigía a su casa. El gobierno no ha hecho nada para investigar su muerte.  Creen que así podrán «acabar con las luchas de las mujeres de nuestra región, pero no tenemos nada que perder y seguiremos luchando por vivir con dignidad. Luchamos por nosotras y por nuestras hijas y por las hijas de nuestras hijas«, comenta Noor con expresión serena, mientras sujeta su hiyad con la mano derecha como en un gesto de complicidad femenina que rompe con todo estereotipo.

Entre la diversidad de mujeres que nos hemos convocado para escuchar a Noor están las compañeras de Defenred, el colectivo que la ha traído a nuestro país. Una asociación que protege a las defensoras  de derechos humanos y ambientalistas ofreciéndoles cuidados y un programa de descanso integral en una casa en el campo donde se recuperan tras situaciones especialmente traumáticas y de riesgo.

Mientras compartimos el arroz y las samosas una de la iniciadoras del proyecto nos cuenta que los defensores y defensoras de derechos humanos arriesgan su vida a diario por construir una sociedad más libre y más justa, donde los derechos humanos se hagan realidad.

Son personas valientes, dispuestas a todo por luchar por aquello en lo que creen, y por tanto, son los verdaderos impulsores de los cambios en  sus países. La mayoría de estos/as defensores/as de derechos humanos persisten en su tarea pese a las amenazas, agresiones y hostigamientos que reciben, dedicando mucho tiempo y esfuerzo a la mejora de las comunidades en las que viven, habitualmente con una gran escasez de medios.

Defenred nace como una forma de «cuidar a los cuidadores y cuidadoras» de los Derechos Humanos, a quienes arriesgan su vida en ello cada día, con el  firme propósito de que estos agentes de cambio puedan desarrollar su labor, y apoyarles de una forma directa en la importante tarea que realizan para que vivamos en un mundo más justo.

«No nos olviden», nos insistió Noor cuando nos despedimos… «Aunque  no se hable de nosotras en los medios, mucho más peligroso que los atentados terroristas es cada vez que una mujer sale a la calle en mi región porque nunca sabemos si vamos a volver. No nos olviden…».

También el 15-J tuvo lugar el Día de la acción global: Justicia para Berta Cáceres. En todas las embajadas de Honduras en el mundo las manifestantes reivindicamos la dignidad de su vida, y la defensa de los ríos de los que Berta fue su guardiana hasta el final, como sigue siendo el pueblo lenca, pese a los intereses de las grandes transnacionales que expolian los recursos naturales y las comunidades originarias.de los que Berta fue su  guardiana hasta el final, como sigue siendo el pueblo lenca, pese a los intereses de las grandes transnacionales que expolian los recursos naturales y las comunidades originarias.

Al grito de «Berta vive, la lucha sigue. La tierra no se vende, la tierra se defiende», exigimos protección para las defensoras, la conformación inmediata de un Grupo de investigación  indepediente para esclarecer el crimen y garantizar el enjuiciamiento de todos los responsables, y la cancelación inmediata y definitiva de la concesión otorgada a la transnacional DESARROLLOS ENERGETICOS S.A (DESA), constructora del proyecto hidroeléctrico de Agua Zerca, en Río Blanco, que costó la vida a Berta Cáceres.

Escuchar a su hija Bertita Zúñiga, recordando las palabras de su mami animándola a que «nunca el miedo nos puede paralizar, sino al contrario ha de ser un motivo para enfrentar las  causas que generan el miedo y que la dignidad y la rebeldía indígena y de su madre son fuertes y se hacen presentes en las luchas del cada día» es  un buen antídoto contra las miles de formas con que el capitalismo neoliberal y sus consignas pretende encorvarnos.

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Imagen extraída de: Defenred

 

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Religiosa, teóloga y educadora social. Activista en diversos movimientos sociales vinculados especialmente al feminismo y al trabajo por los derechos de las personas migrantes. Es miembro de la Red de Apoyo Interlavapiés y de la Red Myriam de espiritualidad ignaciana femenina, entre otras asociaciones.
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1 COMENTARIO

  1. La dignidad de las personas es algo más que estar de pie. Se le tendría de hacer memoria al «papa» o a cualquier otra persona que toda criatura de Dios es digna «per se», que no hay nadie «indigno» frente a cualquier otra persona.
    La dignidad de las personas no se pierde a pesar de las múltiples situaciones «indignas» en que nos podamos encontrar. Somos dignos pese a vivir «externamente» de forma poco digna, aunque tengamos una argolla agarrada al pie o una enfermedad consumiendo nuestras vísceras… Somos dignos por el mero hecho de ser criaturas de Dios. Poco importa lo que diga una autoridad eclesial o cualquier otra persona.
    Sobre la idoneidad de arrodillarse o no, todo es cuestión de gustos… y de formalismos. Pero no hemos de olvidar que Lucas (22:41) anota que Jesús se arrodilló para orar. ¿Y qué decir del lavamiento de pies que Jesús realizó a sus discípulos? ¿Acaso perdió alguna dignidad Jesús en arrodillarse o en lavar los pies a los discípulos? ¿Acaso perdemos dignidad al reconocer nuestras limitaciones y clamar ayuda a Dios?
    Puede ser que tengamos necesidad de humillarnos más delante de Dios, nuestro Creador; y no creernos demasiado eso que tengamos de ser autosuficientes y que «todo lo podemos» sin Dios. Dios nos exige ser solidarios con los demás, pero también nos recuerda constantemente que necesitamos de él.
    Atentamente

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