Francesc MateuHace poco más de un año, una embarcación naufragaba en el Mediterráneo y morían sus 800 ocupantes. Nadie sabe a ciencia cierta cuántas personas eran. Con la noticia, la imaginación vuela sola a la fotografía que ganó el World Press Photo.

Hay que pasar un rato mirando detenidamente esta foto, fijándose -uno por uno- en los miembros de la embarcación. Sólo así conseguiremos que el 800 sea algo más que un número. El 18 de abril, justo un año después, pudimos dibujar 800 siluetas en la calle en Barcelona. Impresionaba ver lo que ocupaban 800 siluetas.

Hace un año, la reacción popular generó la plataforma Stop Mare Mortum porque los dirigentes europeos y españoles no reaccionaban. La aparición de Stop Mare Mortum es una señal de esperanza y vitalidad de la ciudadanía.

Aunque el impacto fue alto, es escandalosa la comparativa de las horas de información, las horas de duelo y las medidas para evitar que se repita, entre estas 800 muertes y las 130 de los atentados de París y Bruselas. A pesar de que no conocíamos ni a unos ni a otros, todo el entorno nos hace sentir que el pasaporte es más importante que la condición humana, que es lo que compartimos con todos por igual

Y estas 800 personas sólo fueron las primeras de una larga lista. El Mediterráneo -donde hemos abandonado a los que navegaban buscando refugio- se ha llevado por delante muchas más vidas. El día del aniversario -sin ir más lejos-, 400 más. Y este año ya llevamos más de 1.300.

Las que han llegado, superando la dura prueba del mar, no han sido mejor acogidas por las autoridades. Pese a que rara vez han faltado voluntarios -a veces tantos que asustaban a los que llegaban-, los gobiernos, insensibles a la reacción popular, han cerrado fronteras, apresado personas y voluntarios, levantado muros y alambres de púas y cuchillas, lanzado gases lacrimógenos y pelotas de goma, y ampliado mediáticamente noticias racistas y xenófobas.

Mientras tanto, la gente de buena voluntad les está ofreciendo de todo para que lleguen y los está esperando. Porque en el fondo nosotros somos de resolver los temas. Y nos desespera ver que el tema no se resuelve. Mientras los gobierno ni se mueven, hemos votado como catalán del año a Oscar Camps por la tarea de salvar vidas en el Mediterráneo, y la iniciativa solidaria del año ha sido Stop Mare Mortum.

Y nos hacemos repetidamente las mismas preguntas: ¿Qué debemos hacer pues? ¿Alguien nos lo puede explicar y dejarnos de atormentar con el tema? ¿Por qué los gobiernos no hacen nada?

Y hay dos cosas que son importantes y hay que tener en cuenta.

1. No es un problema simple y, por lo tanto, la respuesta tampoco lo será. De entrada, el tema sólo se resolverá de verdad poniendo fin a la guerra. El resto son «tiritas». Para complicar la solución, los refugiados que más necesitan acogida no son los que llegan. Son una parte de los que quedan en Siria, Líbano o Jordania, que son los más vulnerables. Y para cerrar el sudoku, los gobernantes creen que los ciudadanos no queremos a los refugiados y que si los traen, no les volveremos a votar. Son tres problemas que no resolveremos fácilmente.

2. Hace muchos años que en el mundo se dan estas situaciones, desgraciadamente. Hace muchos años que tenemos injusticias similares y reacciones humanas incomprensibles. Y la única diferencia que hay entre la prisa que tenemos por resolver el tema y el hecho de ignorarlo hasta el año pasado, es que ahora los vemos en nuestras playas y en nuestras noticias. Es tan injusto si el refugiado es sirio como si es de la República Centroafricana, de Burundi, del Kurdistán, saharaui, palestino, somalí o de Afganistán. Todos son personas y nuestra esencia humana puede conectar exactamente igual.

Con estas dos variables siempre en el horizonte tenemos que:

    • exigir a los gobiernos que trabajen para acabar con las guerras,
    • pedir que acepten sin dudar a los que ya tenemos en Europa -aunque no sea lo más justo-,
    • exigir que también vengan desde Siria un porcentaje de aquellos que más lo necesitan,
    • y, sobre todo, exigir más justicia y coherencia en la política exterior para ir a las causas de los problemas.

Y hagámoslo sabiendo que será el primer paso para hacernos todos juntos un poco humanos. Las prisas asistenciales son malas consejeras. Esto es una carrera de fondo para entender que quien verdaderamente debe madurar y actuar es nuestra propia humanidad. Sabremos que hemos madurado cuando la distancia al sufrimiento no sea el único determinante de nuestra acción.

A pesar de todas las consideraciones, que no nos engañen y confundan más, ¡los queremos aquí ya!

Estamos a las puertas de unas nuevas elecciones y NO votaremos a nadie que no dé un mensaje inequívoco de que los quiera traer. En la última campaña para las generales ni se tocó el tema y así seguimos, sin hacer nada.

Esta campaña no puede pasar sin un compromiso claro de cada partido y no podemos ir a votar sin tener presente este tema. Y haremos este voto humano y responsable, por los que han venido a Europa y los que no, por los sirios y los que no lo son, los que han entrado por Grecia, por Italia o por Melilla, y por los que vienen por la guerra o por el hambre. Lo haremos por las personas.

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Imagen extraída de: CCCB

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Director en Cataluña de Oxfam Intermón. Médico. Ha trabajado como médico en Bolivia y ha coordinado los proyectos de Oxfam Intermón en África Austral durante 10 años. Ha sido presidente de LaFede.cat y ahora colabora como vicepresidente en la CONGDE. Activo en las redes sociales y autor del blog la «La Creu del Sud».
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