Francisco José PérezAcabamos de ver como esta cuaresma basada en las obras de misericordia aporta elementos interesantes para una nueva política, incluso para que alguno de ellos apareciera en los posibles acuerdos para un pacto de gobierno, como signo de que se tiene en cuenta a la persona en su integridad.

Breve marco para entender que se esconde tras el “juego de pactos”

Pero ¿por qué hablamos de nueva política –cambio político- como de algo inevitable? Básicamente, por que confluyen algunos elementos que apuntan en esa dirección. Por una parte, porque desde el comienzo de la crisis se constata un aumento en la conciencia política y sensibilidad social de muchos ciudadanos, y que quedaba patente en un aumento de las protestas sociales (PAH, mareas…) y en expresiones como “democracia real”, “no nos representan”, “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”… popularizadas, sobre todo, a partir del 15M. Slogans y movilizaciones que evidencian una realidad más profunda: la ruptura del consenso social y político (pacto social) que emanaba de la transición, y que funcionó las últimas décadas, hasta el inicio de la crisis.

Conciencia de cambio que no es exclusiva de los sectores populares (Podemos, Mareas…), sino que sectores clave de las clases dominantes (financiero, burguesía más transnacional) también asumen la inevitabilidad de cambios, al tiempo que promueven otras alternativas que no cuestionen los elementos centrales del régimen, como puede ser el caso de Ciudadanos.

No hay que esforzarse mucho para darse cuenta de que la política tradicional está fuertemente desprestigiada y que la corrupción (financiación ilegal, cajas b, sobresueldos, fraude fiscal, blanqueo de dinero, tráficos de influencias, cobros de comisiones…) ha dado lugar a una metástasis que corroe todo el sistema y hace más que necesaria una regeneración.

Lo que está en juego con los pactos, por tanto, es más que una coalición de gobierno u otra. Se trata de qué orientación va a tener ese cambio: un mero maquillaje para que todo siga igual, o cambios que apunten en la dirección de una democracia más real.

Ese maquillaje que pretenden las clases dominantes se basa en la construcción de una nueva forma de representación política, que en ocasiones se presenta bajo la idea de la segunda transición (por ejemplo A. Rivera equiparándose con un nuevo Suárez). El objetivo básico sería poner fin a ese ciclo de movilizaciones que ha propiciado nuevas organizaciones populares para el cambio político, y volver a la “normalidad” política formal. Para ello se habla de un “consenso” (gran coalición) que deje intactos los ejes centrales del régimen: la monarquía, la aceptación de la Europa del euro, la filiación atlántica y la OTAN como marco de la política internacional, la precariedad laboral como realidad estructural y la centralidad del sector financiero, un modelo económico basado en el turismo y los servicios… Y ello pasa por la integración de las fuerzas populares emergentes en esas estructuras de representación política “normalizadas”.

Por su parte, esas fuerzas emergentes plantean ir más allá, lo que requiere de reformas que pongan en cuestión las bases materiales en las que se sustenta el poder de las clases dominantes; por ello hablan de “proceso constituyente” para elaborar una nueva constitución que permita diseñar un nuevo proyecto de país. Este objetivo “rupturista” requeriría de un nuevo sujeto político que representara a las mayorías sociales afectada por la crisis.

El choque con la realidad: las matemáticas parlamentarias

Está claro que los resultados electorales no han inclinado de forma clara el fiel de la balanza a ninguno de los dos lados, y han colocado al PSOE como veleta sobre la chimenea bajo la que se cuecen los cambios políticos. Sólo este partido tiene la capacidad, y la responsabilidad, de indicar la dirección de los vientos del cambio. Ciertamente, el cambio no va a ser cosa de unos días, va a requerir plazos importantes, pero la decisión que se tome ahora va a marcar de forma notable el proceso.

Creo que los acontecimientos hemos de leerlos desde esta perspectiva y no, como suelen proponernos los medios de comunicación, desde meros personalismos. En clave cuaresmal, lo que está en juego es la sinceridad y profundidad de la conversión; si basta con el “cumplimiento” (cumplo y miento) o si realmente lo va a ser en profundidad, para retornar a las claves capaces de hacer avanzar nuestra vida en común, recuperando la política el protagonismo que le corresponde frente a los otros poderes (financieros, económicos…) bajo los que hoy parece subyugada.

Hasta ahora, el proceso de negociaciones, parece estar respondiendo, más allá de las formas y las anécdotas, a la estrategia del capital de cambiar algo para que nada cambie: el pacto entre PSOE y Ciudadanos, presentado como punto de partida, trata de salvaguardar aquellos ejes centrales del régimen y pretende integrar a las fuerzas de izquierda en un papel subordinado. Con ello el PSOE, se convierte en un nuevo Pilatos, se lava las manos intentando trasladar la presión de la decisión a Podemos y otras fuerzas populares. Y para defender esta posición de despliega toda una parafernalia de medios de comunicación, tertulianos, encuestas de opinión que tratan de convencer lo razonable de la propuesta.

Claro, olvidan decir que razonable desde los intereses que trata de salvaguardar, pero que se trata de un movimiento con el que se pretende ahogar la dama del contrario, la posibilidad de un cambio que vaya a las raíces profundas del malestar y la desigualdad social.

Algunas “obras de misericordia” urgentes para la nueva política

“La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios”. Esta cita de Evangelii Gaudium 217 del Papa Francisco sirve de frontispicio para enmarcar el papel de las obras de misericordia en la nueva política.

Así, en un contexto de pobreza, precariedad social y grandes desigualdades, la dignidad de la persona y el bien común parecen estar reclamando medidas de choque para eliminar esta vulnerabilidad social: trabajo digno para garantizar la satisfacción de las necesidades personales y familiares; paralizar desahucios y garantizar el suministro de agua, luz y gas a todos los hogares; prestación por desempleo para las personas sin ninguna ayuda…; medidas para blindar los derechos sociales y políticas sociales (educación, sanidad, atención social…); no supeditar estas políticas a objetivos macroeconómicos… constituyen obras de misericordia corporales.

También son precisas obras de misericordia espirituales para reconstruir las heridas abiertas en la convivencia: la cultura del diálogo, la tolerancia, la capacidad de llevarse con paciencia unos a otros y perdonar las ofensas recibidas… resultan imprescindibles para articular políticas orientadas al bien común, sin que se antepongan los intereses particulares y de partido.

Sirvan estas reflexiones para incitar a la reflexión crítica acerca de cómo está siendo este proceso de pactos; de cómo debería ser; de qué elementos positivos o negativos descubrimos… Y, al tiempo, fuera acicate para una conversión a una nueva política basada en el amor y la misericordia, elementos centrales que las obras de misericordia tratan de vehicular.

Equipo

Imagen extraída de: Significado.net

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Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Técnico de Calidad en la Universidad de Zaragoza. Actualmente Delegado Diocesano de Pastoral Obrera en la Diócesis de Zaragoza y coordinador de la Escuela de Diocesana de Formación Social. Comprometido con la formación impulsa, entre otras actividades un Seminario de Lectura de la Realidad, en colaboración con Cáritas y otro de Incidencia Social y Política, en colaboración con el Centro Pignatelli y Cvx de Zaragoza.
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