Vicent Martínez GuzmánNo es fácil la situación después de las elecciones en Cataluña y en España. Tertulianos, medios de comunicación y algunos líderes de los partidos políticos están configurando una opinión pública que, al parecer, tiene que preocuparse por la pluralidad de opciones que han escogido los electores. Generará inestabilidad, se dice, someterá los grandes partidos a las obsesiones de los pequeños partidos antisistema, frenarán la recuperación del crecimiento que, con tanto esfuerzo, ha conseguido el partido en el gobierno y «consecuentemente» (sic) habrá más paro…

Hace tiempo que se estudia cómo, en la interpretación de algunos autores, para Kant, la reflexión filosófica se convierte en una flecha que apunta al corazón de la actualidad. En la Cátedra UNESCO de Filosofía de la Paz de la Universidad Jaume I de Castellón, lo llamábamos el compromiso público de la filosofía que nos ha llevado a trabajar durante casi treinta años en la elaboración de una filosofía para hacer las paces.

Kant queda entusiasmado por el ideal, o disposición moral de la humanidad, a que apunta la Revolución Francesa, que se convierte en señal digna de ser recordada, muestra el camino y diseña el futuro que prevé o pronostica. Este ideal moral es doble: el «derecho que tiene un pueblo a que ninguna otra potencia le impida darse la constitución civil que le parezca mejor», y el fin y deber que tenemos para que esta constitución cumpla que «sólo es jurídica y moralmente buena si… evita una guerra agresiva -constitución que no puede ser otra que la republicana…, con lo que comienza a realizarse la condición para impedir la guerra (fuente de todos los males y corrupción de costumbres) y se asegura… que no será estorbado su progreso».

Hay que decir que, para Kant, «el republicanismo es el principio político de la separación del poder ejecutivo (el gobierno) del legislativo». En aquella época este autor todavía consideraba que la democracia es un despotismo, porque fundamenta un poder ejecutivo donde todos deciden sobre, e incluso en contra, de uno que no da su consentimiento. Entonces, un monarca puede ser republicano si cumple la división entre los poderes legislativo y ejecutivo.

Kant insiste en que todo esto debe hacerse con publicidad para no cometer injusticias. Considera que sería una injusticia que un estado pequeño que, por su situación, formara parte de uno mayor, éste considerase justificado someter al pequeño y anexionárselo. Si el estado mayor hiciera pública su intención quedaría patente su injusticia. Además, hay una falsa política en desacuerdo con la moral al considerar como una pequeñez fácilmente perdonable que un estado pequeño sea engullido por otro mucho mayor si es para una supuesta mejora del mundo.

Los estados deben ir conformando una liga de la paz que asegure la libertad de todos sus miembros y potencie la federalidad que lleve hacia la paz perpetua. Se debe abandonar, pues, el ansia de algún estado de llegar a una paz dominando todo el mundo, porque la naturaleza se opone desde las diferencias de lenguas y creencias. Por el contrario, la federación de estados para la paz debe mirar por la desaparición de los ejércitos permanentes, no debe convertir la visita a los países y pueblos extranjeros en conquista, sin tener en cuenta a sus habitantes, esto es «beber la injusticia como si fuera agua». Es más, debe basarse en el derecho cosmopolita o derecho público de la humanidad, más allá del derecho de gentes, porque «la violación del derecho en un lugar es sentida en todas partes». Por ello, más que «leyes de extranjería», debemos hacer «leyes de hospitalidad» expresadas como «un derecho de visita… en virtud del derecho de posesión común de la superficie de la tierra, que nos encierra en este globo que es la tierra y hace que «originariamente nadie tenga más derecho que otro a estar en un determinado lugar de la tierra». Éste es el genuino sentido de globalización. También el sentido originario de comercio se basa en la posesión común de la tierra que nos permite hacer intercambios. Ni es la globalización unilateral que impone un modelo económico de unos seres humanos contra otros, ni el comercio que sólo busca el beneficio de unos pocos a costa de otros.

Quizás, una llave filosófica para interpretar qué nos está pasando ahora mismo en Cataluña y en España radica precisamente en la relación entre política y moral, entre práctica y teoría. ¿Qué estados queremos en España y en Cataluña? ¿Herederos de esta reflexión kantiana de 1795? ¿Sin ejércitos y hospitalarios, compartiendo la posesión común de la superficie de la tierra en el marco de una federación de estados libres que lleve a la paz que siempre podemos seguir pidiéndonos? ¿Engullidos por otros estados como Alemania o Estados Unidos o empresas multinacionales? ¿O nos dejamos colonizar las mentes por el ordo-liberalismo que invade nuestras vidas con una racionalidad neoliberal que nos convierte en individuos aislados, «emprendedores», cegándonos para la transformación estructural y cultural?

Kant decía que los políticos morales adaptan la moral a sus intereses y sólo cumplen la primera parte de la máxima evangélica (Mt 16,10) porque son «astutos como las serpientes». En cambio, los moralistas políticos son también «sin falsedad (cándidos o incorruptos), como las palomas». En tiempos de cleptocracia y cleptopías, con corrupción e incremento de las desigualdades, ¿qué políticos votamos?, ¿astutos y sin falsedad a la vez?

La distinción entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad de Weber no la debemos entender como una dicotomía que hace incompatibles las dos actitudes, como si la serpiente fuera astuta por responsabilidad y la paloma cándida por las convicciones, sino como una interrelación en que la una pide la otra, y se interpelan mutuamente.

Entonces, por un lado, tener convicciones no se opone a actuar con cierta prudencia astuta, que, a mi juicio, implica responsabilidad. Obviamente, siempre con las limitaciones de la moral, de actuar de manera incorrupta, sin falsedad, con sencillez y candidez. Es más, sólo si tenemos un proyecto de vida comprometido con la moral podemos actuar con responsabilidad, dando respuestas a lo que sucede.

Por otra parte, no es cierto que el Sermón de la Montaña, como interpreta Weber, sea sólo una utopía de convicciones, carente de responsabilidad. Es un proyecto de vida que subvierte los valores dominantes en favor de los pobres, los humildes…, que quiere ser creativo y productivo a la vez. Esto es lo que quiere decir trabajadores (poieoi) por la paz en Mateo 5,9: hacer las paces, ni es mera teoría, ni simple práctica, sino poiesis, efectividad productiva e imaginación creadora, porque también es la etimología de poesía.

¿Qué proyectos de vida tenemos nosotros mismos y los representantes políticos que votamos? ¿Cómo estos proyectos de vida dan respuesta, asumen responsabilidades para compartir la propiedad común de la superficie de la tierra y sentir como propia la violación del derecho en cualquier lugar de la misma? ¿Qué tipo de estado queremos para Cataluña y España tras las elecciones?

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Imagen extraída de: Pixabay

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Vicent Martínez Guzmán
(La Vall d'Uixó, 1949-Barcelona, 23 de agosto de 2018) Doctor en Filosofía, Director Honorífico de la Cátedra UNESCO de Filosofía de la Paz de la Universidad Jaume I de Castellón donde fundó y dirigió el Máster y Doctorado en Estudios Internacionales de Paz, Conflictos y Desarrollo. Fue Vicepresidente del Institut Català Internacional de la Pau (ICIP). En Cristianisme i Justícia participó como miembro del Seminario social y de los grupos de reflexión sobre género y feminismos y paz y religiones del centro.
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