Jaume Flaquer. Irán y Arabia Saudí han roto relaciones diplomáticas. El conflicto entre los dos países tiene causas políticas, económicas, culturales y religiosas que se remontan al origen del islam, y que la historia no ha hecho más que confirmar y enquistar.
De hecho, los dos países ya están en guerra en el suelo del Yemen desde hace un año, donde uno ayuda militarmente a los sunitas yemenitas y el otro a los chiitas. Igualmente, Siria es terreno de enfrentamiento puesto que, a pesar de que el Estado Islámico es enemigo de los dos (a los chiitas acusándoles de infieles, y a la monarquía Saúd de ilegítimos por su alianza con EEUU), Irán defiende al régimen de Bachar al-Assad, y Arabia Saudí sostiene a algunos de los grupos armados rebeldes.
Sin duda, los dos países están luchando por la primacía de liderazgo en la región. Irán, desde la revolución de Jomeini, quedó situado “en el lado oscuro” o “el eje del mal” norteamericano. El temor a la extensión de esta revolución llevó a Arabia a buscar el apoyo militar estadounidense a cambio de garantizarle sus necesidades petrolíferas a un precio razonable. Esta alianza contra-natura obligaba a EEUU a apartar la mirada de la absoluta ausencia de respeto por los Derechos Humanos de este país. Irán y Siria quedaban entonces situados en la órbita soviética.
Ahora que EEUU necesita de Irán para acabar con el Estado Islámico y que ya no depende tanto del petróleo Saudí gracias al “fracking”, Occidente busca una posición más neutral en el conflicto entre estos dos países. Irán empieza a alzar la cabeza pero Arabia Saudí está decidida a marcar el terreno. Israel se acerca a Arabia por su temor a Irán, su conflicto persistente con Bacher al-Assad y su particular guerra contra el ejército chiita libanés de Hezbolá.
¿Por qué esta enemistad entre Irán y Arabia? Cuando los Saúd llegaron al poder llevaron a cabo una sistemática destrucción de todos los mausoleos chiitas con el argumento ideológico-religioso de que con sus peregrinaciones a las tumbas de profetas, santos e imanes, los chiitas estaban cayendo en la divinización de seres humanos (shirk), considerado como pecado imperdonable por el islam. Los Saúd, incluso estuvieron tentados de destruir la tumba de Muhammad en Medina para evitar las peregrinaciones. Aunque desistieron comprendiendo la riqueza turística de este patrimonio (¡que ha motivado la construcción de un AVE español entre Meca y Medina!) no dejan de advertir contra una devoción que consideran desviada.
¿De dónde viene este rigorismo saudí? De un reformismo fundamentalista del islam sunita predicado por el islamista Abd al-Wahhab (s. XVIII) y adoptado por la familia Saúd, que consiguió crear en ese siglo el primer Estado Saudí. De ahí que el islam de Arabia Saudí se denomine wahhabismo, heredado por Talibanes, al-Qaeda o el Estado Islámico. Este Estado saudí no solo hacía frente al Imperio Otomano sino también a otra reforma, del chiismo en este caso, que había llevado a principios del s. XVI a la creación del primer Estado confesional chiita: la Persia de los safavidas. Por esta reforma, el chiismo persa declaraba definitivamente derogada la prohibición para todo chiita de participar en política que había estado vigente al menos hasta el s. X. Pero ahora se iba más lejos: se fundaba un gran estado confesional chiita. A mediados del s. XVIII estaba ya en crisis pero iba a dejar minorías chiitas en Afganistán, Pakistán y Siria, y mayorías en Bahrein e Irak.
Vayamos aún más a la raíz de los conflictos. El s. X supone el primer momento en la historia en la que el chiismo no solo deja de estar perseguido por el sunismo sino que consigue hacerse con los principales centros de poder islámicos de la época. En este momento, el chiismo busca presentarse como un islam ortodoxo para poder gobernar sobre mayorías suníes. Para ello, abandona el punto teológico más grave que le distanciaba del sunismo: la condena de falsificación del Corán. A partir de este momento, el chiismo admite el Corán sunnita como el verdadero Libro revelado a Muhammad, aunque continúa diciendo que éste había optado por Alí como legítimo sucesor. Antes de este siglo, los grandes dirigentes chiitas habían acusado al sunismo no solo de eliminar del Corán numerosos textos sino incluso de haberlos tergiversado de manera similar a la tergiversación que presuntamente llevaron a cabo judíos y cristianos de sus revelaciones.
Esta gravísima acusación además de la casi equiparación de sus dirigentes (Imanes) con los profetas había provocado su persecución y ocultación por parte de los califas sunitas desde el s. VII hasta el s. X. Esta teología diferente se había desarrollado muy probablemente en la confesión chiita como resultado de la inculturación del islam en la cultura persa antigua, dominada por el zoroastrismo y el maniqueísmo. Este encuentro de culturas y religiones, en mi opinión, dio lugar al chiismo como confesión diferenciada del sunismo. Si esta hipótesis es cierta, la defensa que hizo el chiismo de la legitimidad del poder de Alí, primo y yerno de Muhammad, sería no solamente una lucha de poder entre dos personajes, sino una verdadera cosmovisión distinta dentro del mismo islam originario (arabia-oriental chiita y arabia-occidental sunnita) que justificaba la lucha por el poder. La batalla la ganó el mundo suní: Alí fue asesinado. Poco después le llegó el turno a Hasan, su hijo, y finalmente a Husein en la batalla de Kerbala. Su sangre todavía hierve en los corazones de los chiitas que en la fiesta de la Ashura se flagelan y lastiman con largos cuchillos y flagelos.
Imagen extraída de: BBC
Hola Jaume, he conocido tu ámbito de actuación y de interés de casualidad. En un café de Madrid y leyendo Alfa y Omega. Me encantaría invitarte a que impartas una conferencia y dialogues con nuestros alumnos. A partir de ahí seguro que surjen iniciativas interesantes y en el ámbito de la comunicación y diálogo interreligiosos.
Saludos y gracias,
Hola Jaume, ayer te envíe un correo con una propuesta de agenda para el próximo 8 de abril. Ya me dices.
Saludos y gracias por esa magnífica labor que haces a la iglesia y por el dialogo interreligioso,
José M.
Qué bueno que por este medio hayamos entrado en relación.
seguimos en contacto por email.
saludos
gràcies Paquita pels ànims