Cristianisme i JustíciaLos desplazamientos de personas han sido una constante en la historia de la humanidad. Moverse para buscar un futuro mejor forma parte de la inquietud que expresan los seres humanos, a veces motivada por la supervivencia, a veces por el deseo de conocer, crecer y prosperar. No obstante, asistimos hoy en día a un desplazamiento forzado de personas que no tiene parangón en ninguna situación pasada. Por un lado las desigualdades económicas se han vuelto abismales; el capitalismo con la compra masiva de tierras, y la explotación de los recursos materiales, ha dejado inmensos territorios sin ningún tipo de perspectiva de futuro. Por otro lado, el incremento del número de conflictos armados ha provocado que el número de refugiados se disparase hasta superar los 60 millones de personas.

Ante esta situación las zonas “ricas y con estabilidad” de nuestro mundo, en vez de abordar las causas de los desplazamientos y buscar la protección de todas estas personas, han corrido a proteger sus fronteras para dificultarles el paso. Esta actuación por parte de algunos estados es simplemente criminal. En todo el mundo, sin embargo, se va despertando la conciencia de que por mucho que levantemos muros no solucionaremos el problema de fondo. Harán falta soluciones políticas globales. Europa no puede seguir en este desgobierno e indiferencia, lavándose las manos cuando es parte activa en la creación de estos desequilibrios a escala mundial.

Pero será necesario un trabajo de abajo a arriba que vaya generando una cultura de la hospitalidad que se oponga a la de la hostilidad. Habrá que combatir a aquellos que quieren pescar políticamente en el río de los discursos xenófobos, que se aprovechan del miedo, que solo buscan levantar muros entre las personas. Venimos de una tradición bíblica en la que las referencias a la hospitalidad son constantes, porque para aquel que vivía en el desierto la hospitalidad era sinónimo de supervivencia. Actualmente es así para millones de personas, que solo tienen en nuestra acogida una posibilidad de futuro. Estamos obligados a ello, por una ley de humanidad escrita en nuestros corazones y que va más allá de cualquier ordenamiento jurídico. Este cambio solo se producirá si logramos ampliar el círculo de nuestra solidaridad, más allá de los “nuestros”, de la familia, de los “míos”… si conseguimos en definitiva ir diluyendo la frontera que separa el “nosotros” de los “otros”, y somos capaces de ver en estos otros a “nuestro hermano”.

***

A lo largo de esta semana iremos publicando en el blog el resto de apartados de la reflexión de fin de año de Cristianisme i Justícia, pero si no podéis esperar, aquí tenéis el documento completo.

refugee-1004358_640

Imagen extraída de: Pixabay

¿TE GUSTA LO QUE HAS LEÍDO?
Para continuar haciendo posible nuestra labor de reflexión, necesitamos tu apoyo.
Con tan solo 1,5 € al mes haces posible este espacio.

Amarillo esperanza
Anuario 2023

Después de la muy buena acogida del año anterior, vuelve el anuario de Cristianisme i Justícia.

Artículo anteriorLa insoportable desigualdad
Artículo siguienteLa revolución de los cuidados

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingresa tu comentario!
Please enter your name here