La política migratoria de la Unión Europea ha de prestar especial atención a la problemática de los refugiados, y así lo está haciendo desde la aprobación de la agenda europea de migración en mayo de este año hasta las últimas decisiones adoptadas teniendo en consideración el drama de los atentados terroristas de París el 13 de noviembre y que a buen seguro -no soy pitonisa pero es fácil prever que irá por este camino- supondrán un importante endurecimiento de las políticas de seguridad y restricciones a los acceso a territorio europeo, así como también a los desplazamientos en su interior incluso para aquellos ciudadanos que gozan del derecho a la libre circulación.

¿Debería ser necesariamente así? Convendría no olvidar, aunque estos últimos días el drama de los refugiados haya quedado ocultado bajo la conmoción experimentada por la ciudadanía por los atentados terroristas de París, que dicha realidad existe y seguirá existiendo mientras no se alcancen acuerdos políticos que sienten las bases para la estabilidad económica y social de los territorios (en especial Siria en estos momentos) de los que provienen gran parte de las personas que desean acceder a Europa. Por ello, conviene prestar atención, y que no caigan en saco roto, las propuestas formuladas por organizaciones sociales como CEAR e Intermon Oxfam[1], y prestar especial atención a la realidad de esos flujos desde territorio africano, tal como ha hecho recientemente un exhaustivo informe de Amnistía Internacional[2]. Por ello me ha parecido necesario, al mismo tiempo que oportuno, prestar atención a estos documentos que contienen propuestas de actuación para corregir el dramatismo de una situación que, más o menos silenciosamente está cobrándose miles de vidas, la mayor parte de ellas en el mar.

Porque los muros sólo retrasan la resolución de los problemas pero no los resuelven ni muchos menos. Decía lo siguiente el Papa Francisco el pasado 28 de septiembre, en su viaje de regreso a Roma tras su estancia en Estados Unidos, ante la pregunta de un periodista: «Y usted me pregunta sobre las barreras. Usted sabe cómo terminan los muros… Todos, todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de 100 años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución. En este momento, Europa está en dificultades, es verdad… Debemos ser inteligentes porque viene toda aquella ola migratoria y no es fácil encontrar soluciones», abogando por la vía del diálogo para poder superar la que ha considerado una crisis «nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial»[3].

La afirmación del Papa Francisco sobre la gravedad de la situación es confirmada por los datos aportados en un informe elaborado por la Confederación Sindical Internacional para la reunión del G20 en Turquía celebrada la pasada semana[4]. Casi con la mismas palabras utilizadas por el Papa, el informe constata que el mundo “se enfrenta a la crisis de refugiados más grave que se ha experimentado desde la segunda guerra mundial”, y que el 86% de las personas desplazadas, sea interna o externamente, “provienen de países en desarrollo”, así como también que los acontecimiento de llegada masiva de refugiados a las costas europeas han abierto los ojos de sus gobiernos -también a los de América y Asia- a la crisis, criticando después que “no todos han asumido la responsabilidad de acoger a los refugiados que huyen de la guerra, el terror y la pobreza”. Desde su atalaya privilegiada a escala mundial de la realidad económica y social, con especial atención al mundo del trabajo, la CSI pidió a los gobiernos del G20 que incrementaran los fondos económicos para satisfacer las necesidades de las personas refugiadas, que se ponga en marcha una estrategia común de reasentamiento para personas que se ven obligadas a huir a países vecinos, y que el reconocimiento del derecho de asilo para todas las personas necesitadas de especial protección con arreglo a los convenios y tratados internacionales “debe incluir que se les brinde el derecho al trabajo en la economía formal y que se les concedan plenos derechos sociales, políticos y culturales, además de ofrecerles la ayuda financiera necesaria para cumplir con estos compromisos”.

Los datos recogidos en el Informe, y basados en las informaciones disponibles de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) son suficientemente expresivos de la importancia y gravedad de la situación: por una parte, entre enero y agosto de este año, ha cruzado las fronteras de la UE 350.000 personas entre migrantes y refugiados, que cifras más recientes elevan a 500.000 (con la dificultad añadida, señalo por mi parte, de efectuar esta diferenciación para muchas personas), mientras que en todo 2014 el número se “quedó” en 280.000. Por otra, y con atención al grueso de refugiados sin duda más importante en estos momentos, los ciudadanos sirios que huyen de la guerra en su país, más de diez millones han sido expulsado de sus hogares desde que empezó el conflicto bélico en 2011, albergando Turquía, por cierto el país que recibe el mayor número de refugiados del mundo y seguida de Irán y Pakistán, a 1,9 millón de refugiados sirios. El documento pone de manifiesto (aunque está por ver si podrá mantener su tesis en los meses venideros ante el progresivo repliegue del gobierno alemán y también del sueco) que Alemania y Suecia “destacan por su apoyo humanitario”, y que por el contrario, a lo largo de Europa, e incluso de otros continentes, se constata “la ausencia de generosidad para incrementar la admisión de personas migrantes, pese a que se ha demostrado desde el punto de vista económico que, con el tiempo, el asilo no supone un coste adicional y que la migración laboral representa un beneficio neto”.

No, los muros no son la solución, y en muchas ocasiones agravan los problemas y el sufrimiento de muchas personas necesitadas de protección. Tal es la tajante conclusión del reciente estudio elaborado por Amnistía Internacional y que lleva por título “Miedos y vallas. Los planteamientos de Europa para contener a las personas refugiadas”. Nuevamente, y no creo que todos los informes examinados se hayan puesto de acuerdo para realizar la misma afirmación sino que es producto de una realidad palpable, AI constata que el mundo “atraviesa su peor crisis de refugiados desde la segunda guerra mundial”, y que cerca de sesenta millones de personas se encuentran desplazadas de sus territorios de residencia originaria, la gran mayoría de ellos, el 86%, acogidos en países en desarrollo, criticando con gran dureza la política de la UE (creo que sería más correcto referirse, al menos hasta el momento, a algunos gobiernos de Estados miembros) porque en lugar de acoger y recibir con dignidad un pequeño porcentaje de ese flujo de refugiados, si tomamos los datos a escala mundial, han adoptado medidas para intentar evitar su entrada en la “Europa rica”, y lo han hecho “levantando vallas en las fronteras, desplegando cada vez más guardias de fronteras, invirtiendo en tecnologías de vigilancia e intentando que los países vecinos que ya acogen un gran número de refugiados actúen de guardabarreras”.

Los cierres de vías regulares de entrada obligan a las personas que buscan refugio en Europa a buscar otras vías de acceso más peligrosas, y dado que el 90% de los refugiados llegan, o intentan llegar, vía marítima, no es de extrañar lamentablemente el elevado número de vidas humanas que se pierden en el agua. Es difícil pensar, por mucho que algunos gobiernos se empeñen en ello, que personas que viven afectadas por situaciones de guerra y pobreza no busquen salida a esa situación, y esta puede ser embarcarse -y nunca mejor utilizada esta palabra- en un viaje incierto hacia Europa, hacia el territorio “rico” en su imaginario y desde luego, al menos hasta el presente, mucho más que de donde provienen. El detallado estudio realizado por AI desde 2013 sobre las principales rutas utilizadas por los refugiados para llegar a la UE demuestra que “los intentos de impedir la llegada de inmigrantes irregulares a los países de la UE sólo sirven para obligar a los refugiados a tomar rutas más clandestinas y, por tanto, en su mayoría más peligrosa”, para lo que dependen cada vez más de los traficantes-delincuentes de personas, llamando acertadamente la atención AI sobre el hecho de que las sumas, muy importantes, de dinero pagado a los traficantes “podrían haberse destinado a su integración tras su llegada a Europa”.

Hay que buscar, pues, soluciones para encarar la situación actual que contengan medidas no solo de seguridad que en la mayor parte de las ocasiones sólo retardan, cuando no impiden, la búsqueda de otras respuestas más adecuadas, y plantear alternativas con contenidos políticos, económicos y sociales. En esa línea avanza la propuesta presentada por CEAR e Intermon Oxfam el pasado 17 de noviembre y cuya lectura íntegra recomiendo encarecidamente a todas las personas interesadas.

Comparto sus planteamientos y me quedo en especial, haciéndolas también mías, tres propuestas: la primera, relativa a las acciones a abordar en los países de origen, y que ciertamente no va precisamente en la línea de las últimas propuesta de la Comisión Europea, “no condicionar la ayuda al desarrollo a inversiones en materia de seguridad o control migratorio en los mismos países africanos”; la segunda, referida a los países en tránsito, “asegurar que se habiliten vías legales y seguras para que las personas necesitadas de protección internacional puedan solicitar asilo en terceros países y no se vean obligadas a arriesgar sus vidas y enriquecer a las mafias”, así como “establecer un plan de reasentamiento permanente a nivel europeo (aquí sí que hay puntos de convergencia con las actuales propuestas comunitarias); por último, y referido a las acciones en países de llegada, como puede ser España, “asegurar la dotación de medios adecuados y la puesta en marcha de un plan efectivo para que las personas refugiadas que España se ha comprometido a acoger tengan una reubicación digna”.

Porque, no nos olvidemos, los migrantes (regulares, irregulares, indocumentados…) y los refugiados son ante todo personas, y toda persona tiene una serie de derechos reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos que ningún Estado debe dejar de reconocer.

***

[1] http://www.cear.es/propuesta-integral-de-cear-y-oxfam-intermon-ante-la-crisis-de-refugiados/

[2] https://doc.es.amnesty.org/cgi-bin/ai/BRSCGI.exe?CMD=VERDOC&BASE=SIAI&SORT=-FPUB&DOCR=1&RNG=10&FMT=SIAIWEB3.fmt&SEPARADOR=&&INAI=+EUR03254415

[3] http://www.elmundo.es/internacional/2015/09/28/56093a9046163f1f728b4596.html

[4] http://www.ituc-csi.org/la-crisis-mundial-de-los?lang=es

[Imagen extraída de Pixabay]

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Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universitat Autònoma de Barcelona. Vicepresidente ejecutivo de la Fundación Utopía Joan N. García-Nieto d’Estudis Socials del Baix Llobregat. Ha publicado: “Inmigración y mercado de trabajo en la era de la globalización” (Lex Nova, Valladolid 2006). Blog personal: http://eduardorojoblog.blogspot.com/
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