Nani Vall-llossera. El sábado fue 7N y se celebró una multitudinaria marcha contra la violencia machista en Madrid. A raíz de este hecho he pensado en las muchas historias de violencia machista que me han explicado en la consulta:
– Joana vino un día con un morado en el muslo. Hacía años que la conocía y no acababa de entender porque consultaba tanto, casi siempre venía acompañada de su marido. Ese día vino sola y me confesó que él la había empujado escaleras abajo. Se creía incapaz de vivir una vida diferente de la que le había tocado, de tomar las decisiones necesarias que para salir de aquel infierno. Lo hizo. Hoy Joana está separada, disfruta y sonríe a la vida.
– María tenía 75 años. Hacía unos días que había ido a ver a casa su marido de 85, que últimamente había pegado un bajón. Ese día, ella venía a la consulta como lo había hecho tantas veces antes sin que yo supiera la información que estaba a punto de darme. Me contó que su marido era un dictador. Nunca le había pegado, pero siempre la había despreciado, tiranizado y tratado sin afecto. Era el mismo hombre que me dirigió un comentario machista cuando le visité en casa y que se despidió de mí con unos «besitos» que me provocaron náuseas el día que le llamé para darle un resultado.
– Consol se había divorciado de su marido porque la maltrataba psicológicamente desde que la casaron cuando tenía 19 años: desprecios, control económico, vejaciones, amenazas. Aún así convivían bajo el mismo techo ya que la situación económica de ambos no permitía alternativas. Él en la calle era otro, un hombre simpático y popular. Un día extravié momentáneamente un informe que le tenía que dar. A mí también me amenazó a la vez que me impedía salir de la consulta. Cuando a él se le diagnosticó una enfermedad degenerativa, Consol decidió cuidarlo hasta que murió.
– Dolors también decidió llevar a su casa a su ex marido, que la había maltratado, cuando le diagnosticaron un cáncer. Acordaron que arreglarían los papeles para que la Dolors pudiera percibir una pensión cuando él muriera. Le cuidó hasta el final; la pensión no ha llegado.
– Cristina no puede parar de llorar. Llegar al divorcio de su marido fue un camino largo y de gran sufrimiento. Los hijos también sufrieron mucho y no quieren saber nada del padre. Ahora el ex marido no para de llamarla y enviarle mensajes, también desde teléfonos de desconocidos para que ella no pueda identificarlo. Cristina ha sido convocada a varios actos de conciliación, provocados por demandas falsas. Ella no lo quisiera denunciar, sólo se quiere desembarazarse de él y vivir tranquila. Se siente acosada.
– Pienso en las veces que me han dicho que exagero cuando digo que me produce malestar algunos «bonita», «preciosa» o «niña» de los pacientes o según como me preguntan si tengo pareja, porque creo que si fuera hombre, no me pasaría; pienso en las veces que me han dicho que un cierto grado de violencia forma parte de mi trabajo; pienso en las insinuaciones de un jefe en unas escaleras oscuras de hospital, pienso…
Solo una pincelada de la violencia cotidiana en que viven muchas mujeres y de los micromachismos nuestros de cada día. Nos queremos vivas, queremos ser libres, no tener miedo, amarnos y aceptarnos, decidir, participar, tomar la palabra, equivocarnos y tener segundas oportunidades, por justicia y porque el otro mundo posible que necesitamos, no será nunca sin las mujeres. Hoy también es 7N y es hora de que todas y todos trabajemos para erradicar las violencias machistas.
* Los hechos que se explican en este post son reales pero cualquier similitud con vidas concretas es pura coincidencia.
Imagen extraída de: Cuarto Poder