Manfred Nolte. La financiación del desarrollo de los países más desfavorecidos del planeta ha sido uno de los ejes centrales del trabajo abordado por la comunidad de países en su más genuina congregación, la Asamblea General de Naciones Unidas. No hay salida de la trampa de la pobreza sin desarrollo y no hay desarrollo sin activar los resortes múltiples y complejos de la financiación, también y sobre todo, en los países del sur.

El Consenso de Monterrey en 2002 y la Declaración de Doha en 2008 representaron sendos miliarios en la determinación de los frentes o capítulos centrales de actuación para acercar el concepto genérico de financiación a las especificidades de los países necesitados, de los países muy pobres y de aquellos en vías de desarrollo.

Siete años después, el 16 de julio pasado, los gobiernos del planeta adoptaron un documento final como resumen y resultante de la ‘Tercera Conferencia de Financiación del desarrollo’ (FFD3), celebrada en Adís Abeba (Etiopía) cuyo título es ‘Agenda de Acción de Adís Abeba’, ya consagrada por su acrónimo ‘AAAA’. Los países más necesitados y una miríada de organizaciones de la sociedad civil involucrada activamente en la preparación de la Conferencia habían depositado en la misma un cúmulo de esperanzas.

Tanta esperanza se ha visto, sin embargo, sensiblemente contrariada, tanto más cuanto que los tímidos resultados del acuerdo desmienten una retórica generalizada adoptada tanto por la representación de Naciones Unidas como de los países participantes al vincular la conferencia de Adís Abeba con la agenda del desarrollo post-2015 (Setiembre, Nueva York) y con la Conferencia de las Partes (COP 21) sobre el clima (Diciembre, París). El éxito de las dos últimas se juzgaba como muy ligado a los logros de FFD3. El ‘AAAA’ no concreta los cuantiosos medios de financiación requeridos para los compromisos posteriores. En realidad las negociaciones han estado marcadas por una acción sistemática de ralentización de las acciones por parte de los países centrales para descafeinar el acuerdo y convertirlo en uno ayuno de ambiciones. ‘AAAA’ representa, en gran medida un retroceso en relación a los postulados de Monterrey y Doha. Al menos en 20 áreas de decisión, Adís Abeba supone un paso atrás o como mucho  un mero mantenimiento del cuerpo de compromisos recogidos en Monterrey/Doha.

En particular, ‘AAAA’ descansa en exceso en la iniciativa privada, sin un reconocimiento paralelo y al menos equivalente del papel a jugar por el Sector público como garante del bien común. Dos aspectos adicionales se refieren respectivamente a la falta de voluntad por incrementar los recursos de financiación existentes aumentándolos conforme a las expectativas creadas y también a la negativa de reforzar el papel de Naciones Unidas en el control de los temas sistémicos (línea 6 de Monterrey y Doha). En cuanto a la igualdad de género, ‘AAAA’ podría dar la impresión de haber reforzado los derechos de la mujer, pero al mismo tiempo los instrumentaliza como mecanismos de crecimiento económico más que como un fin en sí mismo de acuerdo con las normas y principios de Naciones Unidas.

Adicionalmente, la críptica metodología utilizada en las negociaciones ha producido el rechazo del ‘Grupo de los 77’ (el bloque de los 134 países en desarrollo que incluye a China), que han manifestado no haber podido defender sus propuestas en pie de igualdad con los países centrales.

Particularmente relevante es el capítulo de omisiones. Comencemos señalando que el documento final no incluye la aplicabilidad del principio de la ‘Responsabilidad común pero diferenciada’ en el campo de la financiación del desarrollo asignando mayor responsabilidad a aquellos que más tienen. Dada la interacción de FFD3 con la temática post-2015 hubiera sido una mención crucial. Además, según el testimonio de actores presenciales, los co-facilitadores de las reuniones anunciaron el 7 de julio la eliminación del debate de una serie de temas críticos, dada la falta de tiempo para alcanzar un consenso en la Asamblea. Por citar tan solo el más importante, el de la creación de un ‘Organismo fiscal intergubernamental’, los países en desarrollo demandaron la promoción del ‘Comité de Expertos de Naciones Unidas para la Cooperación en Materias Fiscales’ a un comité intergubernamental. La Unión Europea, Estados Unidos y Japón vetaron indirectamente la propuesta al indicar que de mantenerse abierto este tema reabrirían otros ya cerrados, de su interés e incumbencia.

No sería, con todo, justo relatar las importantes carencias del acuerdo y no mencionar algunas luces incluidas en la declaración. La primera, la creación de un ‘Mecanismo de Promoción Tecnológica’, un foro largamente reclamado para la discusión de temas tecnológicos relevantes para el desarrollo de sur. La segunda se refiere al refuerzo del seguimiento de la declaración, que implicará una reunión anual con una resolución consensuada. Pero quizá el elemento más alentador ha sido el creciente papel jugado por la sociedad civil en el proceso. La acción de este colectivo ha sido un factor decisivo en el enriquecimiento de los debates previos, en la alimentación de los debates y en la creación de una conciencia y estado de opinión sobre la trascendencia de los temas tratados en la reunión.

Con todo, el sabor final es amargo o agridulce en el mejor de los casos. ‘AAAA’ ha supuesto una decepción para los países más necesitados. No ha sido capaz de remover los muchos obstáculos aun existentes en la arquitectura internacional del desarrollo y encarar los grandes temas sistémicos que lo rodean, creando las necesarias condiciones de respeto y protección de los derechos humanos en el sur.

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Imagen extraída de: Ciudades y Gobiernos Locales Unidos

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Doctor en Ciencias Económicas. Profesor de Economia de la Universidad de Deusto. Miembro del Consejo de Gobierno de la misma Universidad. Autor de numerosos artículos y libros sobre temas económicos preferentemente relacionados con la promoción del desarrollo. Conferenciante, columnista y bloguero. Defensor del libre mercado, a pesar de sus carencias e imperfecciones.
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