Xavier Casanovas. Partimos de un desengaño. Hemos construido una sociedad basada en un pacto social, en un consenso entre capital y trabajo, que se ha visto hecho añicos. Este consenso pasaba por contar con un sistema fiscal (y así lo expresa la Constitución en su artículo 31.1) que cumple dos principios: el de igualdad (en mismas rentas se pague el mismo) y el de progresividad (que pague más quien más tiene). Estos principios, por muchas razones que ya conocemos, no se cumplen, y de hecho han ido a peor: el sistema fiscal se ha ido haciendo más regresivo, y los casos de fraude y elusión fiscal van en aumento.
La razón para reclamar un sistema fiscal más justo no es ideológica sino de puro sentido común. En estos momentos nuestra economía adolece del peor de los males, una galopante desigualdad. En España el número de ricos ha crecido un 40% desde el inicio de la crisis. El último año 2014 los altos cargo y consejeros de las empresas del IBEX35 han obtenido rentas 104 veces superiores a la renta media de su empresa. En 2013, «sólo» lo eran 74 veces más. Este es el punto de partida: el mercado, sin regular, sin líneas rojas que no pueda traspasar, parte de una desigualdad exorbitante.
La percepción que los ciudadanos tenemos es de unas clases sociales, unas élites, completamente desconectadas de la realidad que viven la mayoría de los ciudadanos. Y el sistema fiscal no está ayudando a paliar esta sensación.
Son muchos los casos que se han dado en los últimos años de rebajas fiscales injustificadas que sólo han favorecido a unos cuantos. Como muestra la rebaja del impuesto a los casinos en Cataluña del 55% al 10% para atraer capital, o la competencia fiscal a la baja entre autonomías que prácticamente ha acabado con el impuesto de patrimonio o el de sucesiones. Impuestos que sólo afectan a unos pocos: los que más tienen.
No deja de ser sospechoso y signo de esta manipulación electoral, que los partidos políticos que toman el poder suban impuestos al iniciar la legislatura y los bajen el último año, dando así la impresión de una recuperación económica ficticia.
Ahora bien, donde muere la criatura es en las prácticas de elusión fiscal de las grandes multinacionales. En un año de elecciones como en 2015 necesitamos reforzar y reactivar la lucha contra los paraísos fiscales y las prácticas de ingeniería fiscal agresiva. Esta semana, el mismo comisionado de la UE para los asuntos económicos, Pierre Moscovici, afirmaba: «es inaceptable que ciertas multinacionales obtengan grandes beneficios en la UE y paguen muy poco o nada en impuestos dentro de nuestras fronteras», al tiempo que presentaba el plan CCCTB de lucha contra estas prácticas.
Algunas propuestas que creemos deberían aparecer en todos los programas políticos de este año electoral independientemente del color político que las defienda:
– Necesidad de un informe oficial sobre el impacto del fraude fiscal: no puede ser que nuestro país no cuente con un informe oficial con indicadores de evaluación del fraude fiscal y de su impacto en nuestra economía. Si no hay voluntad política para elaborar un buen diagnóstico menos habrá para combatir el fraude.
– Espacios libres de paraísos fiscales: es necesario el compromiso de todas las administraciones (Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades y Gobierno Central), de no establecer contratos públicos ni aceptar a concursos empresas que tengan filiales en paraísos fiscales o que no se comprometan en sus memorias a explicar cuánto pagan en impuestos país por país. Los modos son múltiples. Ya hay propuestas en este sentido en marcha como la del nuevo gobierno de la ciudad de Palma de Mallorca donde lo han establecido en el segundo punto de su código ético.
– Dotar de recursos las agencias tributarias propias: la Agencia Tributaria hace aproximadamente 100.000 autos al año y recauda 10.000 millones con estas actuaciones. La ONFI (Oficina de Fiscalidad Internacional de la Agencia) hizo 200 actuaciones en grandes corporaciones que permitieron aflorar 1.300 millones de euros más de base imponible de estas empresas. Si el tipo de estas empresas es del 30% esto significa que las 200 actuaciones de la ONFI, que significan el 0,2%, ¡recaudan el 4%! Hay que dedicar los cuerpos fiscales a perseguir a las grandes multinacionales y no sólo al pequeño defraudador.
– Endurecer los códigos penales: necesitamos ejemplaridad pública para hacer entender que el sistema fiscal es central en nuestro estado de derecho. Esto implica endurecer los códigos penales, eliminar las excusas absolutorias o la creación de nuevos delitos consistentes en el ofrecimiento al mercado de servicios idóneos para la defraudación tributaria.
Lo sabemos, el problema tiene una dimensión global: de decisiones que hay que tomar en órganos superiores, muchas veces no democráticos y por tanto de difícil acceso. Pero tiene también una dimensión de carácter local que pasa por la voluntad política de radiografiar el fraude en nuestra casa y de poner todas las trabas posibles para que éste no se dé. Hemos puesto sobrados ejemplos de cómo hacerlo. Sólo hace falta voluntad política de trabajar en ello.
Imagen extraída de: Oxfam Intermón
«La percepción que los ciudadanos tenemos es de unas clases sociales, unas élites, completamente desconectadas de la realidad que viven la mayoría de los ciudadanos. Y el sistema fiscal no está ayudando a paliar esta sensación».
Teoria de la Triburación de Optima de Ramsey nos dice lo cuantos impuestos son necesarios para alcanzar un nivel de bienenstar.
Naturalmente, en las hipótesis no entran los paraisos fiscales, auténtico coladero por donde sólo hay un tipo de contribuyente.
[…] década, es la importancia capital de entender bien y hacer pedagogía sobre la bondad de los impuestos. Deben ser defendidos con uñas y dientes como la última posibilidad de una vida social […]