Grupo de Sostenibilidad y Ética Cristiana de CJHoy, después de mucha expectativa y algunas filtraciones, se ha publicado la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco. Un texto del Papa Francisco de nuevo valiente y vigoroso, que habla con mucha claridad, y que es una magnífica noticia para las personas preocupadas por las cuestiones medioambientales y ecológicas.

No es una sorpresa que el Papa Francisco publique su primera encíclica propia -la anterior, Lumen Fidei, de hecho estaba redactada casi toda por Benedicto XVI durante su renúncia- sobre este tema. En efecto, la primera homilía que hizo el Papa Francisco, el día de san José, hablaba claramente sobre nuestro deber de ser custodios unos de otros, y custodios de la creación. Y el mismo nombre de Francisco recoge esa sensibilidad por la comunión con la naturaleza y el resto de seres que tenía el santo de Asís…

Qué decir del contenido de la Encíclica?

A falta de una lectura más pausada, que tendremos que hacer todos y que compartiremos, señalamos aquí algunos de los principales puntos.

El primero es que el mismo texto quiere hacer notar que esta preocupación por la degradación de la naturaleza que provocamos los humanos no es nueva. Y por eso recuerda y cita escritos de los Papas Juan XXIII o Pablo VI cuando dice que «debido a una explotación desconsiderada de la naturaleza, el ser humano sufre el riesgo de destruirla y de ser a la vez víctima de esta degradación»; también cita Juan Pablo II cuando hace una llamada a la «conversión ecológica global», y, finalmente, a Benedicto XVI cuando critica «los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente». También entronca con la tradición, evidentemente, del Poverello de Asís, y de cristianos actuales, como tantos científicos activos en este tema, o cristianos de otras Iglesias y comunidades, como el Patriarca Bartolomé, que recuerda que «las raíces éticas y espirituales de los problemas medioambientales nos invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica, sino en un cambio del ser humano».

El segundo punto que podemos destacar, así, es que el Papa Francisco recuerda, por activa y por pasiva, la relación entre los problemas sociales y ecológicos. Ambos tienen, afirma rotundamente, un mismo origen: nuestra separación del mundo, nuestra avidez, la fuerza de los poderes económicos y financieros que buscan los resultados inmediatos…

El tercer punto que llama la atención por su fuerza en esta Encíclica es la crítica al paradigma tecnocrático y la visión parcial del ser humano. Así, lo que llama «el mito del progreso», considera que «los problemas ecológicos se resolverán simplemente con nuevas aplicaciones técnicas, sin consideraciones éticas ni cambios de fondo». También cuestiona el papel del «poder conectado con las finanzas», que es, dice, «lo que más se resiste a este esfuerzo», y el papel de la política, que es poco decidido cuando no tiene amplitud de miras. Sobre la visión parcial del ser humano, dice también que es un problema porque «impide encontrar caminos adecuados para resolver los problemas más complejos del mundo actual, sobre todo del ambiente y de los pobres, que no se pueden abordar desde una sola mirada o desde un solo tipo de intereses».

Y el cuarto punto es que, para salir del actual atolladero e inmovilismo político tan grande sobre la cuestión ecológica, hay que plantear un «itinerario ético y espiritual» para cambiar nuestra manera de ver el mundo, nuestras relaciones, los demás , y las otras criaturas. Podemos decir que esta encíclica busca, sobre todo, esta «conversión ecológica» de la que ya Juan Pablo II hablaba. El Papa Francisco lo expresa diciendo que «todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo» y por ello propone en esta Encíclica «algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana».

La estructura de la Encíclica

La estructura de la Encíclica muestra el camino que quiere ayudarnos a hacer el Papa en este proceso de ‘conversión ecológica’.

En efecto, el primer capítulo explica, de acuerdo con el conocimiento científico actual, la situación de nuestro mundo hoy, y se titula «lo que está pasando en nuestra casa». No se limita, evidentemente, a recoger algunos datos medioambientales, sino a las causas profundas de la actual situación de insostenibilidad ecológica.

Después plantea, en el segundo capítulo, una lectura creyente, a partir de los textos bíblicos y de la tradición espiritual cristiana, de nuestra relación con la Creación. Como dice al principio, aunque la Encíclica está pensada «para todos los hombres y mujeres de buena voluntad», apuesta por plantear la perspectiva creyente porque «las soluciones no pueden llegar desde una única manera de interpretar y transformar la realidad «(la tecno-económica). Por eso, dice, hay que «recoger las diversas riquezas culturales de los pueblos, el arte, la poesía, la vida interior y la espiritualidad».

El tercer capítulo, titulado «las raíces humanas de la crisis ecológica», plantea la cuestión de cómo el desarrollo que no es integral, y que no contempla nuestra relación armoniosa con la naturaleza, nos lleva a una grave crisis ecológica que es reflejo de una fuerte crisis de valores.

Los capítulos cuarto y quinto plantean lo que debe entenderse por ‘ecología integral’, concepto que tendremos que desarrollar más en otra ocasión, y las líneas de aproximación para una acción que asegure las políticas e iniciativas favorables a un «desarrollo integral genuino».

El último capítulo nos plantea una línea de trabajo para la educación y la espiritualidad más conscientes de la importancia de la ecología para nuestra vida y nuestra fe.

Nos encontramos, pues, ante una Encíclica que tendremos que ir analizando con más calma los próximos días, que tiene el tono valiente y claro del Papa Francisco, y que quiere ayudar a que todos, creyentes y no creyentes, pero especialmente los lectores católicos, tomemos conciencia de que la cuestión ecológica no es sólo estética o ‘romántica’, sino un elemento central en nuestra fe y en nuestra manera de vivir las relaciones con los demás, especialmente con los más pobres y vulnerables, y con Dios.

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Imagen extraída de: Renovables Verdes

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