Nani Vall-llosseraEl nombre de la sección #2015electoral: nos va la vida se hace real con toda su crudeza cuando hablamos de salud. Hablamos de salud y no sanidad porque la salud depende de todas las políticas y no sólo de las políticas sanitarias. No hay salud si hay pobreza, si no se dispone de una vivienda digna, si falla la educación, si se vive en la calle, si no se promueven también desde la política hábitos y condiciones de vida saludables, si no se tienen en cuenta las desigualdades de género,si no se atiende adecuadamente a las personas dependientes y a sus cuidadoras, si no se trabaja en condiciones laborales dignas, si no se pone solución al drama del desempleo, si no cambian las políticas migratorias. Valorando que los determinantes sociales de la salud están condicionando desigualdades crecientes en la salud de los ciudadanos, vamos a centrarnos en el sistema sanitario, que podría ser fuente de equidad.

El punto de partida sería concebir la atención sanitaria no sólo como un gasto sino principalmente como una inversión y la salud como un bien y competencia de la sociedad en su conjunto, más allá de la responsabilidad individual porque está condicionada por la distribución desigual de experiencias perjudiciales como veíamos antes. Las personas son el valor fundamental de la sociedad y tener ciudadanos sanos, entendiendo la salud de forma más amplia que la mera ausencia de enfermedad, revierte positivamente en ella.

Universalización

Es ineludible la derogación del Real Decreto-Ley (RD) 16/2012 que supuso un cambio radical en el modelo de sistema sanitario, pasando de un sistema de salud para ciudadanos a un sistema de salud de asegurados, del derecho a la atención sanitaria como derecho de ciudadanía a un derecho ligado a la condición laboral, económica y administrativa. Hay que recordar que el sistema sanitario tipo sistema nacional de salud (SNS) se financia a partir de la caja general que se nutre con el dinero de todos a partir de impuestos directos e indirectos. El SNS ha demostrado ser el modelo más equitativo (evita una sanidad de pobres y otra de ricos), más eficiente y el mejor en resultados de salud de la población.

El RD 16/2012 terminó con la universalidad del SNS y dejó sin atención sanitaria a miles de ciudadanos inmigrantes en situación administrativa irregular y también a muchos españoles que salen del país en busca de empleo sin un contrato de trabajo indefinido. El tiempo ha demostrado que el RD tiene costes en vidas y en sufrimiento y no tiene justificación económica.

Desmedicalización

Hay que afrontar también desde la política la medicalización y la “medicamentalización” de nuestra sociedad. Esto atañe tanto a la medicina “convencional” como a las llamadas “terapias alternativas”. España ocupa el segundo puesto en el ranking mundial de consumo de fármacos sin justificación por nuestros niveles de enfermedad. El negocio de la salud ha visto en la intolerancia al malestar, el miedo a la enfermedad y a la muerte, un nicho de mercado que ha llevado a que con dinero público (y privado) se estén financiando fármacos, tecnología sanitaria y procedimientos que no añaden nada en términos de salud y calidad de vida y conllevan los riesgos de toda actividad médica superflua. En un contexto presente y futuro de recursos necesariamente limitados, esto tiene particular importancia por el coste de oportunidad: el dinero que se gasta en unas cosas no se puede gastar en otras.

Se deben utilizar los medios de comunicación públicos para dar mensajes educativos en este sentido y hay que exigir a los políticos que dejen en manos de personal técnico unas decisiones que deben tomarse en base a criterios científicos y sociales. Dotarse de agencias independientes para  la evaluación de nuevos medicamentos, tecnología y procedimientos permitiría que no se financiase con dinero público aquello que no supone una aportación sobre lo ya existente.  También en esta dirección, habría que exigir a todos (políticos, gestores y profesionales sanitarios), declaración de los conflictos de intereses y debería poder declararse determinadas actividades incompatibles con el servicio público (en cualquiera de sus niveles).

Desprivatización

La mercantilización de la salud y la entrada del afán de lucro en los sistemas sanitarios van en contra de su sostenibilidad. Lo veíamos en el punto anterior pero también se puede afirmar respecto a la gestión de los propios dispositivos de atención sanitaria: hospitales, centros de salud, centros de atención socio-sanitaria… En un país donde fallan los controles de forma proverbial, los centros de gestión privada con y sin ánimo de lucro han demostrado ser un agujero para el dinero público, ya sea por el incumplimiento de los contratos y el rescate público de los negocios que no han funcionado, o por la corrupción de los gestores de unas instituciones que quedan fuera del control parlamentario.

Reconfiguración

Para la sostenibilidad y los buenos resultados del sistema sanitario también es inexcusable afrontar el reto de su configuración. Debemos pasar de un sistema sanitario hospitalocéntrico y que fomenta la atención superespecializada a un sistema centrado en los recursos que hay en la comunidad y basado en la atención integral e integradora de las personas, de una atención centrada en la enfermedad a una atención centrada en las necesidades de las personas. Está sobradamente probado que los sistemas en que la atención primaria es el eje vertebrador con papel de directora de orquesta de todo el sistema sanitario, son más eficientes y tienen mejores resultados en salud (disminución de la mortalidad en un 6% cuando se aumenta un médico general por cada 10.000 habitantes, según datos de Reino Unido). También sabemos que los resultados en salud son peores cuando la persona recibe una atención fragmentada a cargo de muchos especialistas. Afrontar este cambio de forma real y efectiva y arrostrar la necesaria reforma del sistema hospitalario debe ir acompañado de mucha pedagogía para explicar a la población estos conceptos que son contrahegemónicos a pesar de que benefician a su salud en un contexto de creciente complejidad de los pacientes por el envejecimiento y de la medicina por la dificultad para discriminar lo que puede resultar beneficioso y perjudicial para cada persona.

El reto no es baladí. El proceso de mercantilización de la salud es un proceso global donde el capital empuja con firmeza hacia una americanización de los sistemas sanitarios europeos, con un paulatino abandono del sujeto a las fuerzas del mercado, a su suerte, a su genética y a su posición socioeconómica. La buena noticia es que el proceso actual perjudica a todos, ricos y pobres, aunque de manera desigual, y que en la Historia la fuerza de la gente ya consiguió cambios de rumbo. Eso sí, sin presión ciudadana nunca se consiguió nada.

PROGRAMA SALUDABLE PROGRAMA INSALUBRE
Prioriza acciones sociales sanas (vivienda, trabajo, prestaciones sociales, educación…). No considera esas acciones sociales como promotoras de salud.
Propone sin limitaciones un SNS universal (pagado con los impuestos y de acceso gratuito en el momento de uso para todos). Propone otras fórmulas menos eficientes de sistema sanitario: seguridad social, incentivos fiscales para disponer de mutuas privadas, etc.
Propone disminuir el gasto en farmacia, tecnología y actuaciones no probadas. No pone límites al uso de fármacos, tecnología o actuaciones no probadas, o incluso los incentiva (a menudo con la excusa del desarrollo económico y científico).
Propone mejorar la gestión de los centros públicos, considerando incluso nuevas fórmulas en la gestión de los profesionales. Da por hecho (sin ninguna justificación científica) que la gestión privada es mejor que la pública.
Propone incrementar los recursos para una mejor atención primaria (más médicos y enfermeras de cabecera) aun cuando sea a costa de replantear los recursos hospitalarios. Plantea un aumento de hospitales con la excusa de su cercanía (cuando lo importante en ellos es su eficacia, que requiere cierta concentración de patologías y procedimientos).

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Imagen extraída de: Sobre Política

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Nani Vall-llossera
Médica de familia en el CAP de Bon Pastor (Barcelona). Ha trabajado como médica en varios países del sur; con el Chad en el corazón. Conoce el CIE de Zona Franca y muchas historias de vida y sufrimiento de hombres que han sido privados de libertad en sus instalaciones. Forma parte del FoCAP, Fòrum Català d’Atenció Primària, que defiende una sanidad pública universal centrada en la atención primaria, donde se practica una medicina especializada en personas.
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1 COMENTARIO

  1. Hace años, Tony Blair propuso una reforma del sistema asistencial basado en los resultados de una investigación que había de de varios años con varios centros universitarios de coordinación. Conozco, por razones que no vienen al caso, el de Oxford. Participa en ellos investigadores españoles de primera fila, jóvenes, que han tenido que emigrar porque ni en Cataluña, de donde procede algún cerebrito de esos, ni el resto de España han tenido visión suficiente para incorporarlos en sus instituciones. Por razones obvias… para los de aquí: o transigen con el nacionalismo delirante o se buscan las algarrobas fuera. Pues fuera se han ido. Y con ellos el pozo de ciencia que la mentecatez separatista no alcanza a ver.

    En esa transformación de la asistencia tiene mucho que ver la reestructuración del concepto. Por ejemplo, apoyar a los centros de asistencia primaria, que podrían ahorrar muchos euros, en forma de tiempo invertido por especialistas necesarios, retraso en las visitas (a Bellvitge, al Valle Hebrón, al Clínico), gasto farmacéutico, etcétera.

    Entre los «cerebrinos» exiliado malgré lui, un experto de primera fila en comorbilidad. Sabido es que los ancianos se quejan de cuarenta mil achaques. Y no sólo los ancianos. Los médicos de asistencia primara con formación en comorbilidad podrían resolver muchísimas terapias, sin necesidad de recurrir a otros hospitales. Por dar un ejemplo.

    Pero es más rentable enviar a Berlín a una ignorante en alemán para adoctrina a los teutones sobre las bondades de la «nació» que recuperar a personas que podrían resolver grandes deficiencias asistenciales del Principado. Todavía me irrita la muerte de la paciente tarraconense por falta de ambulancia y cierre de urgencias.

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