Pau Vidal. [Maban.Upper Nile] En estos días que tantas imágenes aparecen en la red de lápices siendo más poderosos que las armas (*), no puedo evitar pensar en Sudán del Sur. Aquí los pocos lápices a mano no se usan para ridiculizar al otro sino para intentar aprender el ABC. Pero cada día quedan menos profesores que quieran empuñar un lápiz.
Aquí podéis encontrar un artículo sobre la importancia de la educación en estos tiempos. A menudo la educación es la primera en caer de los presupuestos de ayuda humanitaria de emergencia, pues dicen «primero hay que alimentarlos, cobijarlos, antes de pensar en otras cosas menos importantes». Pero olvidar la educación, incluso en tiempo de emergencia, es condenar a las generaciones futuras al fracaso y perpetuar el ciclo de violencia (y no en menor medida prolongar la situación de postración y absoluta dependencia de la ayuda humanitaria externa). ¿Sin gente que haya podido terminar la primaria, la secundaria y la universidad, ¿quién va a levantar este país?
Mis compañeros Àlvar y Malish reclaman con razón que la educación sea una prioridad en Sudán del Sur, precisamente ahora que tantos profesores abandonan las aulas para unirse al ejército (sea el del gobierno o el del grupo rebelde). Los profesores deciden dejar la tiza, pizarra, lápices y libretas para empuñar un arma semiautomática. Un soldado cobra 4 veces más que un profesor y formar parte del ejército les da a los jóvenes un orgullo y un sentido de identidad compartida que ninguna otra institución les ofrece.
Hoy la atracción de los jóvenes hacia grupos armados no sólo ocurre en las banlieues de París.
Vamos hacia ninguna parte.
(* Yo no se si diría tan rápidamente, «soy Charlie», pero dejémos este tema para otro día).
Una guerra olvidada.
Todo hombre de bien condena la masacre de París. Pero el olvido de los medios de comunicación ante esta guerra es tanto o más condenable: por su número de víctimas (más de 10.000), por el papel de occidente en la gestación y el desencadenamiento de este y otros conflictos africanos, desde la monstruosa (no merece otro adjetivo) creación de fronteras en la Conferencia de Berlín y la búsqueda (desde Livingstone hasta nuestros días) de un unico interés: el económico. El silencio informativo en el que mueren cientos de seres humanos en Sudán del sur es estruendoso.
Mientras personas como Pau, Alvar, Malish y otros sudaneses de su equipo trabajan por la paz en Maban, hay esperanza.