Llorenç Puig. Si en el anterior ‘post’ decíamos que una raíz de nuestra esperanza es la apertura de corazón a los demás, especialmente a los excluidos y menospreciados por nuestro sistema eficacista y económico, veremos ahora una segunda raíz de esperanza que nos llevará a una gran altura mística.
2) La segunda raíz de nuestra esperanza es la confianza en la fuerza de la resurrección del Cristo.
En efecto,»si pensamos que las cosas no cambiarán, recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive. De otro modo, «si Cristo no resucitó, nuestra predicación está vacía»(1 Co 15,14)».
Y aún: «Esto también sucede hoy. Se nos invita a descubrirlo, a vivirlo. Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda».
Por si alguien se confunde pensando que esta afirmación es sólo piadosa, que es un pequeño excurso de paso entre cosas más ‘importantes y prácticas’, podemos ver todavía la fuerza con que insiste el Papa, en un texto que tiene una altura mística de un vuelo impresionante. Y es que el Papa nos plantea un horizonte ciertamente amplio, de altos vuelos, diría que a la altura de los retos que tenemos por delante en nuestro mundo tan complejo y sufriente.
Veamos lo que dice:
«Su resurrección no es algo del pasado; conlleva una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por doquier vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable».
Y matiza ante la posible objeción del mal en el mundo, tan presente y tan paralizante siempre: «Está claro que muchas veces parece que Dios no exista: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, terca e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse».
Y podemos ver a continuación la imagen tan evocadora y profética que nos regala:
«Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tempestades de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Esta es la fuerza de la resurrección, y cada evangelizador es un instrumento de este dinamismo».
Una visión tremendamente positiva de la realidad y de los dinamismos del mundo y de Dios, que no debemos pasar por alto si no queremos quedarnos a ras de suelo y paralizados… Nos lo recuerda, claro está, el profeta Isaías, cuando dirige las palabras de consolación tan tiernas al pueblo que vivía en el exilio de Babilonia, sin ninguna esperanza…
Y todavía encontramos este texto del Papa Francisco que continúa hurgando en la grieta que, según como, se puede abrir en el muro de nuestros cálculos y nuestro escepticismo:
«La fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que extrae bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso en la historia «En unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles» (Ap 17,14) .»
Y a continuación hace un recorrido precioso por los motivos de esperanza que va desganando el Evangelio…:
«Creamos el Evangelio que dice que el Reino de Dios ya está presente en el mundo, y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras: como la semilla pequeña que puede llegar a convertirse en un gran árbol (cf. Mt 13,31-32), como el puñado de levadura que fermenta una gran masa (cf. Mt 13,33), y como la buena semilla que crece en medio de la cizaña (cf. Mt 13,24-30), y siempre puede sorprendernos gratamente. Aquí está, viene de nuevo, lucha por florecer nuevamente».
Y finalmente lo culmina con una triple imagen:
«La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de este mundo nuevo, y aunque se les corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano. ¡No nos quedemos al margen de esta marcha de la esperanza viva!».
No sé si hay que decir muchas más cosas… simplemente, como dice San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, «reflejar y sacar provecho».
La cuestión es que todo ello nos ayude a participar en esta ‘marcha de la esperanza viva’ de la que habla el Papa Francisco… Una esperanza viva que no se queda sólo en nosotros mismos, sino que incluye a todos, a todas, empezando por los excluidos y menospreciados.
Imagen extraída de: Semanario Fides