Jordi López Camps. [Vita Moleskine] Con esta breve reflexión quiero aportar una nueva mirada al debate sobre los hechos ocurridos en la redacción del semanario Charlie Hebdo y en un supermercado judío de París. El dolor de la sociedad francesa ha provocado una amplia movilización del republicanismo de la ciudadanía, y de muchos líderes mundiales, tal como se evidenció en la gran manifestación del domingo 11 de enero. Todo el mundo ha querido expresar su rechazo al terrorismo así como la defensa de los valores democráticos. Esto ha sido extraordinario, especialmente útil para frenar cualquier uso populista de estos acontecimientos y situar la democracia como el gran valor a defender ante los ataques terroristas. Los líderes mundiales deben asumir que el terrorismo ha creado una dinámica perversa en todo el mundo y que afecta a todas las sociedades del mundo globalizado. Por ello, la respuesta política a la lacra del terror debe ser contundente contra todas las manifestaciones de la violencia terrorista. Todo ello ha consolidado la autoestima del mundo occidental y ha aportado la confianza necesaria para transitar por este episodio del terror.
Ahora que los europeos nos hemos sentido golpeados por los hechos de París, no podemos olvidar que el terror es una realidad muy extendida en las sociedades globalizadas. Existe el terror originado por enfrentamientos geopolíticos, como es el caso de Ucrania. Pero también está el terror que se origina por el extremismo religioso de unos pocos. Los hechos de París son una muestra de ello. Pero el mismo terror inspirando por el fanatismo religioso hace tiempo que lacera de forma continuada determinados países. Boko Haram extermina a muchos nigerianos. La escalada de muertes de este grupo terrorista en Nigeria es aterrador: 700 muerte en 2009, 75 en 2010, 600 en 2011, 1.650 en 2012, 3.000 en 2013, 7.700 en 2014 y 2.000 a inicios del 2015. Los datos son inaguantables. Lo mismo siento ante los asesinatos constantes de cristianos y otros creyentes en manos del Estado Islámico en Irak y Siria.
Esta realidad del terror debe golpear nuestras conciencias sin establecer empatías diferentes según el país de que se trate. El dolor provocado por el terrorismo es un dolor de toda la humanidad, sin distinciones. No puede haber una geografía del dolor escindida entre el Primer Mundo y los otros países. Por ello, todos los países deben entrar en la agenda del combate contra el terrorismo y se debe atacar de raíz sus causas. Si los asesinatos de París han sacudido las conciencias de muchos europeos, y solidariamente muchas personas han asumido con naturalidad la consigna “Je suis Charlie”, considero que hay que mantener el mismo nivel de empatía con todas las víctimas del terror fanático, sea religioso o no, que se producen en todas partes. No puede haber una geografía de la empatía ante el dolor de la humanidad ni se pueden olvidar algunas víctimas del terrorismo.
Imagen extraída de: Grantland
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