José Eizaguirre. “Los obispos son conscientes de que más pronto que tarde algún Gobierno va a pedir renegociar los privilegios que España concede al Estado vaticano”, leemos en la edición digital de El País el 30 de diciembre de 2014. La cuestión no es nueva. Sabemos que partidos políticos como el PSOE, Izquierda Unida y el recién creado Podemos incluyen en sus líneas de acción la denuncia de los Acuerdos Iglesia-Estado del año 1979 (coloquialmente conocidos como el Concordato).
Es este asunto llaman la atención algunas cosas. Lo primero es que en quienes proponen la denuncia del Concordato se percibe la identificación de éste con “los privilegios que España concede a la Iglesia” cuando en realidad como sabemos, pudiendo haber algo de eso, es mucho más: son unos acuerdos que regulan importantes aspectos que tienen que ver con la presencia de la Iglesia Católica en la sociedad española (empezando por el reconocimiento civil de las entidades eclesiásticas). Lo segundo es que no se pide una revisión y actualización de esos Acuerdos, sino, directamente su denuncia, es decir, su supresión.
Desde la Iglesia se lleva tiempo defendiendo la necesidad de estos Acuerdos y la no existencia de privilegios en ellos. Pero todo apunta a que estos argumentos no están produciendo el efecto deseado; más bien al contrario, las voces que piden la denuncia del Concordato cada vez son más extensas, más intensas y más crónicas (las mismas palabras con las que Cáritas se refiere a la pobreza en España). ¿Los obispos son conscientes de que más pronto que tarde algún Gobierno va a pedir renegociar estos Acuerdos o directamente denunciarlos?
Ante una situación así, y puesto que ningún Gobierno dura eternamente, me pregunto si no sería bueno que la Iglesia moviera ficha y se adelantara a proponer la revisión del Concordato antes que las circunstancias obliguen. No solo por realismo político sino por coherencia evangélica. Estoy de acuerdo con José Antonio Vázquez cuando dice: “tengo la sensación de que la Iglesia, siguiendo además los consejos de Vaticano II, debe renunciar a cualquier cosa que pueda parecer un privilegio, aunque se haya conseguido de manera legítima. Es lo mejor: tenemos que empezar a plantearnos que nuestra presencia en la sociedad tiene que ser una presencia donde no haya ningún tipo de privilegio y que nadie pueda sentir que la Iglesia es un instrumento de poder para conseguir una influencia sobre la sociedad. Me parece que sería mucho mejor que desde la Iglesia lo hiciéramos voluntariamente. Y no que la sociedad nos quitara esa confianza que nos dio en su momento… Eso sería buenísimo para nosotros.” (Entrevista en Religión Digital, 15/11/14).
Adelantarnos voluntariamente a proponer una revisión del Concordato… ¿Sería posible? El jesuita José Mª Díaz Moreno, único superviviente de la Comisión de la Nunciatura que negoció en 1979 los Acuerdos con el Estado, explicaba hace meses en un excelente artículo en la revista Vida Nueva (12/09/14) que en aquel momento la iniciativa fue de la Iglesia, la cual, a la luz del Concilio Vaticano II, se adelantó a revisar un Concordato -el de 1953- que estaba ya obsoleto ante los nuevos tiempos sociales y eclesiales.
También hoy podemos decir algo parecido. Han pasado casi cuarenta años desde 1979 y la sociedad y la Iglesia españolas no son las mismas. ¿No es sensato hablar de una revisión de aquellos Acuerdos? Ante la que se avecina con mucha probabilidad, ¿no podría la Iglesia -y aquí me refiero a la Conferencia Episcopal- volver a tomar la iniciativa y adelantarse, antes que esperar una posible supresión unilateral de los Acuerdos? ¿No sería buenísimo para nosotros, además de para la sociedad? Y, al hacerlo, distinguir lo que es necesario y oportuno en unas adecuadas relaciones Iglesia-Estado de lo que pueden ser o parecer privilegios, intentando comprender el punto de vista de tantos conciudadanos nuestros que identifican Concordato con privilegios. Sacar nosotros las primeras cartas. No solo por estrategia coyuntural; también por coherencia y testimonio. ¿Sería posible?
Fotografía tomada por el autor en Madrid.
[…] privado, es difícilmente cuestionable que habrán de revisarse, entre otros asuntos, los vigentes Acuerdos con la Santa Sede. Hay que superar su creciente percepción de ser un “recurso-tapadera” con el que seguir […]